Presentación de Alice Catherine Evans
MimidoigTrabajo11 de Mayo de 2017
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DIAPOSITIVA 1
Voy a hablar sobre Alice Catherine Evans. Nació en 1881 en una granja de Pensilvania, y desde muy pequeña se interesó por las enfermedades que afectaban a los animales. En 1901 consiguió trabajo como maestra rural, y cuatro años después asistió a un curso gratuíto en la universidad de Cornell, en Nueva York cuyo objetivo era enseñar a los profesores los avances en Ciencias Naturales para que así ellos transmitieran esos conocimientos a sus alumnos de las áreas rurales.
Consiguió una beca que le permitió sufragarse sus estudios de grado en esa Universidad. En 1909 fue la primera mujer en graduarse como especialista en Bacteriología. Un año más tarde, también consiguió ser la primera mujer en conseguir una beca de estudios en la Universidad de Wisconsin para realizar estudios para el Máster en Ciencias.
Una vez acabados sus estudios en 1910, comenzó a trabajar en el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos dentro de la División dedicada a los productos lácteos frescos. En su solicitud sólo puso que se llamaba A. Evans, así que a todos sus compañeros les sorprendió descubrir que era una mujer. Por suerte, Alice fue aceptada sin más entre sus compañeros de laboratorio. Tres años después, se convirtió en la primera mujer en obtener un contrato fijo en el USDA. Su labor era realizar análisis biológicos de la leche y los quesos. En estos años, se pensaba que la leche y sus derivados eran mucho más nutritivos cuanto más frescos y menos manipulación hubieran sufrido, pero los resultados de Alice mostraron todo lo contrario. La leche fresca estaba llena de microorganismos que procedían de las ubres de las vacas.
DIAPOSITIVA 2
Alice consiguió demostrar en 1917 que el consumo de leche fresca de vacas infectadas podía transmitir la bacteria Bacillus abortus (más tarde conocida como Brucella) y causar fiebres de Malta en los humanos. Fue la primera vez que se demostró que una misma bacteria podía causar enfermedades distintas en animales y en humanos, por lo que su descubrimiento fue recibido con mucho escepticismo. Por suerte, otros investigadores encontraron evidencias que apoyaban ese resultado.
DIAPOSITIVA 3
En 1918 consiguió un puesto en el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos. Allí, trabajó en la pandemia de la gripe española, aunque no abandonó su trabajo con Brucella. Comprobó que la pasteurización de la leche conseguía destruír al patógeno sin alterar sus propiedades nutritivas, por lo que recomendó que se utilizase la pasteurización en la venta de leche y en la elaboración de quesos, pues de ese modo, evitarían numerosos casos de la fiebre de Malta. Sin embargo, sus trabajos no fueron tomados en serio por sus colegas principalmente por dos motivos: era una mujer y no había conseguido realizar un doctorado. Además, numerosos trabajadores de industrias lácteas se rieron de ella e incluso la acusaron de estar a sueldo de las compañías que vendían máquinas para pasteurizar la leche. Pero Alice no se rindió. Tardó trece años en convencer a los médicos, funcionarios de Salud Pública, veterinarios y granjeros de que la pasteurización era un método fundamental para evitar la expansión de la enfermedad. Y lo hizo de una forma muy inteligente. Primero convenció a sus colegas, y, después, a los demás. No tenía un doctorado, pero tenía algo mucho mejor. Sus experimentos eran irrefutables, así que en 1925 fue nombrada miembro del Comité que debía estudiar el aborto infeccioso en el ganado. Su nombramiento no sentó bien a algunos de sus colegas. Ese mismo año, Alice contrajo la brucelosis, y padeció sus efectos durante veinte años. Hubo mucha gente que la acusó de que la enfermedad que padecía era imaginaria y que sólo buscaba llamar la atención.
En 1928 fue nombrada presidenta de la Sociedad Americana de Bacteriólogos, siendo esta la primera vez que una mujer ocupaba dicho puesto. Su importante logro se vio empañado debido a que no estaba presente en la reunión en la que se la nombró presidenta, pues estaba guardando cama debido a un episodio febril de la brucelosis que padecía.
A pesar de todas las dificultades, su esfuerzo acabó dando sus frutos. En 1930 fue elegida como una de los dos delegados estadounidenses enviados al Primer Congreso Anual de Microbiología, celebrado en París, en el que sólo hubo dos mujeres. Ese año, se publicó una normativa que obligaba a las industrias lácteas a realizar la pasteurización de la leche, medida tras la cual disminuyó significativamente la incidencia de las fiebres de Malta. Además, su trabajo permitió desarrollar unos protocolos de actuación para tratar a las cabañas ganaderas y evitar las infecciones por Brucella.
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