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Vicio De Lenguaje

kemintmoreno3 de Abril de 2014

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Tomando como punto de partida que las características esenciales de los vocablos o dicciones son la propiedad, la claridad y la pureza, conviene señalar a ésta sobre todo. Y es sabido que a la pureza de un idioma se oponen los arcaísmos, los barbarismos y los neologismos.

Arcaísmo

Arcaísmo es el uso de palabras anticuadas, de voces que ya han quedado atrás en la carrera de los siglos y en el desarrollo literario.

Un idioma, en cualquier país, es un elemento vivo que evoluciona con mayor o menor dinamismo, quedando unos vocablos desusados u olvidados y apareciendo otros, sea para sustituirlos o para responder a nuevas realidades.

Del mismo modo que en un árbol de hoja perenne creemos ver siempre el mismo árbol y no es así, porque en realidad muchas hojas se secaron, cayeron y aparecieron otras nuevas, sin que el árbol haya perdido su esencia y categoría de tal, igualmente ocurre con el idioma.

Así en castellano antiguo encontramos vocablos como magüer, asaz, fazaña, otrosí, que no son utilizados en la actualidad y causarían hoy la misma extrañeza que un individuo vestido con calzas y jubón. Entre los clásicos españoles, el historiador Juan de Mariana era aficionado a los arcaísmos, en cambio, Cervantes se burlaba de ellos.

Barbarismo

Barbarismo es el uso de palabras extranjeras, vocablo tomado de los griegos, que llamaban “bárbaro” a todo aquel que no participara de su cultura.

Paralelamente con las culturas, los idiomas se hacen densos y ágiles hasta morir cuando aquéllas declinan o desaparecen. Tenemos de ello, no el testimonio de las lenguas denominadas muertas, y a las que pedimos de prestado muchas palabras, términos y raíces que en buena parte resucitan y hacen presente su vieja cultura, e incluso formas idiomáticas que han perdido eficacia y virtualidad, sino la pobreza y anemia progresiva del lenguaje.

Neologismo

Un caso particular plantean los neologismos: el empleo de voces nuevas, cuya condición fundamental es la de ser necesarias, y también inteligibles, sonoras y conformes con el idioma. En efecto, la aparición de nuevas técnicas, de nuevos productos, e incluso de nuevas ideas, trae consigo la aparición de nuevos nombres.

Ya hemos visto el caso opuesto de los arcaísmos, palabras correspondientes a objetos e ideas que caen en desuso y que tienden a desaparecer o a usarse solo para evocar el pasado. Transformaciones que demuestran una vez más, tanto los arcaísmos como los neologismos, que el lenguaje es una cosa viva y que se renueva de continuo.

Un neologismo, un vocablo nuevo, se introduce en un idioma debido a la necesidad de dar nombre a nuevos objetos descubiertos o creados por la técnica humana; en este último caso sirven a la ciencia y se llaman tecnicismos. Casi siempre provienen del griego, como telégrafo, termómetro; del latín, como espéculo, coágulo o de ambos a la vez, como televisión o pluviómetro.

Los lexicógrafos puritanos lo han considerado peligroso y corruptor del habla; y por ello, el neologismo ha sido considerado vicio de dicción. Empero, ello no es absoluto: no todos los neologismos corrompen nuestra lengua; pues hay algunos que la enriquecen.

Su vicio consiste en ser innecesarios, por haber en el idioma otras palabras equivalentes, como cuando decimos afiebrado, por calenturiento; enrulado, por ensortijado, anexionamiento, por anexión; etc.

Actualmente se suele decir: recepcionar, por recibir (recepcionó el dinero); aperturar; por abrir (aperturó una cuenta corriente); mandatar, por mandar (mandató a su abogado hiciera tal gestión).

También se usa la dicción accesar en lugar de acceder.

Se reconocen cuatro maneras de formar neologismos: 1) Por

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