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Criminalistica

alexmount22 de Octubre de 2013

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1. INTRODUCCIÓN

Quienes hemos participado en la investigación de los delitos sabemos de

la gran responsabilidad que ello implica, pues la experiencia nos ha ense-

ñado que no hay casos fáciles de resolver y que sí existen, en cambio, al-

gunos de muy difícil solución, mas no imposibles, poniendo a prueba la

capacidad de observación, análisis y deducción del investigador.

Ciertamente, hay una gran diversidad de delitos y cada uno de ellos

exige una muy particular forma de investigarlos, ya que plantean proble-

máticas diferentes, sin embargo, siempre ha de respetarse la metodología

general de la investigación criminalística en el curso de toda indagación.

En cualquier acción delictiva se presentan, invariablemente, un autor y

el resultado material de su conducta. Del estudio del primero, es decir, del

protagonista del delito, se encargará la criminología, realizando el exa-

men integral de su personalidad, requisito indispensable para la justicia

penal. A su vez, del estudio de las huellas materiales del delito, es decir,

de los indicios, se ocupará la criminalística; ambas disciplinas hermanas

que provienen de un tronco común, la medicina forense, y más que auxi-

liares del derecho penal deben ser consideradas básicas e insustituibles,

conforme bien lo puntualizó Jiménez de Asúa en el III Congreso de la

Asociación Internacional de Derecho Penal, celebrada en Palermo en

1933.

A continuación, nos ocuparemos por separado de cada una de estas

disciplinas, destacando su valiosa participación en la investigación delic-

193

194 RAFAEL MORENO GONZÁLEZ

tiva, particularmente por cuanto se refiere a las muertes violentas que tan-

to conmocionan a la comunidad, muy especialmente en el delito excep-

cional, raro y difícil que, por ello mismo, Mario Treves calificara como

‘‘laberíntico’’ y ‘‘paranóidico’’ en el Congreso de Antropología Criminal

de Turín, celebrado en 1966. Delito cuyo autor no acierta a explicarse y

ante el cual permanece horas y horas en actitud meditabunda, como El

Pensador, de Rodin, o como Il Pensieroso, de Miguel Ángel, buscando su

secreto íntimo y profundo.

A decir verdad, la única explicación para el apasionado interés que la

humanidad siente por el homicidio, reside en su carácter trágico e irre-

versible, capaz de perturbar y atemorizar a los más poderosos instintos,

aquellos que sirven, precisamente, para la conservación de la especie y de

la vida individual.

Cabe reconocer que no pocos asesinos parecen personas refinadas,

imaginativas e incluso sensibles, rasgos aparentemente en franca discor-

dancia con una conducta criminal, pero de cuya secreta índole consigue

desentrañar el estudio científico que es de capital importancia para com-

batirlos eficazmente.

2. LA CRIMINALÍSTICA EN AUXILIO DE LA JUSTICIA

La criminalística y la medicina forense son dos disciplinas insepara-

bles, que aportan valiosa información en los casos de muertes violentas y,

consecuentemente, permiten su cabal esclarecimiento. Esta relación es

tan íntima que, según dijera Alfonso Quiroz Cuarón, maestro de crimina-

listas y médicos forenses, la primera, es decir, la criminalística, debía

considerarse hija predilecta de la segunda, a saber, la medicina forense.

La tarea principal de la criminalística consiste en la lucha directa con-

tra el crimen, mediante la verificación científica del delito y del delin-

cuente. Por ello, su historia se encuentra estrecha e indisolublemente liga-

da a la de la medicina forense y a la de la criminología. De ahí, también,

que a médicos y abogados, principalmente los primeros, se deban, en

nuestro país, las páginas más luminosas de su historia, pudiendo afirmar-

se que el escalpelo tomó preeminencia sobre el mallete, así como la bata

blanca resplandeció más que la toga, no obstante que el padre de la crimi-

nalística haya sido el famoso juez de instrucción de Graz, el doctor Hanns

Gross.

CRIMINALÍSTICA Y CRIMINOLOGÍA 195

Durante la secuela procedimental, las limitaciones del engranaje judi-

cial, en el campo del conocimiento, hacen indispensable el concurso de la

técnica especializada en algún orden científico, ya sea para dilucidar o

precisar las muy variadas situaciones relacionadas con la conducta o he-

cho, y con ello estar en aptitud de definir la pretensión punitiva estatal.

Todo lo cual se traduce en la necesaria intervención de sujetos posee-

dores de esta técnica o especialidad: los peritos, mismos que cumplirán su

cometido a través de la peritación. Es conveniente señalar que conforme

la ciencia se desarrolla y sus resultados se incorporan al servicio de la jus-

ticia, cobra mayor importancia la prueba pericial. El dictamen pericial,

según Pietro Ellero, ‘‘es un medio subsidiario de la inteligencia del juez,

auxiliándola al modo como los anteojos auxilian al sentido de la vista’’.

Ahora bien, durante la investigación de los ilícitos, agentes investiga-

dores del Ministerio Público, policías judiciales y peritos, deben integrar

un sólido equipo de trabajo, bajo el mando de los primeros, es decir, de

los agentes investigadores del Ministerio Público. Cada uno de los inte-

grantes del equipo tiene funciones específicas que deben ser respetadas

por los restantes, a fin de evitar interferencias que se traducen, frecuente-

mente, en vergonzosos fracasos generadores de impunidad, o lo que es

aún más grave, originan errores judiciales de consecuencias dramáticas

cuando, en el orden penal, se castiga como autor de un delito a quien no

lo ha cometido. Al respecto, el catedrático en derecho penal de la Univer-

sidad de Barcelona, Octavio Pérez-Vitoria Moreno ha expresado esta cer-

tera opinión: ‘‘No afecta a la seguridad jurídica el crimen impune, mas sí

la vulnera en su esencia misma el castigo del inocente.’’

A propósito de las funciones de los peritos en criminalística de campo,

sobre todo para la investigación del delito más grave, me refiero, claro

está, al homicidio, los criminalistas hemos formulado una especie de ‘‘ca-

tecismo’’ aplicable muy especialmente en los casos de mayor compleji-

dad, conocido como ‘‘Los siete puntos de oro’’, consistente en dar res-

puesta correcta a siete preguntas que pueden conducir al esclarecimiento

de todo crimen.

Supongamos que se encuentra a un hombre muerto, aparentemente

asesinado. ¿Qué sucedió? ¿Quién es la víctima y quién es el victimario?

¿Cuándo ocurrieron los hechos? ¿Dónde ocurrieron? ¿Cómo? ¿Con qué y

por qué se cometió?, son las preguntas de rigor. Si se consigue contestarlas,

el crimen queda completamente esclarecido. Con frecuencia, la mitad de

196 RAFAEL MORENO GONZÁLEZ

dichas interrogantes pueden contestarse de inmediato; otras veces, en

cambio, el caso permanece insoluble porque una de ellas queda sin res-

puesta.

La primera pregunta, ¿qué sucedió?, es fundamental para el comienzo

de la investigación, ya que a menudo depende de ella que la investigación

pueda o no proseguir.

La interrogante ¿quién es la víctima?, suele ser difícil de contestar por

la forma en que se haya producido la muerte o porque el homicida haya

desfigurado el cadáver.

La respuesta a la ‘‘trivial’’ pregunta ¿cuándo sucedió?, requiere la par-

ticipación de un perito médico forense, quien tomará en cuenta para res-

ponderla los siguientes datos: rigidez, enfriamiento, livideces y putre-

facción.

El lugar del crimen, ¿dónde se cometió?, no siempre corresponde al lu-

gar donde se encuentra el cadáver. Precisar el ‘‘lugar de los hechos’’ equi-

vale, muy a menudo, a descubrir al culpable.

La contestación a la pregunta ¿cómo ocurrió?, frecuentemente supone

también la investigación de las circunstancias más remotamente vincula-

das al hecho. A este respecto, los indicios brindan por lo general la luz

que ilumina el oscuro caso.

Los indicios originados por la actuación del victimario en el escenario

del crimen, pueden ser tanto los producidos por él sobre las cosas que le

rodean, como los producidos por las cosas sobre su persona. Aquí está

claramente establecida la ‘‘ley del intercambio’’ de Edmond Locard.

¿Con qué instrumento se ejecutó el hecho? La importancia de plantear

esta cuestión es obvia. Aquí, de nueva cuenta, la participación del médico

forense resulta necesaria.

¿Por qué se cometió el hecho? A menudo la propia naturaleza del mis-

mo da la respuesta, pero con igual frecuencia se necesita de mucho inge-

nio para descubrirla.

En párrafos anteriores hemos apuntado que para dar respuesta a algu-

nas de las siete preguntas, es indispensable la participación del médico

forense. Efectivamente, en la operación tanatológica

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