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Autobiografia


Enviado por   •  29 de Septiembre de 2014  •  1.534 Palabras (7 Páginas)  •  130 Visitas

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Cultura e identidad latinoamericana

El pasado noviembre se celebró. en el antiguo Colegio de San Ildefonso de la UNAM y organizado por la Secretaria Relaciones Exteriores, un coloquio Cultura, Identidad e Integración Latinoamericanas en el que participaron académicos, artistas, escritores, filòsofos, diplomáticos y políticos de México, Argentina, Brasil, Colombia, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela, un acto de conciencia continental paralelo al de la reunión, en Acapulco, de presidentes de los respectivos países, pocos días después. En la mesa sobre “Raíces históricas”, Edmundo O’Gorman hizo una crítica del concepto de la “identidad latinoamericana” que desató un interesante debate -sin duda lo más interesante del coloquio cuya transcripción, lamentablemente, no nos fue posible obtener y al cual se refiere Juan Nuño en las páginas que aquí publicamos. Incluimos también las ponencias sobresalientes de Octavio Paz, Luis Villoro, Fernando de Szyszlo y Santiago Ezequiel Kovadloff. De Szyszlo -quien ilustra este número de Vuelta-, nació en Lima en 1925 y es uno de los mayo res artistas de nuestros países; ha expuesto en París, Florencia, Nueva York, Washington y diferentes paises de América Latina. Kovadloff (Buenos Aires, 1942), filósofo -su tesis se ocupó de Martin Buber-, es autor de diversos ensayos literarios -sobre Pessoa, Bandeira y Ferreira Guller entre otros- y de tres libros de poemas -Zonas e indagaciones, Canto abierto y Ciertos hechos.

Este coloquio se inscribe dentro de ese vasto movimiento de unión entre las naciones democráticas de América Latina, iniciado hace unos pocos años. Nuestros gobiernos buscan estrechar los lazos entre nuestros países, concertar nuestras economías y armonizar nuestras políticas. Ante los descalabros del pasado inmediato y las amenazas del presente, nuestras patrias comienzan a recobrar la memoria de su origen y la conciencia de su común destino. Enhorabuena. La cultura, en las distintas acepciones de la palabra, no puede convertirse en instrumento de esta o de aquella política sin riesgo de ser desnaturalizada y aún pervertida. Sin embargo, los puntos de intersección entre la cultura y la politica son numerosos; unos son benéficos, otros nocivos y muchos, para bien o para mal, inevitables. Es imposible comprender y juzgar una política sin tener en consideración las ideas que la animan, los propósitos que persigue y los medios que emplea. En este sentido, la política es cultura: idea convertida en acto. También la cultura es, con frecuencia, política; por ejemplo, cuando un escritor defiende o condena los actos de un gobierno o de un grupo en nombre de un principio filosófico 0 moral. La cultura es el dominio de los signos y de los símbolos; ahora bien, en materia política éstos no cuentan menos que las realidades sociales y económicas. La política es un lenguaje, es decir, un teatro de signos y de símbolos. Lenguaje, teatro, signo, símbolo: la política es todo esto porque no es sino una de las manifestaciones, como la religión y la economía, el arte y la moral, la ciencia y el derecho, de esa realidad plural y elusiva que llamamos cultura. ¿En qué consisten, entonces, los riesgos de cualquier política cultural? A mi juicio, en la confusión entre la parte y el todo. 0 dicho en términos morales: en la desmesura de la política, que es poder, ante la cultura. Es el viejo pecado que echa abajo los imperios y las repúblicas, deshonra a los príncipes y los caudillos populares, arrasa las ciudades y las patrias -la pasión terrible descrita por los trágícos griegos y por Shakespeare. La cultura es una realidad más amplia que la política.

Sus límites son, en un extremo, los de la sociedad misma y, en el otro, la intimidad de cada uno. El infinito social y el infinito individual. Por esto, la mejor y más sabia política cultural es la de aquellas sociedades que combinan las instituciones democráticas con el respeto a las libertades fundamentales. En la esfera de la cultura, el primer deber de un gobierno moderno es de orden negativo, por decirlo así: respetar los fueros de la s0ciedad y el fuero interno, la conciencia de cada persona. Ambos están en continua comunicación, a veces abierta y otras subterránea. Comunicación que es una conversación en la que participan también, con sus obras y su ejemplo, los muertos, los ausentes y los extraños. Cada cultura dialoga con ella misma y con las otras culturas. Es un diálogo hecho de coincidencias y contradiccidones, asentimientos y negaciones, creaciones y crítica de esas creaciones, hipótesis y demostraciones, imitaciones e invenciones. Así la sociedad se mantiene viva y se transforma sin cesar para, al cabo de cada metamorfosis,

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