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MAGDALENA DE LA CRUZ


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2013  •  2.717 Palabras (11 Páginas)  •  267 Visitas

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MAGDALENA DE LA CRUZ: LA MONJA QUE PACTÓ CON EL DIABLO

De la noche a la mañana pasó de ser considerada una auténtica santa a convertirse en un peligro para la comunidad. ¿Qué sucedió para que esta curiosa monja del siglo XV terminara siendo juzgada y condenada por la Inquisición? ¿De qué naturaleza eran las presuntas capacidades sobrenaturales que la hicieron famosa? ¿Era una enviada de Dios o, como terminaron creyendo sus contemporáneos, un instrumento del Diablo? Ésta es la increíble historia de Magdalena de la Cruz, la monja que pactó con el Maligno.

Aunque en la actualidad hay cronistas que desconocen el lugar de nacimiento de la monja Magdalena de la Cruz, es fácil ubicarla en la villa de Aguilar de la Frontera basándonos en las actas de la Santa Inquisición. Fue en esta localidad cordobesa donde vio la luz en el año 1487 una mujer insólita.

Al parecer, Magdalena tuvo su primer encuentro con lo inexplicable a los cinco años cuando en su habitación apareció la figura de un ángel rodeado de luz. Pocos días después la imagen de Cristo crucificado se materializó ante ella, según se cuenta, y le exigió devoción y santidad pidiéndole, entre otras cosas, que se crucificase como él. La niña cogió unos clavos y los hundió en sus manos y sus pies para colgarse de la pared. Estuvo “crucificada” así durante unos minutos hasta que aquel supuesto Cristo la llamó. Por seguirle, la pequeña cayó al suelo y se partió dos costillas. El propio Jesús le sanó las fracturas y las heridas de manos y pies. Después sujetó fuertemente entre sus manos las de ella y apretó con fuerza los dos dedos meñiques de la chiquilla, que no volvieron a crecer y quedaron más pequeños que el resto hasta el día de su muerte, lo que fue tomado como una prueba de santidad.

Dos años más tarde la pequeña Magdalena comenzó a frecuentar una cueva cercana a la villa en la que solía meditar y orar. En ese lugar protagonizó presuntamente en más de una ocasión un extraño fenómeno de teletransportación, ya que pasaba la noche en la cueva y amanecía en su cama sin saber nunca “quién” la había trasladado.

UN EXTRAÑO FAMILIAR

En 1499, con doce años, se le apareció por primera vez, según contaba, un ser que afirmaba ser un familiar y que desde ese momento no se separó de ella. Solía hacer acto de presencia acompañado de varios hombres de buena planta y de bello rostro que a veces adquirían el aspecto de diferentes santos, como San Francisco, San Jerónimo y San Antonio. Estas presencias hacían caer a Magdalena en estados de arrobamiento en el transcurso de los cuales experimentaba visiones de la Santísima Trinidad. Su “familiar”, del que desconocía su verdadero nombre, se le manifestaba a veces en forma de hombre atractivo. Entonces le pedía que hiciera todo lo que le dijese porque, a cambio, él convencería a todos de la santidad de la joven. Magdalena aceptó acatar sus órdenes siempre que eso no la condenase. Como aquel ser le aseguró que no pasaría, hicieron un pacto firme.

LA SANTA CORDOBESA

En el año 1500 la fama de santa de Magdalena de la Cruz atravesó las fronteras y comenzó a ser conocida en toda Europa. La nobleza de entonces y el propio emperador Carlos V la tenían en gran estima y nadie dudaba de su futura canonización debido a los milagros que, al parecer, era capaz de obrar y a su caridad cristiana. Con trece años ingresó como novicia en el convento de Santa Isabel de los Ángeles de Córdoba. A los quince ya había tomado los hábitos y pocos años después se convirtió en abadesa de la comunidad.

Las experiencias extrañas se multiplicaron en su celda del convento. Su “familiar” continuaba apareciéndosele, pero en ocasiones venía acompañado de un hombre negro desnudo, algo contra lo que Magdalena protestaba amarrándose fuertemente a un crucifijo, lo que provocaba el enojo y la desaparición de ambos personajes. A veces el misterioso “familiar” le vaticinaba sucesos con gran acierto, como el encarcelamiento del rey de Francia y su posterior matrimonio con la reina doña Leonor.

Los milagros de Magdalena fueron presenciados en ocasiones por sus compañeras de convento, quienes, entre otras cosas, verificaron la existencia de unas grietas sangrantes que aparecían en el costado y en las manos de la monja. Y en cierta ocasión varias religiosas escucharon en su celda una voz que surgía de la nada y decía: “Magdalena valme”, a lo que la santa respondió: “Valgate Santa María”. Cuando fue interrogada por sus compañeras sobre el origen de aquel prodigio, aseguró que era la voz del alma en pena de una persona que acababa de morir. Una vez su “familiar” le pidió que pasara varios días sin comer. “Yo te alimentaré”, le dijo. Así lo hizo Magdalena, que dejó a todos asombrados. Pero el prelado, que sospechaba que aquello había podido ser un fraude, la mandó encerrar en una celda del convento y puso a varios frailes a hacer guardia. Esa misma noche, asustada, pidió auxilio a su misterioso protector. De pronto apareció en la habitación una extraña luz de la que surgió una mano que sujetó a la monja, quien, sin saber cómo, apareció en la calle sostenida por dos hombres que se identificaron como San Francisco y San Antonio. Aquel prodigio fue muy sonado en la época.

Pero pronto comenzó una etapa incómoda en la relación que mantenía con aquel “familiar”, quien de repente se volvió sospechosamente violento. Contó más adelante Magdalena que cierta noche aquel ser la había intentado obligar a llevar a cabo cierto acto que ella consideraba deplorable. Al negarse, fue tomada de los cabellos por una fuerza desconocida que la alzó varios metros y la arrojó después al suelo, lo que le provocó unas contusiones que la dejaron postrada en cama varios días. La monja nunca quiso especificar cuál era el acto que no consintió realizar.

Desde entonces el extraño personaje se ensañaba con ella a cada momento. En una ocasión en la que la muchacha se encontraba contemplando una columna fue empujada con enorme potencia y se golpeó con tal fuerza contra un muro que su brazo se dislocó. Después de seis meses con terribles dolores, el causante de aquel accidente accedió a sanarle milagrosamente el miembro afectado.

Otra vez, Magdalena se encontraba caminando mientras pensaba en el dolor que había tenido que sentir la Virgen cuando su hijo fue crucificado.

En ese momento deseó saber la magnitud de ese dolor. Nada más pensar en ello su “familiar” la empujó por detrás y cayó de frente. Su mentón se abrió y manó de él abundante sangre. Para intentar reconciliarse, el ser desconocido la invitó a comer. Entonces aparecieron

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