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El Príncipe el libro escrito por Maquiavelo


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2012  •  Reseñas  •  1.615 Palabras (7 Páginas)  •  648 Visitas

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El Príncipe el libro escrito por Maquiavelo es un manual de gobierno de aquella época, nos habla del sistema de gobierno. El poder ha sucedido a los hombres desde los tiempos más remotos. Su concepción y su práctica han sido diversas a través de la historia de la civilización. Alfredo es el del cinismo como actitud indispensable en las tareas del gobierno y expresaba todo lo que había recolectado durante su vida, observando a los gobiernos, viendo en que fallaban y en que tenían éxito. Como decía el príncipe era un completo manual de gobierno, en esa época, el sistema de gobierno más común, era el de los señores feudales, llamados también príncipes, en este libro Maquiavelo habla sobre, cada uno de las situaciones a las que se pude enfrentar un gobierno como este. Al principio, Maquiavelo habla sobre todos los tipos de principados que puedan existir, como los nuevos, los hereditarios los eclesiásticos, etc.., se habla también sobre los tipos de ejercicios que pueda haber, Maquiavelo habla también sobre la personas, por las cuales hay que cuidarse, y sobre las personas en las cuales hay que confiar, por supuesto todo lo que dice, lo apoya ejemplificando con hechos históricos. La mayoría de estos hechos, que son usados como ejemplos, son situaciones ocurridas, la mayor parte, en Italia, España y Francia, Maquiavelo ocupa muchos ejemplos de situaciones actuales, habla sobre los papados y sobre el reinado de Fernando de Aragón, los cuales eran contemporáneos a él. Exclusivo para príncipes de la época, puede ser utilizado en cierta en la actualidad, ya que Maquiavelo se guía mucho, por la mete del hombre y como según él, reaccionaria en diversas situaciones, debido a que el hombre no ha reformado mucho su mente, hay muchas situaciones en que el hombre, actuaria igual a como actuaba hace siglos atrás. Respecto a los tipos de gobiernos, considera dos: los asistidos por siervos, donde el príncipe tiene mayor autoridad y le serán fieles si no los oprime, y el asistido por nobles, siempre fáciles de sobornar por su descontento; el consejo al gobernante es recordar que no puede cambiar a todos sus súbditos, pero sí puede cambiar o crear nuevos nobles. Para gobernar plenamente a una ciudad o principado que antes de la conquista se regía por sus propias leyes, contempla tres reglas: primero, destruirlo; después, radicar en él; finalmente, regirlo por sus propias leyes, obligarlo a pagar tributo e integrar un gobierno con pocas personas de entre sus mismos ciudadanos. El gobernante que menos confía en la suerte conserva mejor su conquista. Imponer nuevas leyes es difícil y peligroso, por lo que debe hacerse con habilidad. Es fácil convencer al pueblo de algo, pero difícil mantenerlo en la convicción. El príncipe nuevo debe deshacerse de enemigos, conquistar amigos, hacerse amar o temer de los súbditos, hacerse respetar y obedecer por sus ejércitos, disolver milicias infieles, reemplazar antiguas leyes y conservar la amistad de los poderosos. Para conservar el poder, los actos criminales deben ejecutarse de una sola vez para evitar intranquilidad y desconfianza. Las fuerzas de todos los principados se miden en base: si un príncipe posee un Estado tal que pueda, en caso necesario, sostenerse por sí mismo, o si tiene, en tal caso, que recurrir a la ayuda de otros, y esto último puede ser fatal para el principado. Se considera capaces de sostenerse por sí mismos a los que, o por abundancia de hombres o de dinero, pueden levantar un ejército respetable y presentar batalla a quienquiera que se atreva a atacarlos; y se considera que tienen siempre necesidad de otros a los que no pueden presentar batalla al enemigo en campo abierto, sino que se ven obligados a refugiarse dentro de sus muros para defenderlos. También existen los principados eclesiásticos, respecto a los cuales todas las dificultades existen antes de poseerlos, pues se adquieren o por valor o por suerte y se conservan sin el uno ni la otra, dado que se apoyan en antiguas instituciones religiosas que son tan potentes y de tal calidad que mantienen a sus príncipes en el poder sea cual fuere el modo en que estos procedan y vivan. Estos son los únicos que tienen Estados y no los defienden; súbditos y no los gobiernan. Y los Estados, a pesar de hallarse indefensos, no les son arrebatados, y los súbditos, a pesar de carecer de gobierno, no se preocupan, ni piensan, ni podrían sustraerse a su soberanía. Son, por consiguiente, los únicos principados seguros y felices. Entre las cualidades de un gobernante, aquellas apreciadas entre el común de la población generalmente resultan ineficaces en un gobernante; es mejor ser temido que ser amado, ser tacaño que practicar la prodigalidad. Por ello, el gobernante debe aparentar todas las virtudes, pero practicarlas lo menos posible

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