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Hey Nigga


Enviado por   •  3 de Junio de 2014  •  1.342 Palabras (6 Páginas)  •  326 Visitas

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En este capítulo trataré de alcanzar varios objetivos. En primer lugar, examinaré algunos problemas básicos conceptuales que nacen de conectar los principales conceptos de la teoría de la estructuración con una interpretación de la naturaleza de lo inconsciente. Esto da paso a preguntas sobre el mejor modo de conceptualizar el «propio-ser» [«self»], especialmente el «yo» del agente reflexivo. Después pasaré a retratar el modo en que se pueden representar los fundamentos psicológicos del entrelazamiento de consciente e inconsciente, para lo que recurriré en particular a los escritos de Erikson. Pero una parte sustancial de mi argumento será que ese retrato enseguida suscita cuestiones de naturaleza social relacionadas con el carácter rutinizado de la vida cotidiana. Por la vía de un análisis de «situaciones críticas» en que las rutinas se subvierten de una manera radical, intentaré mostrar que el registro reflexivo de encuentros en circunstancias de copresencia se coordina de ordinario con componentes inconscientes de personalidad. Esto nos hará pasar de manera directa a un examen de algunas de las intuiciones que se pueden extraer de Goffman sobre interacción entre agentes copresentes. Un interés por el cuerpo, como lugar del propio-ser que actúa, y en tanto tiene postura en un espacio-tiempo, es el tema unitivo clave del material examinado y analizado.

Reflexividad, conciencia discursiva y conciencia práctica

Freud divide la organización psíquica del individuo en tres partes representadas en lengua inglesa por los desafortunados términos «id», «ego» y «super-ego» [yo, ello y superyó]. No creo que esos términos ayuden mucho y en cambio de ellos propondré la triple división sugerida por el modelo de la estratificación: sistema de seguridad básica, conciencia práctica y conciencia discursiva. No quiero decir que estas nociones tengan correspondencia directa con las freudianas. Los planos de intersección de los esquemas de comprensión y las normas que los actores utilizan en la constitución de su conducta son inherentes a las tres dimensiones de la personalidad. Pero es cierto que el «yo» (das Ich) se sitúa en el centro de lo que participa en la conciencia discursiva y demanda una considerable atención conceptual. Podemos aproximarnos a las cuestiones de que se trata si perseguimos algunas de las dificultades que crea la división de la personalidad según Freud, en especial en tanto interesan a problemas del obrar.[1]

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Reconocer la importancia esencial del registro reflexivo de una conducta en la continuidad cotidiana de una vida social no significa desconocer el peso de fuentes inconscientes de cognición y motivación. Al contrario, supone prestar atención expresa a la diferenciación que separa «consciente» de «inconsciente».

La lengua inglesa común nos proporciona al menos una guía general para ello. A veces hablarnos de conciencia para referirnos a algo equivalente a lo que llamaríamos «sensibilidad».[2] Así, alguien que se queda dormido o recibe un golpe en la cabeza «pierde la conciencias o «queda inconsciente». «Inconsciente» significa aquí algo diferente de su uso freudiano ortodoxo, y la «conciencia» a que se contrapone tiene un sentido muy lato. Ser «consciente» en este sentido es registrar un espectro de estímulos circundantes. La conciencia entendida de este modo nada tiene de específicamente reflexivo. La acepción en que los seres humanos «pierden» y «recobran» conciencia es directamente aplicable también a los animales superiores. Esta noción de conciencia evidentemente denota los mecanismos sensoriales del cuerpo y sus modalidades «normales» de operación y es presupuesta por los conceptos de conciencia práctica y de conciencia discursiva.

«Consciente» se usa a veces para denotar circunstancias en que la gente presta atención a sucesos que se producen en su derredor para poder referir su actividad a esos sucesos. En otras palabras, denota el registro reflexivo de una conducta por agentes humanos, en buena parte en la acepción de lo que he denominado conciencia práctica. Así, por ejemplo, un maestro de escuela puede ser «consciente» de lo que hacen los niños de las primeras filas del aula, pero ser «inconsciente» de que otros han empezado a charlar atrás. En este caso, el maestro puede no prestar atención, pero no es inconsciente en el mismo sentido de un individuo

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