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Morir En Malasia


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2014  •  1.908 Palabras (8 Páginas)  •  534 Visitas

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“El 4 de marzo de 2008 la policía de Malasia detuvo a un grupo de trabajadores en una planta de procesamiento de metanfetamina. Tras las primeras averiguaciones, la mayoría de los capturados quedaron libres. Sólo tres hermanos de nacionalidad mexicana permanecieron presos, en espera de su juicio. La perspectiva era tremenda: en Malasia se castiga el narcotráfico con la pena de muerte”, así se presenta la edición del libro “Morir en Malasia” (editorial Océano) escrito por el periodista Víctor Hugo Michel, quien ha dado un puntual seguimiento al caso a través de Milenio Diario y su canal de televisión.

Este miércoles, un Tribunal de Apelaciones de Malasia confirmó la sentencia a morir en la horca para los hermanos mexicanos Luis Alfonso, Simón y José Regino González Villarreal.

En el libro de Michel se hace una crónica del caso de los hermanos González Villarreal; se reproduce un fragmento retomado por Milenio:

• Kuala Lumpur, 26 de abril de 2011.

Con todo en su contra, el juicio de los hermanos González Villarreal inició, como estaba previsto, poco después de las 9 de la mañana del 27 de abril de 2011, tiempo de Malasia.

—Nos va a ir bien. Mis muchachos saben qué hacer —me dijo Kitson Foong, su abogado, en una entrevista previa al arranque del proceso—. De todas formas tenemos una gran posibilidad de que se deseche el juicio por errores constitucionales y de procedimiento. Estoy convencido de que está abierta esa opción.

Pero entre el optimismo de sus palabras le noté nervioso. Sudaba copiosamente y a veces puntuaba sus frases mirando al piso.

—¿Están listos para ir al estrado?

—Ellos sabrán qué decir. Han entrenado para este momento.

Ese entrenamiento se había estado llevando a cabo las semanas anteriores durante las visitas de Foong y su socio, Ahmad Zaidi, a la prisión en la que se encontraban detenidos los González Villarreal. Eran sesiones tortuosas, difíciles, en las que el abogado trataba de explicar a los mexicanos —en inglés y vía traductora— lo que les podía pasar en caso de cometer un error. No era un panorama halagador.

Foong me dijo que los González Villarreal podrían testificar sin problemas y resistir un interrogatorio de parte del fiscal Saiffudin. Pero una presentación estelar de José Regino, Luis y Simón no era su plan A. Su estrategia de defensa consistía en lograr una anulación fast track del juicio por errores de procedimiento y evitar el riesgo de que alguno de los sinaloenses dijera algo que no debía.

El proceso fue radicado en la Corte de Jalan Duta, al norte de Kuala Lumpur, en el distrito gubernamental. Era un edificio majestuoso, recién inaugurado, con cúpulas otomanas y pisos de mármol.

El primer día de audiencia encontré la sala en la que se llevaría el juicio bajo una pantalla que anunciaba: “Corte del honorable Juez Mohamed Zawawi”. (…) Al fondo, había bancas para los asistentes y las paredes estaban recubiertas de madera. No se permitía hablar en voz alta. El protocolo era sumamente estricto: al entrar, había que hacer una reverencia sin perder contacto visual con el escudo malasio ubicado al fondo, encima de la silla del juez.

Sin avisar a nadie, introduje una computadora al juzgado y equipado con una banda ancha, decidí transmitir lo que estaba sucediendo en tiempo real. Estaba convencido de que de una u otra forma, ahí se haría historia. Tuve suerte. En Malasia aún no se ha legislado sobre el uso de Twitter en procesos judiciales.

Eran poco más de las 9:15 de la mañana cuando los séquitos de los fiscales, la defensa y los acusados ingresaron a la sala. Encadenados de los pies y con esposas en las manos, los tres mexicanos, junto con Lee Boon Siah y Lim Hung Wang, fueron sentados en un banquillo especial, ubicado justo enfrente del juez Zawawi.

—¡Esta corte está en sesión! —gritó el policía encargado de la vigilancia en el juzgado.

El proceso, basado como el resto del sistema malasio en el common law británico, tenía un aire estricto y solemne. Los abogados estaban ataviados con largas túnicas negras y debían iniciar sus frases dirigiéndose al juez con un “mi lord” en señal de respeto. (…)

Como me había adelantado, Foong abrió con su propuesta de solicitar la anulación del juicio.

—Su señoría, pedimos que se mire en el espejo y que defina si no hay riesgo de que se cometa una seria injusticia debido a los errores evidentes que se han cometido en el manejo de las evidencias, —reclamó.

Zawawi no parecía muy convencido. Recibió de mala gana el expediente con los argumentos para la anulación inmediata.

Apenas hojeó la petición.

—He revisado su propuesta y he llegado a la conclusión de que no se sustenta —dijo el juez. Enterró de una sola palada el plan del abogado de los mexicanos.

—Sus clientes tendrán que testificar —advirtió el juez, que miró directamente a los González Villarreal y les habló en español— ¿Tienen algún problema?

Amedrentados, los mexicanos respondieron muy silenciosamente:

—No señor.

El juicio se extendió por poco más de un año. Fueron siete sesiones, espaciadas entre abril de 2011 y mayo de 2012, en las que poco a poco fueron cayendo las piezas en su lugar. Durante éstas, salieron a relucir distintos datos que permitieron esclarecer la historia del día en el que los González Villarreal fueron detenidos. Durante el año dos meses que duró, el juicio fue un ir y venir, una contienda entre Foong y la fiscalía, encabezada por Ummar Saiffudin. Era un duelo fascinante.

A lo largo de distintas audiencias, Foong insistió en lograr, por uno y varios medios, que el juicio se desechara por errores técnicos en la cadena de custodia de las evidencias. En algún momento pareció más que una táctica un esfuerzo desesperado para evitar a toda costa el interrogatorio

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