La Sonrisa de Mandela

La Sonrisa de Mandela

En esta obra, el escritor y periodista inglés John Carlin nos ubica justo en el momento en el que Nelson Mandela  (18 de julio de 1918 Johannesburgo, Gauteng, Sudáfrica; 5 de diciembre de 2013; abogado, activista contra el apartheid, político y filántropo sudafricano que presidió su país de 1994 a 1999) es puesto en libertad (febrero de 1990) después de que en 1964 se le condenara a cadena perpetua. El autor, quien tuvo el honor de conocer personalmente a el protagonista de este libro, nos puede relatar de forma muy personal como fue que se vivió la época posterior a su liberación desde su percepción como uno de los pocos periodistas extranjeros que se encontraban en Sudáfrica cuando el primer hombre de color fue nombrado presidente este país, quien vivió de cerca la legislación de Mandela y fue testigo del proceso que se llevó a cabo para terminar con la discriminación racial que se vivía en aquel momento. John comparte su apreciación de un individuo completamente humano, comienza haciendo mención de un Mandela presidente, después como un esposo y padre angustiado y por ultimo como un amigo leal y desinteresado.

Este escritor inglés llega a Sudáfrica con una actitud bastante escéptica, pues venía de haber estado en países latinoamericanos donde abundaba una política de líderes corruptos. Había dejado de creer en las personas, sin embargo, el haber tenido la oportunidad de conocer la figura tan venerable de Nelson Mandela lo hizo cambiar de parecer. Después de haber sido condenado por luchar en contra de Apartheid, durante aproximadamente treinta años en una cárcel ubicada en un lugar llamado Robben Island cerca de la Ciudad del Cabo, Mandela logro salir de prisión.

 El apartheid era un sistema político y social desarrollado en Sudáfrica, estaba basado en el rechazo o separación de la población por motivos raciales o étnicos y en el trato discriminatorio hacia la población negra. Y fue justo después de ser liberado, en la primera rueda de prensa que dio como hombre libre cuando comenzó a conquistar a todo aquel que lo escuchara, principalmente a los periodistas. Muchos pueden decir que el primer discurso que se le escucho decir fue una decepción, pues esperaban más del hombre que había causado tanta polémica en los últimos años. Tal suceso se culpa porque no fue el mismo Mandela quien escribió dicho discurso todo había sido preparado con antelación y no había sido el sermón conmovedor que todos esperaban, quienes lo escucharon y el mismo John Carlin fueron rodeados de un sentimiento de frustración, pues pensaron que aquel personaje tan imponente y firme ante sus ideas se había perdido tras haber estado tanto tiempo encarcelado, otros creían que estaba siendo manipulado por los directivos del ANC (Congreso Nacional Africano) el partido político al que pertenecía. Muchos terminaron aquel histórico día preguntándose si Mandela realmente estaría a la altura de lo que el mundo esperaba de él. Fue hasta el día siguiente cuando se volvieron a convocar a más de doscientos periodistas y a todo aquel que quisiera escuchar sus palabras. Desde que comenzó a hablar, todos sintieron como si estuvieran siendo manipulados. Estaban fascinados y al final los periodistas le dedicaron una ovación.

El carisma que poseía Mandela doblegaba a todo el mundo, sabia como usarlo fría y calculadoramente para sus fines políticos. En su segundo discurso, donde todo lo que hablo habían sido palabras propias Mandela daba a conocer que creía que la transferencia de poder se haría mediante negociaciones, aunque al mismo tiempo pensaba que la lucha armada era necesaria por varias razones, entre ellas aumentar la moral de la población negra mediante la sensación de estar luchando.

El breve periodo después de la liberación de Mandela hubo una campaña para desencadenar la guerra entre los guetos negros, que derramó más sangre que en los cincuenta años que Mandela había estado luchando por la liberación. La campaña estaba orquestada por dos grupos de derecha: Inkatha, una organización negra de derecha radicalmente adversa al Congreso Nacional Africano que hacía la mayoría del trabajo sucio; y grupos extremadamente derechistas encabezados por líderes de raza blanca. Nelson Mandela insistió en que no se tomaran represalias por el simple hecho de que llevarían a una guerra civil, que dejaría a los negros, y al Congreso Nacional Africano en particular, como la parte más débil. A finales de 1992, gracias a pruebas presentadas por Mandela, el todavía presidente De Klerk expulsó a varios miembros de las fuerzas del orden por ayudar en la violenta campaña. Sin embargo, la violencia siguió empeorando y las negociaciones y el proyecto democrático parecían estar al borde del abismo. En noviembre de 1993, se firmó finalmente la primera constitución democrática del país, que consideraba a blancos y negros como iguales. Los grupos blancos y negros que estaban en contra de esta constitución formaron un frente común llamado «Alianza por la libertad», cuyo objetivo era perpetuar el apartheid.

Una vez conseguida la constitución democrática, el último enemigo eran los llamados bitter-enders, grupos armados de extrema derecha que estaban dispuestos a ir a la guerra. Mandela pensó que mandar a las fuerzas del estado en contra de ellos supondría, en el mejor de los casos, convertir a su líder (Viljoen) en un mártir, así que decidió concertar una reunión con él y seis meses después Constand Viljoen ordenó suspender la lucha armada. Esto dejó al líder de Inkatha solo, lo que le obligó a suspender también, aunque protestando, la lucha armada. En el último momento éste se unió a la alianza de gobierno y de una forma poco prudente Mandela lo nombró ministro de Interior. Mandela pensó que era mejor sacrificar eficiencia en el gobierno nombrando a un incompetente político como él que fastidiar a los seguidores de Inkatha.

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