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Columna De Hierro


Enviado por   •  8 de Mayo de 2012  •  430 Palabras (2 Páginas)  •  583 Visitas

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http://es.scribd.com/doc/16678032/La-Columna-de-Hierro

Por primera vez Marco se sintió nervioso. Creyó estar a salvo en Roma pero Escévola lo había convencido de

lo contrario. El oculto asesino podría ser más astuto esta vez. Marco se sintió agradecido por la presencia de

Sirio, que siempre le había caído simpático y que ya le había demostrado su devoción. Pero ¿como explicar

esta adquisición a Helvia ? Por desgracia había que contarle todo.

Marco empezó a mirar a las manos de todos los hombres en busca de un anillo con forma de serpientes.

Un día Escévola le trajo un nuevo cliente, el hombre se llamaba casino. Era de mediana edad, de aspecto

robusto y obstinado y sus vestiduras, aunque de buena calidad, considerando los tiempos, no tenían nada de

elegantes. Casino le dijo − hace varias semanas que recibí orden de los tribunos de que cesase en la

producción de toda clase de material que no fuera de guerra, Marco examino la orden y dijo: la ley establece

que ningún ciudadano Romano libre puede ser obligado a hacer nada contra su voluntad.

Marco fue a visitar a su amigo Julio y le contó todo lo sucedido y como el amuleto que le había regalado su

madre le salvo la vida .mientras Marco era llevado a su casa Julio escribía una carta. por lo tanto, no debe

hablar, pero debe de ser recordado que a partir de ahora esta bajo mi protección.

Cáp. 20

Bajo una tormenta in tempestuosa Marco se refugio en el techo del templo. Se apoyo contra una pared y su

brazo toco otro brazo. Volvió la mirada para encontrarse con Livia Catalina.

Ella le dijo: − He recibido un mensaje de el. Volverá pronto con Silia. Volverá a mí y a nuestro hijito. − debo

irme− grito y corrió.

Cáp. 21

Escèvola se dirigía en su litera a casa de su hijo donde lo esperaban para cenar. Cundo sus esclavos

empezaron a gritar aterrorizados. A la luz de un farol vio los rostros de sus asesinos y los reconoció. Ni

siquiera pronuncio una palabra de queja y una puñalada al corazón acabo con el. ¡Viva Carbo! −gritaron los

asesinos

Cáp. 22

Silia

...

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