Juan Rulfo
jaime196516 de Marzo de 2014
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JUAN RULFO UN PÁRAMO FÉRTIL
Mayo es el mes en que nació Juan Rulfo, este escritor mejicano que se paseó cómodamente por el realismo mágico-tal como lo ha hecho Gabriel García Márquez- y que pese a lo exiguo de su producción literaria logró llamar la atención de un continente entero. Sus obras capitales son: Pedro Páramo y El llano en llamas. Dos monumentos de la literatura, que tienen una profundidad pocas veces lograda en las letras hispanas, de una amargura que se siente casi respirándonos tras la nuca mientras leemos. Sus cuentos han ilustrados los textos de estudio desde siempre y su pluma nos entrega un ser mejicano, prolongable al ser sudamericano, lleno de un pesimismo y un ensimismamiento casi pétreo, con una descripción del desierto tan árida que percibimos a través de él la insignificancia del ser humano ante la fuerza de la naturaleza, Rulfo redefinió al ser mejicano, con sus abismales tragedias cotidianas, con sus resignaciones indigenistas, con sus revueltas populares, con sus tradiciones y creencias que transitan en un sincretismo y paralelismo hecho de creencias y supersticiones milenarias que se han asimilado a un cristianismo impuesto pero arraigado fervorosamente en el imaginario religioso.
Muchos autores se han referido a su obra como una clara influencia en la literatura hispanoamericana actual, lo cual resulta innegable, incluso García Márquez escribió, al recordar su primera lectura de la novela:.. “Álvaro Mutis subió a grandes zancadas los siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó del montón el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa: ¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda! Era Pedro Páramo. Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde la noche tremenda en que leí la Metamorfosis de Kafka en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá —casi diez años atrás— había sufrido una conmoción semejante”. Del mismo modo Jorge Luis Borges agrega: “Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la literatura”
Por su parte Nicanor Parra, siempre fiel a su estilo le dedica una serie de poemas en los cuales reconoce el mérito literario del autor: NO COMETERÉ LA TORPEZA “de ponerme a elogiar a Juan Rulfo / Sería como ponerse a regar el jardín / En un día de lluvia torrencial / Una sola verdad de Perogrullo:/ Perfección enigmática/ No conozco otro libro + terrible / Pedro Páramo dice Borges / Es una de las obras cumbres / De la literatura de todos los tiempos / Y yo le encuentro toda la razón”
Entre las anécdotas que se cuentan de Juan Rulfo y de su exigua producción literaria está la conversación que sostuvo con el escritor uruguayo Eduardo Galeano, el cual recuerda en su libro “Días y noches de amor y de guerra”: Galeano cuenta que, en 1974, en Buenos Aires, Rulfo le confiesa que “no tenía tiempo para escribir como quería, por el mucho trabajo que le daba su empleo en la administración pública. Para tener tiempo necesitaba una licencia y una licencia había que pedírsela a los médicos. Y uno no puede, me explicó Rulfo, ir al médico y decirle: 'Me siento muy triste', porque por esas cosas no dan licencias los médicos”. Rulfo trabajaba en el Instituto Nacional Indigenista de México, el reconocimiento a la calidad de su obra tardó en llegar y, por tanto, la autonomía económica para poder dedicarse a la literatura”
Es necesario recordar la figura de este monumento de la literatura hispanoamericana y universal Juan Rulfo nació en Acapulco (México) el 16 de mayo de 1918. Cuando cuenta con seis años, su padre es asesinado víctima de los convulsos coletazos que aún daba la Revolución Mexicana. Rulfo pasa unos años difíciles que se endurecen aún más con la muerte de su madre en 1930. Su adolescencia se caracteriza por la soledad y la tristeza. En 1930 se traslada
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