REFLEXIONES SOBRE DIVERSIDAD

Amigos todos, somos sujetos educables, soy maestro sujeto educable. Vengo de mi madre, una gran sujeto educable. No se si aprendí de ella su destino o fue cuestión del destino propio. Por mucho tiempo observé y escuche sus experiencias con los niños. Experiencias llenas de gloria para ella y para los niños, no para los padres de esos niños, menos para quienes ostentaban ese poder en el pedestal hipócrita de huellas supuestamente de maestros, Obviamente estos últimos no eran, ni son sujetos educables. Ha pasado tanto tiempo y los escenarios se repiten: loa maestros y los niños en posibilidades de construir conocimiento, pensamiento y lenguaje; y nuestras espaldas cuidadas por quienes saben gerenciar pero no administrar la educación. Ellos se equivocan y los maestros y los niños, a pesar de todos, recogemos los frutos de esa equivocación.

Los padres de familia alegan impotencia para enfrentar a sus hijos en casa y solicitan más tiempo en la escuela. Una escuela convertida en guardería. El gobierno aprovecha la infamia y ordena a los rectores aplicar el 1850. Los rectores responden a la orden por temor, por ínfulas de poder, por no saber o por más pensión coger. ¡vivimos una cultura de exclusión!

Nos traen modelos pedagógicos, nuevos, recién envejecidos; pero con la sentencia de usar la manoseada autonomía institucional. Mientras unos aplauden nuestros logros, otros, con el escudo de asesores, a la fuerza imponen el último modelo que falta por envejecer. Aún así hablamos de inclusión.

Fecode intenta resurgir en este mundo globalizado, incluyéndonos en los destinos tétricos del Fondo Monetario Internacional, solo porque ellos, los que dicen llamarse sindicalistas, les harán una evaluación de desempeño acorde al numero de cabezas bajadas. A la globalización le interesa la inclusión, pero al capitalismo, y quien piense diferente será excluido.

Yo también fui un niño alguna vez. Alguna vez quise cambiar el mundo y me di por vencido. Pero llegar a la escuela como padre y como maestro volvió a rizomar posturas por una sociedad igualitaria y rezando en la tumba por la muerte de aquella frase: el que manda manda aunque mande mal. He vuelto a rizomar posturas por una educación donde la profesión de maestro salga debajo de los pies de quienes mandan aunque manden mal; o mejor, que la profesión del maestro salga debajo de los pies de nuestro propios colegas o alterego. Suena fuerte, pero los más excluyentes son los mismos compañeros maestros. Excluyen Los rectores y coordinadores que dicen ser maestros y los representantes de nuestros derechos, pero antes tenemos que votar por ellos, sino no somos prioridad. Así podemos hablar de inclusión?

Hoy todos queremos acabar la exclusión izando las banderas de la inclusión, pero son esas mismas banderas las que arroparán y disfrazaran la intención. Y ello por una simple razón: somos seres humanos. Seres humanos que no hemos entendido que ser diferentes no es el problema, el problema es ser tratado diferente. Mis errores, como dice Mojica, en parte son hijos de mi tiempo; pero ser soñador es sinónimo de pendejo, de loco, ignorante, arribista, voluntarioso; peor aún, enemigo. Pero cuanto daría por seguir arropando la idea de compartir utopías. Mi llamado a mis otros sujetos educables que ahora desarrugan mi corazón, son el más claro ejemplo que la utopia no solo les permitió caminar. Sino humanizar su rol, un rol que emerge de cenizas.

Respeto posturas paidocentristas, pero no las comparto ¿acaso el maestro no es otro ser humano?. La postura debe ser: maestro y niño, en tanto seres humanos, somos sujetos educables. Siempre hablamos de los niños como el centro de todas nuestras angustias, especialmente cuando de educación se trata. No solo, estoy de acuerdo totalmente con todos los discursos, sino que me uno a esas angustias. Pero, y

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