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LUDWING VAN BEETHOVEN


Enviado por   •  20 de Mayo de 2015  •  4.051 Palabras (17 Páginas)  •  242 Visitas

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A las cinco de la tarde del 26 marzo de 1827 se levantó en Viena un fuerte viento que momentos después se transformaría en una impetuosa tormenta. En la penumbra de su alcoba, un hombre consumido por la agonía está a punto de exhalar su último suspiro. Un intenso relámpago ilumina por unos segundos el lecho de muerte. Aunque no ha podido escuchar el trueno que resuena a continuación, el hombre se despierta sobresaltado, mira fijamente al infinito con sus ojos ígneos, levanta la mano derecha con el puño cerrado en un último gesto entre amenazador y suplicante y cae hacia atrás sin vida. Un pequeño reloj en forma de pirámide, regalo de la duquesa Christiane Lichnowsky, se detiene en ese mismo instante. Ludwig van Beethoven, uno de los más grandes compositores de todos los tiempos, se ha despedido del mundo con un ademán característico, dejando tras de sí una existencia marcada por la soledad, las enfermedades y la miseria, y una obra que, sin duda alguna, merece el calificativo de genial.

Ludwig van Beethoven

Nacido en Bonn en 1770, Ludwig van Beethoven creció en el Palatinado, sometido a los usos y costumbres cortesanos propios de los estados alemanes; desde allí saludaría la Revolución francesa y luego el advenimiento de Napoleón como el gran reformador y liberador de la Europa feudal, para acabar contemplando desilusionado con la consolidación del Imperio francés. Su obra arrasó como un huracán las convenciones musicales clasicistas de su época y tendió un puente directo, más allá del romanticismo posterior, con Brahms y Wagner, e incluso con músicos del siglo XX como Bartók, Berg y Schonberg. Su personalidad configuró uno de los prototipos del artista romántico defensor de la fraternidad y la libertad, apasionado y trágico.

La familia Beethoven era originaria de Flandes, lo que no era un hecho extraordinario entre los servidores de la provinciana corte de Bonn en el Palatinado. Ludwig, el abuelo del compositor, en cuya memoria se le impuso su nombre, se había instalado en 1733 en Bonn, ciudad en la que llegó a ser un respetado maestro de capilla de la corte del elector. Dentro del rígido sistema social de su tiempo, Johann, su hijo, también fue educado para su ingreso en la capilla palatina. El padre de Beethoven, sin embargo, no destacó precisamente por sus dotes musicales, sino más bien por su alcoholismo; a su muerte, en 1792, se ironizó con crueldad en la corte sobre el descenso de ingresos fiscales por consumo de bebidas en la ciudad.

Johann se casó con María Magdalena Keverich en 1767, y tras un primer hijo también llamado Ludwig, que murió poco después de nacer, nació el 16 de diciembre de 1770 el que habría de ser compositor. A Ludwig siguieron otros dos niños, a los que pusieron los nombres de Caspar Anton Karl y Nikolauss Johann. A la muerte del abuelo, auténtico tutor de la familia (Ludwig contaba entonces tres años de edad), la situación moral y económica del matrimonio se deterioró rápidamente. El dinero escaseó; los niños andaban mal nutridos y no era infrecuente que fueran golpeados por el padre; la madre iba consumiéndose, hasta el extremo de que, al morir en 1787 a los cuarenta años, su aspecto era el de una anciana.

Casa natal de Beethoven, hoy convertida en museo

Parece ser que Johann se percató pronto de las dotes musicales de Ludwig y se aplicó a educarlo con férrea disciplina como concertista, con la idea de convertirlo en un niño prodigio mimado por la fortuna, a la manera del primer Mozart. En 1778 el niño tocaba el clave en público y llamó la atención del anciano organista Van den Eeden, que se ofreció a darle clases gratuitamente. Un año más tarde, Johann decidió encargar la formación musical de Ludwig a su compañero de bebida Tobias Pfeiffer, músico mucho mejor dotado y no mal profesor, pese a su anarquía alcohólica que, ocasionalmente, imponía clases nocturnas al niño cuando se olvidaba de darlas durante el día.

Infancia y formación

Los testimonios de estos años trazan un sombrío retrato del niño, hosco, abandonado y resentido, hasta que en su destino se cruzó Christian Neefe, un músico llegado a Bonn en 1779, quien tomó a su cargo no sólo su educación musical, sino también su formación integral. Diez años más tarde, el joven Beethoven le escribió: «Si alguna vez me convierto en un gran hombre, a ti te corresponderá una parte del honor». A Neefe se debe, en cualquier caso, la nota publicada en el Cramer Magazine en marzo de 1783, en la que se daba noticia del virtuosismo interpretativo de Beethoven, superando «con habilidad y con fuerza» las dificultades de El clave bien temperado de Johann Sebastian Bach, y de la publicación en Mannheim de las nueve Variaciones sobre una marcha de Dressler, que constituyeron sin duda alguna su primera composición.

En junio de 1784 Maximilian Franz, el nuevo elector de Colonia (que habría de ser el último), nombró a Ludwig, que entonces contaba catorce años de edad, segundo organista de la corte, con un salario de ciento cincuenta guldens. El muchacho, por aquel entonces, tenía un aire severo, complexión latina (algunos autores la califican de «española» y recuerdan que este tipo de físico apareció en Flandes con la dominación española) y ojos oscuros y voluntariosos; a lo largo de su vida, algunos los vieron negros, y otros gris verdosos, siendo casi seguro que su tonalidad varió con la edad o con sus estados de ánimo.

Amarga habría sido la vida del joven Ludwig en Bonn, sobre todo tras la muerte de su madre en 1787, si no hubiera encontrado un círculo de excelentes amigos que se reunían en la hospitalaria casa de los Breuning: Stefan y Eleonore von Breuning, a la que se sintió unido con una apasionada amistad, Gerhard Wegeler, su futuro marido y biógrafo de Beethoven, y el pastor Amenda. Ludwig compartía con los jóvenes Von Breuning sus estudios de los clásicos y, a la vez, les daba lecciones de música. Habían corrido ya por Bonn (y tal vez este hecho le abriera las puertas de los Breuning) las alabanzas que Mozart había dispensado al joven intérprete con ocasión de su visita a Viena en la primavera de 1787. Cuenta la anécdota que Mozart no creyó en las dotes improvisadoras del joven hasta que Ludwig le pidió a Mozart que eligiera él mismo un tema. Quizá Beethoven recordaría esa escena cuando, muchos años más tarde, otro muchacho, Liszt, solicitó tocar en su presencia en espera de su aprobación y aliento.

Estos años de formación con Neefe y los jóvenes Von Breuning fueron de extrema importancia porque conectaron a Beethoven con la sensibilidad liberal de una época convulsionada

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