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ROBERT CASTEL – LA LOGICA DE LA EXCLUSIÓN


Enviado por   •  23 de Octubre de 2017  •  Resúmenes  •  4.268 Palabras (18 Páginas)  •  578 Visitas

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ROBERT CASTEL – LA LOGICA DE LA EXCLUSIÓN

  1. Marginalidad y exclusión. Una perspectiva histórica.

Una formación social está hecha de la interconexión de posiciones más o menos aseguradas. Están “integrados” los individuos y los grupos inscritos en las redes productoras de la riqueza y el reconocimiento social. Estarían “excluidos” aquellos que no participaran de ninguna manera en esos intercambios regulados.

Pero entre estos dos tipos de situaciones existe una gama de posiciones intermedias más o menos estables. Caracterizar la marginalidad, es situarla al interior de este espacio social, alejada del foco de los valores dominantes, mas sin embargo, ligada a ellos puesto que el marginado lleva el signo invertido de la norma que no cumple. Él marca un desfase.

Los marginales, un universo estigmatizado

El término de marginado en su acepción actual es reciente. Aparece en los años posteriores a 1968. Pero en una perspectiva histórica, remite a los grupos sociales cuyo modo de vida esta marcado por el vagabundeo, la mendicidad, la criminalidad y los trabajos socialmente mal vistos.

Rasgos comunes de dichos grupos:

En primer término está su exterioridad en relacion con el patrimonio y con el trabajo reglamentado, que los condena a sobrevivir de “cualquier manera”, y, ante todo, de la mendicidad. La mendicidad ha sido la gran cuestión social de las sociedades preindustriales, puesto que es el medio más común de asegurarse una supervivencia mínima cuando no se dispone ni de recursos económicos ni de trabajo para conseguirlos. De allí los esfuerzos desesperados por intentar manejar este inmenso problema. La tentativa más frecuente consiste en distinguir entre una mendicidad aceptable, o tolerable, porque concierne a los pobre que tienen domicilio y no son aptos para el trabajo (los inválidos de todo tipo), y aquella mendicidad de los “indigentes válidos”, adeptos a una vida dedicada al ocio, a quienes hay que obligar a trabajar o condenar a las penas más duras. Entre ejercicio de la caridad y represión, implementación de políticas de auxilio y criminalización del ocio, casi siempre y en casi todo el mundo queda una masa de miserables que no tiene un lugar asignado en este tipo de sociedad.

Igualmente existe la movilidad incontrolada de dichos grupos. Aquel que no está atado a su trabajo, generalmente circula, se desplaza, vaga en búsqueda de una oportunidad. Se encuentra residentes en todas partes, en ninguna parte, y esta caracterización a menudo basta para que sea condenado.

El marginado ha roto los vínculos que lo unían a su comunidad de origen. Es un “desafiliado”. Por eso su condición difiere totalmente de la del pobre que vive en el lugar, en su lugar. Marginalidad no es pobreza. En la mayoría de los casos, el pobre está integrado, su existencia no plantea problema, él forma parte del orden del mundo. En cambio, el marginal es un extraño extranjero.

Finalmente, son las formas atípicas de relaciones familiares y sociales inducidas por estos modos de vida que hacen que la marginalidad suscite rechazo, pero también atracción. La inestabilidad de la vida afectiva, sexual y social es una consecuencia de la imposibilidad de “establecerse”.

La marginalidad representa también la aventura, el anverso del sistema de normas dominantes, una encarnación, pagada a un altísimo precio, de la libertad, en una sociedad donde tiene muy poco espacio.

Marginalidad, exclusión y vulnerabilidad social

La estigmatización de la marginalidad es general. Cubre una multitud de situaciones heterogéneas. Pero bajo la diversidad descrita de estos estados, es posible encontrar las lógicas sociales que alimentan tal producción de posiciones marginales.

Dos principales: Por un lado, la marginalidad es el efecto de procedimientos concentrados de exclusión; por otro lado, y sobre todo, estigmatiza las capas de la población más vulnerables que no pueden encontrar un lugar reconocido en este tipo de organización social.

La exclusión no es marginalización, aunque puede conducir a ella. La exclusión ha tomado formas muy diversas, erradicación total por condena a muerte o expulsión de la comunidad, encerramiento, atribución de marcas y de un status especial que priva del derecho de ejercer ciertas funciones. Puede ser provisional o definitiva, pero supone un acto de separación que se sustenta en reglamentos y se lleva a cabo a través de rituales. La marginalidad no es la exclusión; aunque hay marginados que pueden convertirse en excluidos y hay excluidos y ex – excluidos al interior de los grupos marginados.

Pero la dinámica esencial que alimenta la marginalidad es diferente.

Las franjas externas de la marginalidad que caen en la exclusión no representan un medio social separado de las posiciones menos estigmatizadas, pero inestables, que tienen su origen en la precariedad de las situaciones de trabajo y la fragilidad de las inscripciones sociales. Es este continuum de situaciones vulnerables compartidas por amplias capas populares, el cual constituye el abono de la marginalidad.

En la gran mayoría de los casos, el estado de vagabundo es el resultado final de una trayectoria que comienza por una ruptura con un arraigamiento territorial, que continua con un deambular en busca de un trabajo, y que a menudo termina por un arresto y una condena, puesto que el vagabundeo es un delito. El proceso comienza cuando los miserables se ven obligados a abandonar su territorio para sobrevivir. En el transcurso de estos vagabundeos, el individuo se desocializa. Ha roto con sus primeros vínculos, aquellos que obligan y protegen a la vez. Contrae otros nuevos, más inestables y a menudo más peligrosos.

Es a menudo la imposibilidad de construir posiciones estables en este tipo de sociedad, cuando solo se dispone de su fuerza de trabajo, la que  alimenta la marginalidad social. La marginalidad es el nombre que uno puede darle a las formas más frágiles de la vulnerabilidad popular.

Marginalidad y cambio social

La marginalidad es una producción social que tiene su origen en las estructuras de base de la sociedad, la organización del trabajo y el sistema de valores dominantes a partir de los cuales se reparten los lugares y se fundan las jerarquías, dándole a cada uno su dignidad o su indignidad social.  Pero ellos no siempre han estado condenados a desempeñar un rol pasivo, han constituido un factor esencial de cambio histórico. Cuando los marginados proliferan, es la mayoría la que corre el riesgo de desviarse. La marginalidad ejerce una presión en las estructuras estables de una sociedad, las socava y, finalmente, impone su recomposición. Es la multiplicación de estas situaciones inciertas, la que ha impuesto progresivamente la consigna del libre acceso al trabajo contra las regulaciones rígidas de la organización del trabajo en las sociedades preindustriales.

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