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Bio. FERNANDO BELAUNDE TERRY.

jorgealbertocabrBiografía2 de Abril de 2016

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El MAESTRO UNIVERSITARIO

 



Preámbulo

 En la historia de la vida del estudiante universitario, hay maestros que son “inolvidables”, de agradable recordación, y siempre viven en el corazón de sus discípulos. Forman ese conjunto de maestros gratos al recuerdo que siempre están presentes en la memoria de los que fueron sus alumnos, que los citan a menudo como ejemplo de grandeza moral, de fortaleza espiritual, de valor ante la adversidad y de proyección ante el futuro de la patria.

Así sucede con hombres como Fernando Belaúnde Terry, quien expandió su influencia en la arquitectura del Perú con  sabiduría, valor, templanza, carisma,  buenas maneras,… y, por sobre todo su, amor a Dios y la patria.

 

Sus clases en la facultad de arquitectura

La inconmensurable labor de, maestro universitario comienza poco tiempo después de que se incorporara como profesor de la Escuela de Ingenieros y  asume la dirección del Departamento de Arquitectura   y se plantea, como primer objetivo, independizar la carrera de Arquitectura de la de   Ingeniería Civil, dos años después, cuando la escuela es transformada en Universidad Nacional de Ingeniería, lo consigue; entonces asume el decanato de la primera Facultad de Arquitectura Peruana ,a la que dotó de una  increíble plana docente en la cual todo profesor era extraordinariamente bueno  y  en ella introdujo un moderno programa de estudios cuya, estructura  fue modelo de las siguientes facultades de arquitectura que se formaron en el  país.


En esa época, todas las carreras se concentraban en un solo pabellón, el que hoy se denomina pabellón central, y  estaba rodeada de extensos terrenos rurales y reservas para el crecimiento del campus. Belaúnde fue el primer decano –y acaso el único- que gestionó y llevó adelante la construcción de una edificación moderna y diseñada especialmente para ser facultad de arquitectura, sin emplear recursos financieros de la Universidad; pues supo movilizar la generosidad de sus colegas, de los comerciantes e ingenieros  constructores y también la de los trabajadores y alumnos. A cada nueva promoción, se le inducía a contribuir con algo hasta completar la obra inconclusa. Constituía una suerte de iniciación de la que salían los estudiantes con las manos dañadas y el espíritu lleno de orgullo.

En ese ideal espacio de superación, los nuevos alumnos del cuarto año esperaban a Belaúnde con expectativa para participar de las clases del curso: “Problema Nacional de la Vivienda”, que él magistralmente enseñaba. Estas se iniciaban con la explicación  de una idea que luego ilustraba en la pizarra o con diapositivas y complementaba con  citas de arquitectos o escritores notables que expresaba con una voz y tono que solo tienen los que siempre dicen la verdad. Luego,  proponía elaborar un esquema que pueda sintetizar las ideas explicadas; después recogía el ejercicio, repartía unas hojas en las que aparecían esquemas similares, seleccionados entre los mejores realizados  por los alumnos de promociones anteriores, y los comparaba con los nuevos. Esto le servía para resaltar los aspectos soslayados y así evitar que pasaran inadvertidos. Enseguida, entraba en el tema siguiente que desarrollaba con ritmo y  amenidad parecidos .Sus clases eran bastante concurridas porque atraían a los muchachos y despertaban en el auditorio un tonificante entusiasmo. Estaban orientadas a promover inquietud por las materias; no a enseñarlas en forma de conferencias. Le apasionaba hablar sobre la vivienda social y el desarrollo infraestructural que abriría paso a la promesa de un futuro mejor para el Perú. Cuando culminó su gestión en 1961, dejó una Facultad exitosa y prestigiada, con una población  de algo más de 200 estudiantes. Entre ellos, destacaba la presencia de numerosos colombianos, venezolanos y bolivianos que venían especialmente a  estudiar la carrera en Lima.

Justamente uno de estos  estudiantes extranjeros escribió:

“…Conocí al arquitecto Belaúnde Terry en una época en la que aún no se había orientado a la lucha política y era nuestro decano en la Facultadde Arquitectura en la entonces Escuela Nacional de Ingeniería. Por circunstancias de la vida me tocó salir de mi país de nacimiento, Venezuela, y cursar una parte de mis estudios de arquitectura en el Perú, país que he considerado, desde entonces, una segunda patria. Del arquitecto Belaúnde Terry guardo imborrables recuerdos como persona y como figura profesional por su don de gente, su magnífica oratoria, su enciclopédico conocimiento del Perú, en sus más recónditos rincones, los que visitaba personalmente y, por sobre todo, por poseer una muy genuina sensibilidad y una conciencia, como planificador nato que era, de las necesidades y de los problemas prioritarios a ser resueltos en cuanto a la  incorporación de la población peruana al bienestar y al desarrollo del país, convicciones que predicaba a través de su propia actividad docente...”

 

“Otro aspecto que le admiré mucho fue su sencillez y cercanía para con los estudiantes de arquitectura. Un pequeño detalle la ilustra: recuerdo como si fuese ayer cuando apareció de pronto ante un grupo de nosotros que platicábamos en la planta baja de la Facultad y nos pidió ayuda para acarrear una pesada mesa de reuniones a su oficina. Así, entre todos, y él, como uno del grupo, empujamos y llevamos la mesa escaleras arriba y nos sentimos orgullosos de compartir esa tarea...”

“Reminiscencias que van conformando e ilustrando una vida profesional...

¡Adiós, arquitecto Belaúnde Terry... fue un gran placer y un honor el haberlo conocido!”

                                                                                 (Arq.  Gonzalo Vélez Jahn  )

Su inagotable energía y dotes naturales de maestro lo llevó a difundir los conocimientos de arquitectura a través de su revista “El Arquitecto Peruano”, cuya primera edición apareció en agosto de 1937 y apuntaba a un público amplio, al que pudiera enseñarle a apreciar la arquitectura; darle a conocer sus novedades e informarle acerca de la evolución de las tecnologías; Belaúnde la dirigió durante veintiséis años. Hasta que asumió la presidencia por primera vez, en julio de 1963. Su gravitación fue muy grande y sirvió para introducir los principales temas de la arquitectura, el planeamiento urbano, las políticas de vivienda, la preservación del patrimonio monumental y la valoración de la arqueología. Se publicó durante 40 años, hasta mediados de 1977. Fue una tribuna abierta y plural con la que colaboraron los principales arquitectos del medio.  Su objetivo central fue difundir y prestigiar la arquitectura realizada en el Perú.

El maestro,  en su infatigable labor, dio la  iniciativa  para que se forme, el programa de post grado denominado Instituto de Planeamiento de Lima, que fue promovido por la Facultad de Arquitectura, como consecuencia de la introducción, años antes, de la enseñanza profesional del urbanismo. Funcionó con el  patrocinio de la OEA y la asesoría académica de la Universidad de Yale. En sus aulas podía encontrarse –además de limeños- egresados de distintas especialidades provenientes de provincias y de varios países de la región.

Sus clases en la facultad de ingeniería civil

Recuerdo la primera clase que tuve con el arquitecto Belaúnde, fue en el curso de “urbanismo”, mis compañeros y yo, teníamos mucho interés por participar de estas clases ya que por ese entonces él era toda una personalidad y cada acto que realizaba generaba gran expectativa, en este caso se trataba del primer encuentro académico y queríamos corroborar esos buenos y agradables comentarios sobre sus clases por parte de los alumnos que nos precedieron en el estudio de esta materia (se decía que encandilaba a la audiencia).

Así estábamos esperando la hora de su llegada a clase haciendo bromas y comentarios del día y de pronto apareció la figura del maestro y en ese momento todos automáticamente guardamos silencio ante la imagen de respeto y admiración que irradiaba ;de pronto recibimos los buenos días y se presentó- aunque esto realmente no era necesario pues todos sabíamos perfectamente quién era, luego hizo una síntesis del curso y sus contenidos para luego repartirnos el sylabus del curso con una tarjetita en la cual teníamos que poner, entre otros datos , nuestro nombre y el lugar donde habíamos nacido o el de nuestros padres, en el caso de que hubiéramos nacido en Lima ;luego las recogía y pasaba lista en base a estas y en un sorprendente acto de capacidad memorística describía detalladamente el sitio en que habíamos nacido indicando los lugares más notables del lugar sus fiestas, comidas ,clima ,familias, amigos y anécdotas que tenia de ese lugar, ,todo esto en diálogo con el alumno que estaba relacionado con la ficha que tenía en mano y de esta forma teníamos un viaje virtual por todo los lugares de donde proveníamos .

Cuan cierto es que él había recorrido todo el Perú de “villorio por villorio” y lo conocía a la perfección con esa capacidad que solo pueden desarrollar  los que aman esta tierra verdaderamente.

Así pasó la primera clase y vino la segunda que fue esperada por mí con mucho interés, pues la primera había sobrepasado mis expectativas largamente. Comenzó indicándonos que como parte del desarrollo del curso teníamos que desarrollar un trabajo escalonado sobre un tema específico del curso que teníamos que escoger a nuestro gusto, advirtiéndonos que éste solo podría ser bien hecho si lo programamos bien para cada fecha de presentación y dijo así: “para escoger el tema tienen una semana, una semana más para definir el título del trabajo ,para presentar la bibliografía tienen dos semanas, para la presentación de las fichas tres semanas…” ,y así hasta la ultima semana en que correspondía la presentación del trabajo completo y la sustentación del mismo ,todo este cronograma con sugerencias y recomendaciones dialogadas y acordadas con nosotros.

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