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Eclesiaste


Enviado por   •  4 de Febrero de 2013  •  1.580 Palabras (7 Páginas)  •  419 Visitas

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Eclesiastés es el título que en la Septuaginta recibe el libro llamado Qohelet en el texto hebreo de la Biblia. Ambos vocablos, el griego y el hebreo, significan prácticamente lo mismo: "predicador", "orador", "persona encargada de convocar un auditorio y dirigirle la palabra". Y en ambos casos se trata de términos derivados: Qohelet procede de gahal, raíz hebrea que con la idea de "reunión" o "asamblea" quedó representada en griego por el sustantivo ekklesa, del cual, a su vez, se deriva Eclesiastés (=Ec). Una peculiaridad que conviene registrar es que, en la Biblia hebrea, el término qohelet aparece unas veces sin artículo y otras con él, lo que en el primer caso da el sentido de un nombre propio (1.12; 7.27; 2.9), y en el segundo, de "funcionario", de un título profesional (12.8). Tal distinción no se hace en la presente traducción.

Eclesiastés es el más breve de los escritos sapienciales. Su autor fue probablemente un sabio judío de Palestina del período en que la cultura helenística se hallaba en pleno proceso de expansión por todo el Oriente próximo. Sus esfuerzos estaban presididos por su amor a la verdad y por comunicarla de forma idónea, con las palabras más adecuadas (12.9–10). Fue un pensador original y crítico, que no se conformaba con repetir ideas ajenas o aceptar sin examen los postulados que la tradición daba por irrebatibles.

Sin nombrar expresamente a Salomón, el autor se refiere a él cuando alude al «hijo de David, rey en Jerusalén» (1.1, 12) y cuando enumera (en primera persona) sus obras y riquezas (2.4–9). Tales alusiones contribuyeron, sin duda, a dar carta de autoridad a Eclesiastés y a que fuera atribuido a Salomón, el rey sabio por excelencia. Sin embargo, el hebreo característico de su redacción, así como las ideas en él expuestas, corresponden a una época posterior.

Eclesiastés 12

Leyendo la porción del capítulo tenemos que:

1. Un llamamiento a los jóvenes para que piensen en Dios y tomen conciencia del deber que tienen para con él mientras son jóvenes:

«Acuérdate de tu Creador en los años de tu juventud» (v. 1). Como si dijera:

«Los que sois jóvenes no os lisonjeéis con la esperanza de grandes cosas de parte del mundo, las cuales no satisfacen al alma; acordaos de vuestro Creador y os guardaréis así de los males que provienen de la futilidad de las criaturas». Este recuerdo del Creador es el mejor antídoto contra las enfermedades morales de la juventud, las pasiones juveniles y la futilidad a que están sujetas la niñez y la adolescencia. El G.’.A.’.D.’.U.’. es nuestro Creador; él nos hizo y no nosotros mismos; por tanto, es nuestro legítimo Dueño y Señor. Hemos de pagarle el honor, el respeto y la obediencia que le debemos como a nuestro Hacedor..

2. Una razón que corrobora este mandato: «antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento». Como diciendo: «Hazlo pronto, enseguida, antes de que vengan la enfermedad y la muerte». Y aun antes de que llegue la vejez cuando ya no quedará otro contentamiento que el testimonio de una buena conciencia acerca de lo hecho en esta vida, y la expectación gozosa de una mejor vida.

3. Expone después en detalle las debilidades y miserias de la decrepitud, a fin de persuadimos a no entregar a nuestros vicios la flor y nata de nuestra vida, reservando para el G.’.A.’.D.’.U.’. las heces y los desperdicios. Si las miserias de la última edad van a ser como aquí se las describe, necesitaremos de algo que nos sostenga y consuele entonces, y nada mejor ni más efectivo que el testimonio de nuestra conciencia de haber recordado a tiempo a el G.’.A.’.D.’.U.’. ¿Cómo podemos esperar que el G.’.A.’.D.’.U.’. nos ayude cuando seamos viejos, si no somos de utilidad mientras somos jóvenes?

4. Describe las debilidades de la vejez con bellas metáforas, que han sido interpretadas de diversas maneras; la más probable es la siguiente:

(A) Los fenómenos atmosféricos descritos en el v. 2 indican los vaivenes de lucidez y oscuridad, de alivio y de dolor, que se suceden en la vejez; se alivia una molestia y pronto viene otra a sustituirla;

(B) Los guardas de la casa son los brazos o, quizá, la columna vertebral con todo el costillar, que sostienen a la persona;

(C) Los hombres fuertes son las piernas que se debilitan y encorvan en la vejez;

(D) Las que muelen son las muelas y dientes que habrán disminuido o desaparecido.

(E) Las que miran por las ventanas son los ojos.

(F) Las puertas de afuera (v. 4) son, con la mayor probabilidad, los oídos, cuya capacidad también se merma en la vejez.

(G) El ruido del molino simboliza, el poder del estómago para digerir el alimento.

(H)

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