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El Si De Las Niñas

tatiana2v18 de Agosto de 2013

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Nació en Madrid en 1760, de noble familia asturiana. Su padre era el poeta, dramaturgo y abogado Nicolás Fernández de Moratín y su madre Isidora Cabo Conde. Se crio en un ambiente donde eran frecuentes las discusiones literarias, pues su padre Nicolás fue un hombre dedicado a las letras. A los cuatro años, enfermó de viruela, lo que afectó su carácter, volviéndolo tímido. No cursó estudios universitarios porque su padre estaba en contra, y comenzó a trabajar como oficial en una joyería.

A los diecinueve años, en 1779, ya había conseguido el accésit de poesía al concurso público convocado por la Academia. En 1782 ganaría el segundo premio con suLección poética. En 1787, y gracias a la amistad de Jovellanos, emprende un viaje a París en calidad de secretario del conde de Cabarrús, entonces encargado de una misión a París. La experiencia fue muy provechosa para el joven escritor. Vuelto a Madrid, obtiene su primer gran éxito con la publicación de la sátira La derrota de los pedantes. El Conde de Floridablanca le hace entonces la merced de un beneficio de trescientos ducados, y Moratín se ordena de primera tonsura, requisito indispensable para poder disfrutar del beneficio. A poco de llegar Godoy al poder logró la protección del favorito, que le ayudó a estrenar sus comedias y aumentó sus ingresos con otras sinecuras eclesiásticas.

Durante cinco años viajó por Europa, regresando a Madrid en 1797 para ocupar el cargo de secretario de Interpretación de Lenguas, que le permitió vivir sin apuros económicos.

En 1808, a la caída de Godoy, tomó partido por los franceses y llegó a ser nombrado bibliotecario mayor de la Real Biblioteca por el rey José Bonaparte. A partir de entonces fue tachado de «afrancesado», por lo que hubo de refugiarse en Valencia, Peñíscola y Barcelona al producirse el cambio político.

Leandro Fernández de Moratín fue un hombre de teatro en el sentido amplio de la palabra. A su condición de autor teatral hay que añadirle otros aspectos menos conocidos, pero que fueron tan importantes para él como éste y le ocuparon a veces más tiempo, esfuerzo y dedicación que sus propias obras. Fue Moratín uno de los fundadores de la historiografía teatral española. Sus Orígenes del teatro español, obra que dejó inédita y que fue publicada en 1830-1831 por la Real Academia de la Historia, es uno de los primeros estudios serios y documentados del teatro español anterior a Lope de Vega. Es también de gran interés el «Prólogo» a la edición parisina de sus obras en 1825, en donde resume, desde una perspectiva clasicista la historia del teatro español del siglo XVIII. Moratín fue también un activo impulsor de la reforma teatral de su tiempo. Relacionado con los círculos del poder que estaban interesados en esta reforma y heredero de las ideas de su padre, no dejó de promover una renovación de toda la estructura teatral vigente en la España de su época. La comedia nueva es uno de los hitos de esta campaña de reforma emprendida por los intelectuales que se movían alrededor del gobierno desde mediados del siglo cuando proponían reformas Ignacio de Luzán, Agustin de Montiano y Luyando, Blas Nasarre y Luis José Velázquez. Murió en París en junio del año 1828.

VALORACIÓN CRÍTICA DE EL SÍ DE LAS NIÑAS

El sí de las niñas es la más popular de las cinco comedias que escribió Leandro Femández de

Moratin, autor también de poesía y de prosa no teatral. La obra, estrenada en 1806, se

mantuvo veintiséis días en cartel, lo que constituye un éxito para la época. Como veremos, se

trata del máximo exponente del teatro neoclásico español del siglo XVIII.

El tema básico es la boda de conveniencia entre doña Francisca, de 16 años, y don Diego,

señor acomodado de 59. La muchacha está enamorada, en realidad, de don Carlos,

"casualmente" sobrino de don Diego, pero está dispuesta a aceptar el matrimonio por

obediencia a su madre, la interesada doña Irene. Lo llamativo es que a don Diego le

preocupan realmente los sentimientos de doña Francisca (o Paquita) y, al enterarse de la

verdad, da su bendición al matrimonio de ambos. He aquí el ejemplo que, con el afán

didáctico propio de la literatura ilustrada, nos quiere transmitir el autor: don Diego, que en

cierto modo representa al propio Moratín, actúa guiado por la prudencia y la sensatez, sin

dejarse llevar por la ira ni por la pasión, como hubiera hecho un personaje de teatro barroco

en su misma situación. Utiliza el diálogo como medio de resolución de conflictos, y es él

mismo quien, en sus reflexiones finales, transmite la tesis de la obra: la culpa de esta

situación es de la educación que reciben las niñas, que enseña a disimular y a acatar

sumisamente la autoridad de sus madres. Así pues, comprobamos el propósito crítico y

reformista característico del teatro neoclásico: no sólo se censura una costumbre social

extendida en aquella época, como es la de los matrimonios desiguales, sino también la

educación femenina. En ese sentido, estamos ante una obra avanzada y comprometida con su

época, y en cierto modo "feminista" por adelantado. Sin embargo, el desenlace no es tan

valiente como pudiera parecer: es cierto que se frustra el proyectado matrimonio, pero el

nuevo, entre Paquita y don Carlos, salvaguarda los intereses de todos: el económico de doña

Irene, pues, al fin y al cabo, su hija acabará heredando la fortuna del tío y tutor de don

Carlos, y el del propio don Diego, que se asegura compañía para su vejez, aunque vea

decepcionadas sus aspiraciones amorosas. Más valiente hubiera sido una reacción decidida y

sincera de Paquita en contra del matrimonio, o una boda con alguien ajeno a don Diego. Hay

que tener en cuenta, también, que los cánones de la comedia imponen un final feliz. En todo

caso, hay que situarse en la época para valorar el carácter avanzado de la obra; prueba de ello

son los problemas que tuvo con la Inquisición (acusada de burlarse de la educación

religiosa). El mero hecho de tratar problemas familiares y cotidianos en un ambiente y con un

lenguaje de clase media ya suponía una ruptura con el tipo de teatro posbarroco popular en

aquella época, basado en efectos especiales y lances inverosímiles, y generalmente en verso.

En el aspecto técnico, la obra cumple con los preceptos neoc1ásicos sin que resulte forzado,

de una manera fluida y natural. La unidad de lugar (posada de Alcalá de Henares) permite

desenredar la trama (basada, eso sí, en la coincidencia un tanto forzada de todos los

personajes en el mismo sitio); la unidad de tiempo(diez horas desde un atardecer al amanecer

del día siguiente, donde la llegada simbólica de la luz del día trae consigo la claridad de la

razón y el desenlace armonioso) no impide que, gracias a los diálogos, conozcamos los

antecedentes de la situación, y la unidad de acción mantiene en el espectador cierta intriga y

suspense, con momentos climáticos al final del primer y segundo actos. Con frecuencia el

suspense proviene del hecho de que el espectador sabe más cosas que algunos de los

personajes.Moratín se rige por el principio de economía dramática: nada de elementos superfluos ni de

excesos: pocos monólogos y apartes, pocos personajes, lenguaje moderado y coloquial

familiar; todo ello para conseguir la verosimilitud, tan apreciada por los neoc1ásicos. Todos

los elementos cumplen su función dramática: la ventana (entrevista final), la jaula del tordo

(al golpeada Simón, se precipita el desenlace)...

Los personajes, y las relaciones entre ellos, están bien perfilados, resultan creíbles y dotados

de humanidad: Paquita no es tan inocente e infantil como cree su madre, que anula la

personalidad de su hija con su actitud un tanto chantajista, interesada y en exceso autoritaria,

ridiculizada por su histerismo y sus ansias de gloria (siempre hablando de sus matrimonios y

de sus distinguidos parientes). Don Carlos también respeta la autoridad de su tío y tutor, don

Diego, que lo trata con paternalismo, pero su relación es más sincera y franca. Sorprenden un

poco los términos en que dialogan, al quedarse a solas, los dos enamorados, ya que, aunque

cariñosos, resultan un tanto formales y no denotan un gran apasionamiento. En cuanto a los

criados, desempeñan un papel más secundario que en el teatro barroco, pero tienen su

importancia en la trama, avisando y ayudando a sus señores, sobre todo Rita, que le sirve de

confidente a Paquita. Entre ella y Calamocha se intercambian diálogos picantes, en un

registro lingüístico más popular.

En definitiva, se trata de una obra interesante, no sólo como ejemplo de un modo de concebir

el teatro (basado en su verosimilitud y su función social), sino por el desarrollo de su trama,

lo convincente de los personajes, la cercanía del lenguaje e incluso, salvando las distancias,

por su vigencia actual, ya que aborda temas como las relaciones padres- hijos, el

autoritarismo en la educación, las diferencias en la educación de niños y niñas o, incluso, el

matrimonio por conveniencia, que todavía pueden ser objeto de debate hoy en día. 

Análisis de la obra El sí de las niñas

Introducción

El si de las niñas es una

...

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