Urbanizacion
Greemh26 de Noviembre de 2011
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Mientras cruzaba la isla, la hierba volvía a entrelazarse detrás de él formando un mar de ondulantes olas. Se abrían en ella pasillos que se cerraban cuando había pasado, como si quisiera admitir a aquella criatura grande y vigilante en el seno de su verde santuario.
J. G. BALLARD, La Isla de Cemento 1
El proceso de urbanización ha estado ligado tradicionalmente y desde buen principio, a las lacras y los peligros que supuestamente lo acompañan, aunque en definitiva esto no va a ser siempre así, ya que cómo sabemos se acabará asociando este proceso al orden y el bienestar. Sin embargo podríamos observar distintos matices que han adquirido tanto el proceso de urbanización como el concepto de ciudad. En primer término el proceso de urbanización ha sido esencial para el avance económico y unas condiciones de vida más óptimas y en segundo término la ciudad ha venido siendo atractivo para las nuevas tecnologías y ha sido foco irradiador de culturas.
Debemos considerar el fenómeno urbano como algo relativamente reciente, además el desarrollo urbano no es posible considerarlo desligado del desarrollo social al que está irremediablemente unido, así cómo también permanece unido al desarrollo económico que lo acompaña. En definitiva todo este proceso, reciente y abrumador, no se nos escapa a la hora de constatar que formamos partido, la sociedad, de este desarrollo vertiginoso, reflejo de la velocidad con la que se están moviendo las cosas a nuestro alrededor y que lejos de parecer dinámicos, estos procesos, aletargan nuestro grado de reacción e incrementan nuestra inconsciencia. Sin embargo todo no ha estado siempre así definido. No tenemos más que recurrir a las fuentes para saber que durante sus inicios la ciudad nace como la concreción espacial con cierta división del trabajo y estas, pese a su precocidad, no dejaban de estar acompañadas de un proceso urbano lento y en otras ocasiones, las ciudades, estaban sujetas a una inconsistencia que las hacía aparentar efímeras. Por tanto ya tenemos establecido el nacimiento del proceso urbano alrededor de la revolución neolítica, su primer desarrollo destacado ubicado en la consolidación alrededor del Mediterráneo, de las primeras civilizaciones urbanas que comprenden Grecia y posteriormente Roma. Un subsiguiente recaída durante los primeros siglos de la Edad Media seguida de una recuperación tanto en los últimos siglos de la Edad Oscura, como su definitivo impulso ya durante el Renacimiento. De todas formas, no podemos olvidar que paralelamente a occidente durante la Edad Media tanto en la escindida Bizancio como en el próspero Islam 2, lejos de conocer un proceso de regresión, las ciudades experimentaron un considerable florecimiento.
Pese a todo ello, es decir, tras los siglos y siglos de evolución y transformación social, una vez entrada la Edad Moderna 3, las ciudades europeas todavía conservan los rasgos por los que se habían venido caracterizando durante todos estos años, desde que surgió como paradigma junto a la historia. Sin embargo no dejaba de tratarse de unidades compactas donde sus ciudadanos gozaban de privilegios y donde revoloteaba el poder real y eclesiástico. En este sentido a partir del siglo XVIII la economía y la tecnología se encontraba preparada frente a unos cambios que se habían estado fraguando y que a partir de dicha fecha se verían colmados.
Sin embargo desde las ciudades griegas ya constituían importantes núcleos urbanos reducidos a modo de ciudades-estado con clara vocación comercial. Posteriormente El Imperio Romano y la subsiguiente romanización constituyeron un destacable proceso de urbanización cuyo principal objetivo estaba en el control militar, a partir de un núcleo de control, o bien aprovechaban los anteriores núcleos colonizadas, o bien los conformaban ex-novo. Sin embargo con la disolución definitiva de dicho imperio en occidente el proceso sufre un primer retroceso que por otro lado no se verá reflejado en sus homólogos de las regiones orientales y en definitiva no será hasta el siglo XI cuando las ciudades se verán reforzadas por la consolidación del sistema feudal. Por otro lado el proceso no se encuentra exento de otras crisis sucesivas, más concretamente durante los siglos XIV y primeros años del siglo XV, para recobrarse con la iniciativa de las primeras monarquías europeas, entrando ya en pleno Renacimiento, y su posterior expansión.
La ciudad de Londres constituye el paradigma de ciudad industrial por excelencia, a la que no podemos dejar de eludir dentro del contexto de la urbanización contemporánea, tanto por su carácter pionero en diferentes etapas, que van desde finales del XIX: la consolidación del sistema de fábricas, la comercialización de las máquinas para la industria textiles, la consolidación de los paisajes urbanos, la industria del acero y la construcción del ferrocarril, los grandes centros industriales y la irremediable concentración poblacional, en un fase temporal desde aproximadamente 1780 hasta 1870 con una subsiguiente fase a partir de dicha fecha. Destaca sobre todo la tercera fase del proceso urbanizador en el caso británico relacionada directamente con las innovaciones técnicas la organización de la producción industrial y su localización en un territorio en concreto. Sin embargo en el siglo XVIII prevalecía una concepción claramente influenciada por el movimiento ilustrado dónde predominaba ante todo la idea de felicidad humana, que se extendía a una ideología antiurbana con posiciones claramente reaccionarias. Estas desconfianzas pudieran verse posteriormente constatadas con la realidad insalubre de los núcleos de concentración urbana (las pestes, fiebre bubónica…) y el posterior desarrollo de los planes de urbanización. En este caso más próximo a nosotros se encontraría el famoso plan urbanístico de Ildefons Cerdá para la Ciutat Comtal. En definitiva El desarrollo urbano opta por la expansión de su entramado, prescindiendo de su enclave de murallas, la proliferación de grandes avenidas, la consecución de ensanches.
Sin embargo la expansión del entramado urbano venía previamente hostigada por la proliferación industrial, y las relaciones económicas y sociales. En este sentido las ciudades crecían de manera desigual y transitoria y la velocidad con todo lo que conlleva será tal vez la característica que mejor defina como se estaba desarrollando el proceso. Así el desarrollo de nuevas condiciones de trabajo, o de una manera de entender el trabajo de un modo más distanciado y científico, más calculado y eficaz sería la tendencia predominante. La manufactura industrial constituiría el germen por el que los hijos que se criaron en este contexto industrial conformarían con posterioridad los habitantes de la posterior ciudad moderna.
Sin embargo cuando nos referimos a la “Ciudad de Hoy” se encuentra bajo un nuevo proceso de desconcentración. Por motivaciones que se resumirían tanto por el cambio sufrido en la industria, el acceso a nuevas tecnologías y un desarrollo del sector terciario. Una organización en red con procesos productivos diferenciados una distribución más dispersa de la ubicación urbana en distintas áreas metropolitanas.
En las últimas décadas del pasado siglo se ha experimentado una fragmentación de los mercados de consumo, con diferentes tipos de consumidores, la fragmentación del anterior mercado de masas y las multiplicación y jerarquización de los estilos de vida, que vendría a caracterizar la era postindustrial.
Asistimos impasibles a la configuración de un panorama dónde toma acomodo la denominada “ciudad difusa” que comprendería un territorio más extenso. Lejos ya de un recinto delimitado. En este sentido podríamos destacar la situación de Barcelona, claro exponente de la densificación de la población constreñida dentro de las murallas, que constituían uno de los puntos más densificados de toda Europa y que su proceso de derroque es relativamente tardío. En este sentido el crecimiento de las ciudades era a modo de “mancha de aceite” Y la articulación de redes que relacionaban el espacio. También en Barcelona podemos ver el claro exponente de las rondas que seccionaban el espacio urbano. Prevalecería ante todo la mayor flexibilidad del proceso urbanístico y también se ha visto su desarrollo consecuencia directa de su avituallamiento de servicios y equipamientos necesarios. La tendencia a sistemas urbanísticos reticulares con una progresiva pérdida de jerarquización del espacio. En definitiva la apariencia de estas ciudades difusas, sin confines, en apariencia, se encuentran delimitados de alguna manera por divisorias sociales y funcionales, y en menor medida, políticas y administrativas. Existiría como consecuencia una tendencia a despejar el centro de las grandes urbes. La división de estos confines acabaría por imposibilitar la coordinación administrativa que la convertiría en menos pragmática y amenazaría las condiciones ecológicas necesarias para vivir.
En definitiva los lugares urbanos aparecen, más que nunca como lugares de intercambio, de personas, de bienes, de información y de ideas. Así el territorio urbano depende tanto de la configuración espacial y las nuevas formas de movilidad como de los gradientes de densidad en las diferentes áreas. En resumidas cuentas predomina la sobre-centralidad de las ciudades más importantes a la par que el proceso de desconcentración se estima necesario para asegurar la centralidad de las ciudades importantes.
La importancia creciente de las telecomunicaciones y las mejoras tanto en los sistemas como en las redes de transporte en el último tercio del siglo XX han caracterizado la evolución de las ciudades. Y no solamente las ciudades comprenden los tradicionales
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