Ciencia Y No Ciencia

Los avances científicos han progresado tan rápido que la mayor parte de las personas simplemente no son capaces de seguirles la pista. Para muchos hablar de ciencia es tan complejo que, mientras el mundo científico avanza con nuevos y sorprendentes descubrimientos, la persona común retrocede a la comodidad de la creencia, el misticismo, la simple observación, es decir, surge entonces lo llamado ciencia de la no ciencia.

Curiosamente, los científicos han sido acusados de haberse apoderado de la palabra “ciencia” (en latín scientia, de scire, ‘conocer’). Su significado original es “conocimiento”, pero a lo largo de los últimos siglos ha llegado a ser identificada exclusivamente con una cierta actividad muy bien definida, que muchos relacionan con batas blancas, laboratorios llenos de matraces o computadoras, y publicaciones especializadas en un lenguaje incomprensible (y muy matematizado). Es decir, lo que hacen los químicos, biólogos, físicos y entes similares.

De allí que, según Bravo (1991) una definición amplia de ciencia, tratando de ser inclusiva, destacaría un método racional llamado método científico, basado en la formulación de hipótesis para explicar algún aspecto del mundo a nuestro alrededor, que a continuación serían sometidas a prueba mediante la acumulación de evidencia.

Por otro lado, entre científicos y sociales suele haber una desconfianza, dificultad de los propios orígenes y de las condiciones sociales en las que se produce, usa y consume el conocimiento científico. Cada científico, filósofo, o lo que fuere, podría sentir que lo que hace es una contribución al saber universal. Surge entonces la idea imitar a la verdadera ciencia: la no ciencia, la cual se basa en la percepción (conocimiento ordinario o experiencia), esto no es un conocimiento engañoso, pero es imperfecto, y puede estar acompañada por prejuicios y falsas creencias, o como dice Bunge (2007) es un montón de exageraciones que se vende como ciencia.

Lo anterior, sugiere que ambos conceptos estén separados, aparentemente, del poder divino y del terrenal. En algunas áreas del conocimiento la verdad está en manos de unos y de otros. La gente no alcanza a comprender la diferencia entre el método científico (la ciencia) y versiones e ideas absurdas (nombradas como no ciencias).

Ahora bien, con el pasar de los siglos, ciencias y no ciencias se fueron separando. Uno de los ejemplos más claros de esta disensión esta en el siglo XVII, cuando después de la revolución en la química de Robert Boyle, la ciencia abandonó la alquimia (García, 2011). Pero aún así, la ciencia no se podía desmarcar por completo de la no ciencia, ya que nadie había escrito claramente cuáles eran las reglas del juego.

Karl Popper, uno de los filósofos por excelencia del siglo XX, escribió en 1934 Logik der Forschung (La lógica de la investigación científica), el primer libro que exponía una diferencia clara entre lo que es una ciencia y lo que es una no ciencia, dando así una posible solución para tales concepciones. Para Popper, la clave está en la falsabilidad y en el hecho de que las teorías científicas nunca pueden ser verificadas completamente. El falsacionismo había sido descrito por David Hume dos siglos antes junto al verificacionismo.

La división establecida por Karl Popper no se puede considerar como definitiva, y de hecho aún a día de hoy no existe ningún criterio universal para establecer la diferenciación entre ciencias y no ciencias, pero sí que supuso un comienzo para saber qué se le puede pedir a una ciencia para poder llamarla así.

Por su parte, Bunge (2000) considera que la verdadera diferencia existente entre la ciencia y la no-ciencia se encuentra en el método científico y la finalidad a la cual se aplica, asegurando que “donde no hay método científico, no hay ciencia”

De igual forma, otros filósofos y científicos, como Richard Feynman, Ludwig Wittgenstein o Carl Sagan han escrito muchas otras pautas para identificar a las pseudociencias y ponerlas al otro lado de la línea divisoria entre lo científico y lo demás y así dar una solución a las controversias originadas entre ambos términos.

Además, los que hace ciencia son personas, seres humanos con sus cosas buenas y sus debilidades, tienen un método general, el científico, que ha mostrado tener una fortaleza notable. Y lo que se hace en ciencia está relacionado con los negocios, con la ética, con el poder. “El conocimiento es poder” (F. Bacon). No hay forma de escindirlo.

De esta manera, procesos rutinarios que intervienen en la práctica científica salen a la luz y otros no tan habituales, aunque también presentes, juegan un papel fundamental en la misma (Vallverdú, 2005). En los momentos de controversia, las actividades de los científicos se ponen en tela de juicio. Los jueces de la polémica no sólo son los propios colegas de profesión, sino que diferentes agentes externos a la propia actividad científica toman partido y emiten juicios acerca de lo que está bien y lo que está mal.

Por otra parte, la polémica de la demarcación entre ciencia y no ciencia ha tenido implicaciones políticas, éticas, así como cuestiones filosóficas y científicas. Diferenciarlas

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