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REVOLUCION DE LAS ALCABALAS

PameCaicho5 de Diciembre de 2013

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LA REVOLUCIÓN DE LAS ALCABALAS

La revolución de las alcabalas fue una de las primeras manifestaciones políticas del pueblo quiteño en contra de las autoridades españolas.

Se desarrolló entre julio de 1592 y abril de 1593, en la época en que Don Manuel Barros de San Millán desempeñaba el cargo de Presidente de la Real Audiencia de Quito. Y tuvo su origen cuando Felipe II, Rey de España, expidió la Cédula Real por medio de la cual dispuso el pago de un nuevo impuesto del 2% sobre las ventas y permutas.

La cédula expedida en noviembre de 1591, fue recibida en Quito el 22 de julio del año siguiente y en ella se establecía que el nuevo impuesto debía empezar a cobrarse desde el 15 de agosto de 1592. La Audiencia le concedió al Ayuntamiento de Quito quince días de plazo para que resolviera la aceptación del impuesto, pero apenas transcurridos dos días esta corporación decidió no aceptar dicha imposición y elevar al Monarca una petición que la exonerara de dicho tributo.

Como el gobierno de la Audiencia no les prestó atención, los miembros del Ayuntamiento acudieron ante el Procurador Don Alonso Moreno y Bellido, para que él sea quien dirija las acciones que debían adoptarse para impedir la aplicación de dicho impuesto. A partir de entonces se realizaron varias reuniones secretas en las que por primera vez se oyó hablar de “insurgencia”, concepto que en esa época era castigado con la horca.

El presidente Barros de San Millán escribió al Virrey del Perú, Don García Hurtado de Mendoza, señalando los peligros que se avecinaban y pidiéndole auxilios militares, a lo que éste respondió enviando una fuerte dotación de arcabuceros al mando del capitán Don Pedro de Arana. La noticia de la llegada de refuerzos militares puso en alerta a los quiteños, y las organizaciones populares y el cabildo prepararon una fuerza de aproximadamente mil hombres para enfrentar a los realistas, al tiempo que todo el pueblo se preparó también para una guerra defensiva.

Fray Pedro Bedón, sacerdote dominico Quiteño realizó importantes declaraciones defendiendo la obligación de que se escuche a los representantes del pueblo.

Al poco tiempo las autoridades españolas aceptaron la mediación del padre Bedón y ofrecieron escuchar a los quiteños, por lo que el pueblo removió su actitud armada y permitió la llegada de las fuerzas de Arana sin oponer resistencia.

Entonces ocurrió un hecho vergonzoso, cuando las autoridades españolas, desataron una feroz persecución en contra de los caudillos y líderes quiteños. Esta actitud traicionera hizo que el pueblo vuelva a levantarse en armas, pero lastimosamente ya era demasiado tarde, los españoles se habían hecho fuertes en la ciudad ocupando todos los sitios más estratégicos, e impidiendo que los quiteños puedan actuar. Seguidamente las autoridades realistas organizaron un tribunal especial y ordenaron la prisión de los dirigentes y partidarios de la revolución, a los que juzgaron muy ligeramente y condenaron a muerte.

El 28 de diciembre de 1592, en la noche, en medio del silencio se escucharon varios disparos de fusil, y cuando el pueblo acudió para ver qué había sucedido, se descubrió el cuerpo del procurador Moreno Bellido, que herido de muerte señaló que le habían disparado desde la casa de la Audiencia.

Ese fue el inicio de la represión. A los patriotas se los ahorcaba por la noche para que a la mañana siguiente sus cadáveres pudieran ser contemplados por los vecinos de la ciudad como un castigo en contra del pueblo y la revolución. Los revolucionarios, por su parte, cometieron también varios crímenes en contra de los realistas.

Al conocer el Rey de España y el Real Consejo de Indias lo que estaba sucediendo en Quito, desaprobaron

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