La Palabra Al Desnudo Sergio Sinay

E Resumen

La palabra al desnudo, de Sergio Sinay, se dedica a recorrer la palabra no sólo escrita sino también hablada, leída y escuchada. El escritor opina que nos comunicamos de verdad, con la mirada, con la escucha, con el registro emocional de lo que el encuentro con el otro produce en nosotros. Inicia este recorrido con el origen y evolución de la palabra, como símbolo de la existencia de las cosas.

Menciona las primeras manifestaciones llamadas pictográficas: reducida al dibujo de objetos y escenas; seguidas por las ideográficas, que simbolizaban ideas; más tarde la fonética y luego el alfabeto con los fenicios. Destaca la importancia de la aparición del telegrama (Samuel Morse), mensajes a larga distancia por medio de un cable, transmitiendo un código de puntos y rayas. En el 1969 con el surgimiento de internet ocurre un nuevo avance para la transmisión de la palabra, pero también el padecimiento del anonimato. Todos esos avances fueron, a su vez, provocando la involución progresiva de la palabra. El autor diferencia el concepto que todos poseemos de comunicación, como simple transmisión de un mensaje entre dos personas, añadiéndole gestualidad, atmosfera emocional, tiempo compartido, expresiones, desplazamiento, contacto corporal, temperatura emocional.

El lenguaje por sobre todas las cosas es lo que diferencia al hombre de todos los animales, su fundamento esencial es la palabra. Sin lenguaje nos sería imposible pensar, y es considerado una necesidad humana, a su vez esa necesidad es creada por cada comunidad para su propia utilidad. Él es el medio de transmisión propio del discernimiento de los seres humanos, lo cual los hace únicos dentro de un todo. La palabra es quien aleja al hombre de su separatidad, parte de esta idea se constituye el “no hay Yo sin Tú”, para que la existencia sea confirmada.

También Sinay nos habla del pobre uso del amplio y variado idioma, utilizando muy pocas palabras de todas las existentes, y esta limitación de palabras trae a consecuencia la disminución de nuestra expresión, y también el empobrecimiento gradual del intelecto provocando un “pensamiento débil” que nos ha llevado a pensar de una manera y actuar de otra hipócritamente. Nos lleva a reflexionar también sobre el uso de las jergas que pervierten la palabra, por ejemplo la jerga militar que minimiza tantas muertes de seres humanos bajo el título de “daños colaterales”. Como así también la frecuente mala práctica en el lenguaje llevada a cabo por los publicistas, donde la información importante está expresa en la tipografía pequeña. Otro aspecto refiere a ese uso de jergas como puro exhibicionismo e intento presuntuoso del aparentar poder (Yo sé lo que esta palabra significa y tú no, y por lo tanto eso me da poder sobre ti). Un poder que en ese caso incomunica.

Por otro parte menciona que los elementos de un diálogo fructífero son la paciencia, la escucha receptiva y la inclusión de las propias palabras. Como interferencia en la comunicación entre otras cosas aparece el adjudicar a las palabras, a las acciones y actitudes del otro intenciones que imaginamos pero que no podemos probar; cuando en lugar de interpretar preguntamos la conversación abre nuevos horizontes. Se debe destacar la responsabilidad e identificación de la persona en un diálogo para que sea constructivo. Aquí aparece la cuestión de responsabilidad como un papel importante ya sea de lo que callamos y de lo que decimos, porque tanto las palabras como los silencios tienen consecuencias. Nunca se termina de comprender el poder de las palabra como lo es en monosílabos tan simples como el sí o el no, uno nos invita a practicar la generosidad de dar y recibir y otro nos ayuda a poner límites en las exigencias y demandas de los demás. Gracias es otro vocablo breve y poderoso el cual certifica que no estamos solos, reconociendo la fragilidad de la existencia. Por su parte las palabras tienen efectos: el poder que cobra cuando está dicha por alguien a quien se le reconoce autoridad para emitirla; la permeabilidad con la que es recibida por quien la necesita; su propio peso ético y estético, en el mensaje y en la forma.

El autor expresa que en cierto modo hemos venido a este mundo a contarnos los unos a los otros, como requisito previo a la existencia. La palabra escrita es una reseña de un suceso propio como así también sirve de sanación, ya que permite hacerse preguntas y encontrar respuestas que no hallan otro modo de expresión. Como todos los procesos significativos

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