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Latifundio

ojcb15 de Octubre de 2012

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EL LATIFUNDIO COMO MODO DE PRODUCCIÓN GENERADOR DE PROBLEMAS SOCIALES.

Casi todos los libros y autores coinciden en definir el latifundio como una gran extensión de tierra en manos de un solo dueño dedicada a la agricultura, la ganadería o ambas, otras características también citadas frecuentemente son:

Bajo rendimiento.

Sub-utilización de la tierra.

Uso ineficiente de los recursos. La mano de obra empleada es habitualmente súper explotada Margina grandes sectores de población campesina desplazadas de la propiedad o tenencia de la tierra, y esta es una de las más poderosas palancas de la pobreza y el subdesarrollo de las regiones rurales

Conocido desde la época de la antigua Roma, la palabra se origina del latín latifundio, nos llega a América como complemento de nuestra herencia española donde formó parte de la estructura de poder feudal o semifeudal que hasta no hace mucho, hablando de tiempos en la Historia, predominó incluso en la Península.

En la transición hacia el Socialismo del siglo XXI, las medidas de reforma agraria implementadas por el Presidente Chávez no pueden asimilarse con acciones radicales para extirpar relaciones sociales de producción donde aún permanecen formas de apropiación de plusvalía por la explotación del trabajo asalariado, como lo quiere hacer ver la oligarquía terrateniente y el imperialismo en la campaña mediática orquestada a propósito de la estrategia agraria gubernamental.

La vigorosa decisión del Presidente Hugo Chávez de profundizar la revolución bolivariana mediante el combate franco al latifundio para hacer efectiva la reforma agraria en favor de millones de campesinos, está siendo aprovechada por los adversarios del proceso de cambios para perfilar otro escenario de ataques y acciones contrarrevolucionarias. Tanto el imperialismo como la oligarquía aliada, agitan la bandera de la defensa de la propiedad privada para orquestar otra infame campaña de descrédito y desestabilización del Gobierno Nacional. Es en efecto lo que ya está ocurriendo. Eso era inevitable y el combativo discurso del Primer Mandatario el domingo 25 de septiembre de 2005, en el recuperado Hato La Marqueseña -con un 80% de su extensión improductiva-, en el municipio Alberto Arvelo Torrealba, refleja la intensidad de la pulsión social implicada en la guerra contra el latifundio improductivo.

Las palabras del Presidente Chávez han sido contundentes: "el latifundio debe desaparecer del país, ya que es un problema latente que afecta en proporciones notorias a la producción nacional".

Pidió igualmente, imprimirle celeridad a los procedimientos legales que el Gobierno Nacional desarrolla para recuperar tierras ociosas. En tal sentido expuso que aspira que antes de culminar el año se haya rescatado por lo menos medio millón de tierras, de manera que instó "a apurar el paso, rumbo al 2006".

Con la Constitución en la mano citó el artículo 115 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela el cual señala que "toda persona tiene derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. La propiedad estará sometida a las contribuciones que establezca la ley con fines de utilidad pública o de interés general. Sólo por causa de utilidad pública o de interés social, mediante sentencia firme y pago oportuno y justa indemnización, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de bienes". Igualmente evocó el Artículo 82 de la Ley de Tierras que señala textualmente: "El Inti tiene derecho a rescatar las tierras de su propiedad o que estén bajo su disposición, que se encuentren ocupadas ilegal o ilícitamente. A esos fines iniciará de oficio o por denuncia el procedimiento o rescate correspondiente. El procedimiento previsto en el presente capítulo no se aplicará a las tierras que se encuentren en condiciones de óptima producción".

Son las normas superiores que gozan de toda la legitimidad y sirven de soporte a la estrategia estatal que favorece el interés general de toda la nación, por encima de la mezquindad y el egoísmo de un grupúsculo social de terratenientes y parásito sociales.

El cuadro de la concentración de la propiedad agraria en nuestra nación es aberrante y dramático. Antisocial y antihistórico. Es una verdadera vergüenza y una afrenta a la civilización moderna.

Aquí tenemos un promedio de 24 millones de hectáreas como latifundio, según el censo agrícola de 1998. Han sido detectados 317 fundos con las características de latifundio, de los cuales hay 3 millones 700 mil hectáreas que lo conforman. En Apure se han declarado latifundios a los predios "La Bendición Ramera", "Los Cocos", "El Frío", "San Pablo Paello" y "Jobito" y en Cojedes: "Paraima" (con la media bobada de 52.000 hectáreas), "Piñero", "El Charcote", "La Yeguera", "Guamontey-Altos de Buena Vista", "San Inacio" y "Borges".

En la transición hacia el Socialismo del siglo XXI, las medidas de reforma agraria implementadas por el Presidente Chávez no pueden asimilarse con acciones radicales para extirpar relaciones sociales de producción donde aún permanecen formas de apropiación de plusvalía por la explotación del trabajo asalariado, como lo quiere hacer ver la oligarquía terrateniente y el imperialismo en la campaña mediática orquestada a propósito de la estrategia agraria gubernamental. Eso es una falacia y un acto demagógico que pretende generar la histeria entre las clases intermedias de la sociedad para inducir un comportamiento político conservador y reaccionario.

Aceptada la coexistencia con relaciones capitalistas de producción en el actual periodo de transición, lo cierto es que las acciones emprendidas en el campo agrario van a favorecer, en el corto y mediano plazo, las estructuras económicas entramadas con el capitalismo, gracias al incremento de la producción de alimentos y al abaratamiento de la canasta familiar por la mayor disponibilidad de productos con origen agrario. La reforma agraria va a mejorar sustancialmente la capacidad adquisitiva de los salarios y el incremento de la productividad en la propia empresa capitalista. Esa es la realidad. Por eso es tan aberrante la supervivencia del latifundio y los terratenientes, con toda la parafernalia política, ideológica y cultural que le acompaña.

El XXI es una meta, es un norte que tenemos que alcanzar pero procediendo con inteligencia y método. No es a las patadas y sin un campo adecuado de racionalidad. Para decirlo con palabras de Lenin, cada paso que se avance debe considerar siempre las correlaciones de fuerza y los contextos sociales nacionales e internacionales. Proceder de otra manera es poner a nuestro pueblo a merced de las viejas oligarquías y el imperialismo, que viven al acecho para aplastar nuestra marcha revolucionaria.

LA INDUSTRIA DE LA PRODUCCIÓN RURAL Y LA EXCLUSIÓN DEL CAMPESINO

El mejor indicador del desarrollo debiera ser la industrialización, así como es común llamar a los países desarrollados, países industrializados. En México como se ha visto, cuando el capitalismo hace su incursión como sistema de explotación dominante, las exigencias del capital central en su calidad de comandante del proceso, eran de materias primas preferentemente, provenientes de la minería y de la agricultura; se deduce en ese sentido como se ha visto también, que para el Estado Mexicano como operador de las políticas a seguir la industrialización no estaba dentro de sus objetivos, por eso es que si alguna industria podía surgir era aquella que completaba las condiciones internas para la exportación. Así es que la industrialización como objetivo del Estado solo se presenta cuando se convierte en una necesidad del capital subdesarrollado, la cual no deja de ser una oportunidad para la ganancia del capital central.

Cuando los canales para la exportación se obturan, la idea de la industrialización surge como sinónimo de desarrollo. En México como en el resto de los países latinoamericanos

Es en este momento que la inserción de la agricultura encuentra un lugar que parece definitivo con un papel de primera importancia en el proyecto de desarrollo que impulsa el Estado, esto es, como un soporte fundamental para la industrialización. Aquí, como dice Appendini (1985: 164), “La política agrícola se enmarca en los objetivos de un proceso acelerado de industrialización que se convierte en sinónimo de desarrollo.”

La ideología del desarrollismo como sustento de esta etapa del subdesarrollo, introduce de manera traslapada la idea de que el sector agrícola le debe de asegurar a la sociedad una oferta creciente y barata de productos agrícolas para satisfacer la demanda de alimentos y materias primas; debe proporcionar divisas a través de las exportaciones agrícolas; debe proveer una corriente de ahorros del sector al resto de la economía, proveer fuerza de trabajo y finalmente constituirse en un mercado para los productos de la industria en crecimiento. Esto es, pareciera que industria y agricultura conformaran un binomio de interacción permanente, por eso es que aquí es donde con la industrialización protegida, la reforma agraria encuentra algún cobijo real.

La población rural se hace meritoria a un espacio en el mercado que se construye al parejo de la industrialización. Como lo destaca el propio , –refiriéndose a la etapa del desarrollismo–. El crecimiento de la producción agrícola fue logrado gracias a una política agraria que apoyó la expansión de la superficie agrícola mediante el reparto agrario, y una política agrícola

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