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Juntas de Gobierno

angeljimenez04Informe24 de Enero de 2013

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Preparado por: Carmen Bohórquez.

Al tiempo que en España las diversas provincias constituían Juntas de Gobierno con el doble propósito de asegurar el poder local y de organizar la resistencia armada contra el invasor francés, en América los criollos vieron la oportunidad de aprovechar el momento para, oponiéndose también a la ocupación francesa, asumir en mano propia la conducción de los asuntos políticos de la región, hasta entonces en manos casi exclusivas de los peninsulares.

En Venezuela, el recuerdo de antiguas rebeliones, los antecedentes de la Conspiración de Manuel Gual y de José María España, así como la expedición y la continua campaña epistolar de Miranda incitando a la rebelión, se mantenían en la conciencia de la población en general y de los criollos en particular, como evidencia de que el dominio de España en América no era tan homogéneo como se pretendía y podía ser, además, cuestionado.

Para el momento en que ocurren los eventos de España, era un hecho generalizado en América el descontento de los blancos criollos contra lo que consideraban una injusticia por parte de la Corona, al excluirlos de los cargos públicos de mayor prestigio; sobre todo si tenemos en cuenta que tanto en Venezuela como en otras circunscripciones coloniales, los criollos ejercían el poder económico a través del control del Cabildo, el Real Consulado y la agricultura, por lo que también aspiraban a la preeminencia en el campo del poder político.

Por ello, resultaba lógico que al enterarse de la fragmentación y casi desaparición del poder monárquico español por causa de la invasión francesa y del arresto de Carlos IV y del ahora monarca legítimo, su sucesor Fernando VII, el mantuanaje caraqueño considerara propicia la ocasión para hacer realidad sus preteridas aspiraciones de poder. Así, tan pronto se conoce en Caracas la noticia de que las provincias españolas habían constituido juntas de gobierno autónomas con el objeto de dirigir sus propios asuntos y organizar la resistencia contra las fuerzas invasoras, en noviembre de 1808, un grupo de mantuanos caraqueños, entre los cuales se encontraba el joven José Félix Ribas y Luis López Méndez, acuden ante el capitán interino de Venezuela, Juan de Casas, para pedirle que organice también una junta con las misma características de las españolas y en la cual aspiraban tener un lugar preponderante. Este intento, conocido como Conspiración de los Mantuanos, tuvo sin embargo un fin casi inmediato, pues el capitán general en lugar de acceder a las demandas de los mantuanos, ordena detenerlos, confinando a la mayoría a prisión domiciliaria, en tanto que otros son enviados al exilio. Vale señalar, que en el rápido fracaso de este movimiento incidió el rechazo que el mismo tuvo entre las milicias de pardos, quienes, sintiéndose objeto de permanente desprecio por parte de los mantuanos, ofrecieron de inmediato su apoyo a Casas, brindándose incluso a combatir militarmente contra estos. Una señal más de las tantas contradicciones que imperaban en la sociedad colonial.

En mayo de 1.809, el oficial español Vicente Emparan asume como nuevo Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela. Casi un año después, a comienzos de Abril de 1810, en Venezuela se conoce la noticia de que la provincia de Andalucía ha sido ocupada también por las tropas francesas y que la Junta Central, ante su fracaso en la defensa de España, ha decidido disolverse y ser sustituida por un Consejo de Regencia. El 18 de Abril, llegan a Caracas dos comisionados enviados por ese consejo, para exigirle a los venezolanos que reconocieran la autoridad del nuevo cuerpo.

Estos hechos impulsan a los criollos a retomar la idea de conformar una Junta de Gobierno autónoma que asumiera el gobierno de la Capitanía General a nombre de Fernando VII, y sin sujetarse al Consejo de Regencia. A falta del Rey legítimo, las provincias venezolanas, que al igual que las del resto de América habían sido declaradas iguales a las españolas por la Junta Suprema al momento de convocar las Cortes, se consideraron entonces con derecho a darse un gobierno propio hasta tanto se restableciera la monarquía española.

Acordados sobre el particular, los miembros del Ayuntamiento partidarios de constituir una Junta convencieron al alcalde José de las Llamozas que convocara a un cabildo extraordinario para el siguiente día Jueves Santo, dada la gravedad de las noticias que acababan de llegar de España. Igualmente hicieron correr la voz entre la población de que al siguiente día, jueves 19, todos debían congregarse en la Plaza Mayor, frente al Ayuntamiento. La idea era convertir esa sesión extraordinaria en un cabildo abierto y exigir al gobernador Emparan que definiera su posición respecto a los acontecimientos de España, y forzar así la constitución de la Junta de Gobierno ante la falta de un gobierno legítimo. Para esta acción, los mantuanos habían logrado implicar a los batallones de veteranos y otros cuerpos de milicias, así como comprometido el apoyo de muchos notables de la ciudad, intelectuales, parte del clero y un grupo importante del pueblo llano.

El centro de la discusión era la constatación de la imposibilidad de la metrópoli de asegurar su propio gobierno y, más aún, de impedir que los franceses se apoderaran también del territorio americano. De modo que no había otra solución para mantener la legitimidad del gobierno, asegurar la tranquilidad de la población y resguardar los derechos del rey prisionero que constituir una junta similar a las formadas en España que pudiera regir los destinos de la provincia.

La sesión del Cabildo caraqueño comenzó muy temprano en la mañana del día 19, con los mantuanos decididos a conformar una Junta de Gobierno en defensa de los derechos de Fernando VII en la provincia y sin que mediara en su determinación las protestas de Emparan, quien aducía que ya existía un gobierno legítimo en la Península que representaba al rey, y que ese gobierno era el Consejo de Regencia. Enfrentado a esta situación inesperada y en vista de las pretensiones de los mantuanos, el capitán general Vicente Emparan, deseoso de ganar tiempo e indeciso ante el camino a seguir, suspendió la sesión del Cabildo aduciendo la obligatoriedad de asistir a la catedral para tomar parte en los oficios del Jueves Santo, procediendo de inmediato a salir del recinto.

Algunos integrantes del Cabildo creyeron que su plan había fracasado, pero otros, más audaces, insistieron en acelerar el proceso y salieron tras Emparan. Casi a las puertas de la catedral, uno de los revolucionarios, Francisco Salias, interrumpió el paso del capitán general y tomándolo del brazo lo conminó a regresar al Cabildo. La actitud de Salias fue celebrada por un grupo de conjurados y por parte de la multitud allí congregada. Sin embargo, ante su osadía, los soldados que formaban la guardia del capitán general intentaron apercibir sus armas, pero una orden del oficial venezolano que los comandaba y que estaba en acuerdo con los conjurados, los mantuvo firmes en sus puestos, sin intervenir. Dadas la circunstancias, Emparan no tuvo otra alternativa que regresar al Cabildo, acompañado de los alcaldes, regidores y notables, mientras una multitud se congregaba a las puertas del mismo. De seguidas se incorporaron al Cabildo, aunque no eran miembros del mismo, los abogados Juan Germán Roscio y José Félix Sosa, el canónigo chileno José Cortés Madariaga, el presbítero Francisco José de Ribas, y el tribuno popular José Félix Ribas, aduciendo ser representantes del pueblo y del clero con derecho a participar en una discusión de tanta importancia para el destino de la Provincia.

Estando clara para todos la difícil situación de España, la discusión se centró en las formas jurídicas a seguir y en la legitimidad de la Junta a constituir. Como primera fórmula se propuso que la misma fuera presidida por el mismo Emparan, ante lo cual reaccionó Madariaga, convencido de que esa salida frustraría todos los planes revolucionarios. Para impedir que se aprobara esta propuesta, el canónigo inició un discurso vibrante y fuerte, en el que acusaba a Emparan de engaño y perfidia, agregando que una junta presidida por el Capitán General no ofrecería ninguna garantía, porque éste bien podría disolverla y plegarse a los franceses; por lo que exigía la inmediata destitución de dicho Capitán. Éste, sintiéndose perdido, sale al balcón buscando el apoyo del pueblo reunido en la Plaza Mayor y pregunta a la muchedumbre si están satisfechos con su gobierno. Alerta, Madariaga se apresuró a colocarse justo detrás de Emparan y, levantando el brazo, lo movió de un lado a otro para incitar al pueblo a que respondiera negativamente. De inmediato, el Doctor José Rafael Villareal, quien se encontraba entre la muchedumbre y estaba al tanto de lo que se estaba decidiendo en el Cabildo, comenzó a gritar: "No..... No..... No", siendo seguido en coro por el resto de

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