Armas Químicas

USO DE ARMAS BIOLÓGICAS EN LA GUERRA

Desde que el hombre apareció en la tierra ha tenido una enorme preocupación por mantener su posición de poder frente a sus enemigos, por lo que ha utilizado la ciencia y la tecnología como medio para lograrlo, desviándolas de su propósito fundamental de mejorar la calidad de vida de las personas a objetivos más hostiles.

“Motivado por la necesidad de supervivencia, el hombre ha ido estableciendo a través de diversas conquistas a lo largo de la historia, una relación técnica de dominio sobre la naturaleza” (Deejay)

La posibilidad de manipular agentes productores de enfermedades para ser usados como armas en conflictos militares resulta muy atractivo para los países, ya que debido a su enorme alcance y discreción son consideradas armas de destrucción masiva y representan una amenaza para la humanidad.

“Un arma biológica es un microorganismo o toxina derivada de él, que causa enfermedad en hombres, plantas o animales y produce un deterioro del material. Cuando estas armas son usadas por grupos terroristas, de cualquier tipo de ideología, nos encontraremos con una acción bioterrorista”. (INSTITUTO ESPAÑOL DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS, 2012) El uso de armas biológicas no es un suceso reciente, el primer registro data del siglo VI antes de Cristo cuando los asirios envenenaban los pozos de sus enemigos con comezuelo, un hongo que infecta los cereales. A lo largo la historia de las guerras se ha encontrado evidencia del uso de enfermedades como el paludismo, viruela y tifoidea para debilitar al enemigo y lograr su rendición, también se dice que Alemania, Japón y Estados Unidos las utilizaron durante la Segunda Guerra mundial, sin embargo, el mayor acto bioterrorista registrado hasta la actualidad se llevó a cabo en Oregón donde se utilizaba el germen de la salmonella para infectar las ensaladas de una cadena de restaurantes, lo que derivó en cientos de personas con problemas gastrointestinales.

El caso más reciente y con un impacto mayor en la comunidad internacional es el caso del envío de cartas de carbunco luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, hecho que causó una gran conmoción en los estadounidenses debido a que 22 personas resultaron infectadas y 5 de ellas fallecieron a causa del ántrax.

El uso de armas biológicas como tal, comenzó a estudiarse aproximadamente en los años 50, lo que despertó la preocupación de la comunidad internacional, por lo que se llevó a cabo la convención de armas biológicas en 1972, cuyo propósito era prohibir el desarrollo, almacenamiento y producción de este tipo de armas. A pesar de lo pactado en esta y otras convenciones posteriores, los países han logrado grandes avances en el sector y aunque durante el siglo XX no se registró su uso con fines militares, es sabido que hoy en día Iraq ha incorporado este tipo de armas en sus arsenales y se teme que llegue a utilizarlas, lo que podría tener consecuencias catastróficas, esto debido a que los agentes biológicos son por mucho más potentes y mortales que los utilizados en las armas químicas y las nucleares, siendo una amenaza no solo para el objetivo al que son lanzadas, sino a las poblaciones cercanas.

El hecho de que los avances científicos en el campo de la biología estén creciendo tan rápidamente y que las armas biológicas no requieran grandes inversiones monetarias, hace que sea muy fácil producir y diseminar enfermedades en laboratorios, no solo por científicos autorizados por los gobiernos, sino también por miembros de grupos terroristas y guerrilleros, que al carecer de principios éticos y no acatar las disposiciones internacionales pueden ocasionar catástrofes ambientales que ponen en riesgo la seguridad internacional.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió a los gobiernos de Occidente que “estén alertas y se preparen para posibles

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