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Enfermera Profecional


Enviado por   •  1 de Julio de 2013  •  1.593 Palabras (7 Páginas)  •  323 Visitas

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Amar la vida

La película “Amar la vida”, tal como en sí misma está planteada, y tal como mis alumnos han sabido captar, muestra el gran desfase entre ciencia y conciencia, entre la biojurídica –captada con un sentido restrictivo y empequeñecedor- y la bioética. Pero a su vez, abre una puerta para descubrir el compromiso y el deseo del personal sanitario a actuar en beneficio del enfermo, no exclusiva y reductivamente para conocer mejor la enfermedad y poder afrontarla, sino de modo muy necesario para beneficiar a los enfermos a la larga y, a la corta, para conocer mejor su estado de ánimo, para saber respetar su situación, cuidar y amar al sufriente, tal como se proyecta la bioética personalista. Veamos estas ideas al hilo de la película.

Es una película clara, en parte sobrecogedora y atrevida que realiza una crítica explícita de la visión utilitarista y cientifista de la medicina en tantos lugares de Occidente. Sorprende que la satisfacción de los médicos es consecuencia de los resultados positivos obtenidos en su investigación, al margen del estado de la paciente. El trato no es humanitario ni asistencial. El consentimiento informado aparece como requisito establecido y rutinario. No hay respeto a la integridad física y sicológica de la paciente, ni mucho menos se protege su intimidad y su sensibilidad en el tratamiento clínico.

La película es un largo y magistral monólogo de una enferma moribunda, solitaria, en la habitación de la clínica, en donde hasta la televisión siempre aparece apagada. Vivian es una mujer externamente valiente, que parece inmutable, y que para superar anímicamente su situación, utiliza sus recursos, la cultura y la ironía, muchas veces, a modo de sentencias: “Es halagadora la atención que recibo... durante los primeros cinco minutos”. “Me leen como un libro. Antes enseñaba yo; ahora me enseñan a mí”. “Me siento aislada, no por el cáncer, sino por el tratamiento del cáncer”. “El dolor es lo que hace que aún me sienta con vida”. También se hace y hace preguntas que deja sin contestación, como cuando le insinúa a su alumno, que ahora es su joven y pretencioso médico investigador: “Sentirá pena cuando...?”

La revisión médica hacia ella, por parte del equipo médico, se realiza de modo inesperado, sin preparación, utilizando el más genuino argot profesional, totalmente ajeno a una persona muy enferma y sufriente. Sólo destaca una enfermera que es a la que la profesora comunicará su voluntad de no ser reanimada en caso de un paro cardíaco. Conforme va sintiendo que ella es tratada y observada como un objeto de investigación y no como una persona va sintiéndose insegura. Cuando ya la enfermedad está avanzada dirá en su constante y estremecedor monólogo “¿Qué me queda por vomitar?” (...) Mi vocabulario es cada vez menos poético (...) Si vomitara mi cerebro...; mis colegas se pelearían por mi puesto de trabajo”. “Siempre me preguntan mi nombre..., llevo ocho meses ingresada”. Su ironía es su coraza, sobre todo al ver que viene a ser “un animalillo de laboratorio”. Llega a decir “Soy un papel en blanco con muchas manchas negras” o “Pensaba que en esta vida con ser inteligente, todo estaba hecho y me he dado cuenta de que no ha servido para nada”.

En su evolución pasa de ser esa persona fuerte, intimidadora, segura, llena de autoconfianza a ser tan débil y frágil como un bebé. Siente la soledad, el desamparo, el dolor. Nunca ha buscado el trato social y ahora no lo tiene aunque añora -es la hora de la sencillez, y de la verdad- el trato humano, la compañía. Su enfermedad, que la conduce a pasos agigantados a una muerte segura e inminente, ya no es amortiguado por ningún poema. Necesita el cariño, y sólo lo encontrará en una de las enfermeras y en la única visita que recibe, la de una anciana, antigua profesora suya, que se abraza a ella, en parte como acunándola, y le susurra “es la hora de irse” Vivian, entonces, se duerme.

Su antigua profesora, la acoge como la niña que fue, y le vuelve a contar el cuento de cuando era pequeña: “Bandadas de ángeles te acompañarán en tu descanso...”.

El telón de fondo es el cumplimiento del verso pronunciado por Vivian, que sirve para los momentos fuertes y para los débiles, quizás porque es un verso para la persona: “Muerte, no te enorgullezcas,/ no te creas poderosa y temible,/ puesto que nada de eso eres,/ porque a todos aquellos a los que creíste abatir no murieron./ Triste muerte, ni a mí podrás abatir/ (...) Muerte, no te enorgullezcas.../ tras un breve sueño,/ despertaremos a la vida eterna./ Muerte, morirás./”

Víctor Frankl señalaba que, aunque el hombre ha sido capaz de crear la cámara de gas, también ese hombre ha sido capaz de entrar en ellas musitando una oración. No menos impresionante resulta el hecho paradigmático de la protagonista de “Amar la vida”, una mujer de mediana edad que se

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