Análisis de las características corporales y orgánicas en las edades
juan magnanoReseña31 de Octubre de 2016
6.161 Palabras (25 Páginas)323 Visitas
Análisis de las características corporales y orgánicas en las edades
comprendidas entre los 9 y 12 años[1].
Jorge R. Gómez
[…] En estas edades culmina la infancia y la formación global que recibe el niño y configura el segundo ciclo primario. Sutilmente comienzan a surgir los primeros rasgos del adolescente y si bien, en el plano corporal los varones son aparentemente más fuertes y resistentes que la niñas, esta impresión se debe fundamentalmente a que se mueven más que éstas, se ejercitan y practican deportes asiduamente y consecuentemente logran un mejor nivel de aptitud física. Sometidos, ambos sexos a programas de actividades intensas y bien planificadas, es común observar a niñas con mejores niveles de fuerza, resistencia y velocidad que los varones y una calidad diferente de coordinación motriz.
Las niñas parecen poseer mayor flexibilidad corporal, con posibilidades de movilizar mejor sus articulaciones en relación a los varones, pero esto se debe a los ineficaces o mal orientados procesos de acondicionamiento físico que se llevan a cabo con los niños. A los varones se los estimula a realizar acciones agonísticas en forma constante, lo cual lleva a que pierdan capacidad de elongación muscular y no realizan ejercicios compensatorios. Aquellos niños que cumplen programas completos de educación física muestran una convergencia y correlación notables entre los niveles de fuerza, velocidad, resistencia y flexibilidad.
En cambio, las niñas, por condicionamientos culturales y sociales, no tienen acceso fluido a tareas intensas para favorecer el desarrollo muscular y cardiorrespiratorio y sí son incentivadas a realizar actividades con acento en lo expresivo u otras en las cuales la flexibilidad y agilidad son cualidades predominantes.
Tanner[2] demuestra que hasta los diez años la cantidad de eritrocitos y hemoglobina en la sangre es similar en ambos sexos, lo cual implica que los procesos aeróbicos y el incremento de la resistencia no son diferentes en niños y niñas. Entre los nueve y diez años, el sistema nervioso central y periférico alcanza alrededor del 95% de su desarrollo y maduración total, lo que explica la facilidad coordinativa y el alto grado de cronaxia que se observa en los niños. Se produce una conjunción notable de fuerza y velocidad, cuya máxima expresión aparece en los diez años, prolongándose hasta los once – doce años en los varones. Las niñas están más próximas a la pubertad que los varones, y el fin de los diez años marca el inicio adolescente. La consecuencia educativa sustancial que surge de estos datos es que las clases de educación física hasta los diez años pueden planificarse con criterios y actividades comunes para ambos sexos, iniciando programas sistemáticos de acondicionamiento para desarrollar la fuerza rápida, la resistencia aeróbica y la flexibilidad general, con una tangible preocupación por buscar una formación corporal y orgánica óptima. El descuido de estos aspectos provocará un tránsito difícil de la etapa puberal a la adolescente.
Período de once y doce años.
El empujón de la adolescencia comienza en esta etapa de la vida y se caracteriza por la aceleración de la velocidad de crecimiento. El sexo femenino es el primero en manifestar este proceso y las niñas de diez a doce años cambian notablemente su estructura corporal: junto con un pronunciado aumento de estatura aparecen caracteres sexuales secundarios bien determinados: se ensancha la cadera, comienza a delinearse el busto y se incrementa el peso. Los varones en cambio, inician este proceso hacia el final de los once años y se observa en consecuencia que en los dos últimos grados del ciclo primario las mujeres son más grandes y maduras que los niños en aspectos corporales y orgánicos, lo cual se trasunta también en la esfera socio-afectiva.
Al aumentar el peso y la estatura, las niñas con biotipos medios o altos, y que no hayan tenido una actividad física intensa en años anteriores, aparecen lentas, con tendencia al cansancio rápido y pueden presentar dificultades con las coordinaciones segmentarias finas. Los varones, en cambio, llegan a sus mejores expresiones coordinativas alrededor de los diez y once años, aunque no son demasiado fuertes; sin embargo, en aquellos que realizan actividades motoras asiduamente, pueden notarse buenos rendimientos en tareas y juegos que requieren resistencia y esfuerzos prolongados, ya sea intervalados o continuos. Su capacidad de recuperación es notable, favorecida por la relación entre masa corporal y volumen minuto cardíaco.
Tanto en niñas como en varones que transitan este período preadolescente pueden manifestarse dolores articulares generalizados o con incidencia mayor en las articulaciones de los tobillos, rodillas y muñecas, debidas al crecimiento óseo acelerado.
La musculatura no acompaña paralelamente este proceso de cambio en la estructura esquelética; su desarrollo se atrasa en casi un año hasta equilibrarse recién hacia los quince años en las mujeres y diecisiete en los varones, culminando el proceso del empujón de la adolescencia. De ahí que no se recomienda estimular el aumento de la fuerza máxima utilizando pesos altos ni realizar actividades repetitivas de saltos y desplazamientos sobre superficies duras en estos momentos, ya que pueden lesionarse los tejidos conectivos y los cartílagos de crecimiento.
Las posturas estáticas en posición de pie o sentado, manifiestan en muchos casos defectos o incorrecciones en la conformación normal, en algunos casos por falta de atención en edades tempranas de la necesidad de movimiento del niño, en otros por prevalecer en la vida cotidiana el sedentarismo, y en muchos por la inseguridad personal de no saber cómo disponer de un cuerpo que ha cambiado notablemente, de no saber si serán aceptados por el grupo de compañeros “como antes”. Estos sentimientos devienen en posturas actitudinales incorrectas que con el tiempo se fijan como hábitos.
En este sentido la educación física tiene un papel preponderante para lograr en la niñez una postura funcional (estática o dinámica) que sea la base para un futuro en la adultez sin problemas de columna, ni vicios posturales que paulatinamente incidan en una pérdida de capacidad motora.
Como consecuencia de lo anterior, se resume la necesidad de dedicar tiempo y elegir adecuadas actividades para la formación postural óptima de los niños, en el plano de lo estrictamente muscular y articular, y en el plano de la concientización y apreciación del propio cuerpo, lo cual confluirá en la obtención de una buena actitud corporal.
Al mismo tiempo, deben continuarse los programas de acondicionamiento de las cualidades físicas iniciados en el segundo ciclo, pues esto ayudará notablemente a que los púberes no presenten problemas en su formación física. Esos sólo aparecen cuando el niño no ha tenido una correcta educación física escolar; por el contrario, los que realizan asiduamente actividades físicas ven mejorado su rendimiento orgánico, debido al incremento notable de la fuerza muscular, la resistencia y la flexibilidad, dentro del contexto de un amplio desarrollo psicomotor.
En las niñas, el período que transcurre hasta los quince años es el más rico para estimular las capacidades motoras y lograr una definitiva conformación orgánica y corporal como base de un posible rendimiento elevado en la esfera del deporte u otras actividades físicas, o simplemente, de una vida cotidiana saludable.
Análisis de las características intelectuales y psicomotrices en las diferentes edades[3].
Período de nueve y diez años.
Etapa muy particular en la evolución del hombre, pues con ella finaliza la infancia, consolidándose el proceso que ha permitido la integración del yo en su faz esencial y la inserción en el mundo.
Si se caracterizó el período de seis a ocho años con la palabra transición, a éste puede asignársele el término equilibrio. Todas las funciones orgánicas, perceptivas, intelectivas, emocionales y motoras alcanzan una madurez particular, que se refleja a los diez años en una gran armonía psicofísica.
La inteligencia se desarrolla en su posibilidad de comprensión de fenómenos complejos captándolos intuitivamente, a lo cual se apareja una mayor capacidad de análisis de causas y efectos. Tal vez, la nota más distintiva de este período en el plano intelectivo está dada por la elaboración, en la cual lo más importante es el proceso que realiza el pensamiento para llegar a un objetivo y no tanto el resultado en sí mismo. Esta característica está señalando el apogeo de la etapa operatoria y nos muestra los primeros indicios de los procesos de abstracción que llegarán con la adolescencia.
Esto tiene su resonancia indudable en al plano de lo psicomotor, pues se puede observar un buen ajuste en la motricidad hacia los diez años, junto con una capacidad notablemente aumentada de aprendizaje motor, merced de la posibilidad de analizar las secuencias de movimiento, los aspectos técnicos relevantes y las mejores formas de lograr la adquisición de una destreza.
- A los nueve años:
Se acentúa en el niño una tendencia hacia la independencia respecto del adulto. Ya no necesita tanto de la conducción o la sugerencia de tareas a las que puede dedicarse. Gesell, señala al respecto que en esta edad aparece la auto-motivación como factor distintivo y junto a ella una persistencia notable para alcanzar lo que se propone. A diferencia de las etapas anteriores, mas intuitivas, la planificación de lo que se va a ejecutar y la discriminación de los elementos de la situación con la cual se enfrenta, nos dan la pauta de un proceso diferente para la adquisición de habilidades.
...