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Escalando El Popo

Manuel201230 de Marzo de 2013

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El Popocatépetl, o Popo, como es más conocido, junto con el Iztaccíhuatl, o Izta, y el Pico de Orizaba, son los volcanes más importantes y famosos de México. Del Popo han estado saliendo fumarolas que, como anillos de humo de un cigarrillo, han causado temor y han bañado de cenizas a la región circundante, pero hasta hoy todo se ha reducido a eso.

En torno al Popo y al Izta se ha tejido una leyenda romántica, pues se dice que el Popo fue un guerrero azteca que desapareció en combate, y que su amada, el Izta, o Mujer Dormida, recibió la noticia de que había muerto. Pero la noticia no era cierta, y cuando el guerrero regresó, encontró muerta a su amada y quedó congelado velándola para siempre. Se han hecho dibujos y pinturas alusivas a esta historia, pues el Izta tiene realmente la figura de una mujer acostada.

El Popo tiene una altura de 5,452 metros y es el más alto de México. Forma parte del paisaje de la Ciudad de México, aunque está muy retirado de la misma.

La mejor época para ascender a su cumbre es desde mediados de noviembre a mediados de marzo, y quienes han ido afirman que la subida no es difícil, aunque sí larga y dura, y hay que estar en buenas condiciones físicas.

La ruta que usan los alpinistas es por el pueblo de Las Cruces, y se tarda de seis a ocho horas en llegar a la cumbre, y otras tres horas en el descenso. La excursión se inicia en el refugio de Tlamacas, al pie del volcán, que está a una altura de 3,960 metros, y hasta donde se puede llegar cómodamente en autobús vía Amecameca, lo que se hace en dos o tres horas.

Se recomienda iniciar el ascenso entre las dos y las cuatro de la madrugada, e ir bien equipado con bastones de esquí y un piolet, crampones, lámpara de cabeza o de minero para la salida, botas de escalador, equipo de primeros auxilios y suficientes víveres para cualquier emergencia.

La primera etapa del ascenso es de dos horas, caminando sobre tierra volcánica. Al llegar al lugar llamado Las Cruces debe tomarse el camino de la izquierda, no el de la derecha, porque es una ruta más difícil. Por supuesto, no se aconseja ir solo ni en grupo si no llevan a un guía que conozca bien todo el proceso de la ascensión.

De Las Cruces se inicia la segunda etapa, que es la más fatigosa, porque se pasa del suelo volcánico a la nieve. En el camino y en algunas rocas hay indicios que han dejado otros alpinistas para guiar a los que ascienden por primera vez. Hay que dar varios rodeos y evitar salientes y masas de nieve que no ofrezcan seguridad, y por fin se llega a una gran roca que está justamente sobre el borde del cráter, que tiene una profundidad de 480 metros, y mide de un extremo a otro 850 metros.

Pero hay que caminar un poco más para llegar hasta la cumbre del volcán, pues la roca gigantesca está en una parte inferior. Desde la cima se puede contemplar, en un día claro, la Ciudad de México, el Izta, la ciudad de Puebla, y el Pico de Orizaba.

Se advierte a los alpinistas noveles que vigilen el llamado mal de altura, que se manifiesta con náuseas, fuertes dolores de cabeza y a veces hemorragia nasal. Se debe descansar hasta que desaparezcan dichas molestias, y si no sucede esto, regresar en busca de ayuda médica, aunque se dice que un día de descanso en el albergue de Tlamacas puede ayudar mucho.

Escalando el Everest, un paso por vez

By Gokul Thapa, UPF-Nepal, entrevistado por Robert S. Kittel   

Friday, June 26, 2009

La expedición al Monte Everest fue para una causa noble: Para apoyar al gobierno, unir a todos los partidos políticos y todas las religiones, centrado esto en la misión de escribir una nueva constitución para nuestra nación, y para ayudar a traer paz a todas las naciones. La Federación para la Paz Universal nos apoyó mucho. Sé que la gente oraba por nuestro éxito.

Este fue un tiempo muy desafiante para los alpinistas; arriesgamos literalmente nuestras vidas. Toda la gente que firmó la bandera debería entender qué clase de esfuerzo y concentración tomó esta expedición. [La bandera fue firmada por los jefes de los 25 partidos políticos, los líderes del gobierno, y los líderes de nueve religiones en Nepal, como símbolo de unidad nacional y de reflejar el espíritu de la construcción de la nación.] No hicimos esto para nosotros mismos, sino para el futuro de esta nación.

Fue sólo con un fuerte corazón de determinación - no un corazón a medias, sino con un compromiso total - que pudimos realizar esta misión. Los líderes políticos también deberían tener esta clase de dedicación y buena voluntad de sacrificar incluso sus vidas por el futuro brillante de Nepal.

Es generalmente muy costoso escalar el Monte Everest. Un alpinista extranjero tiene usualmente un Sherpa (habitante local) como su guía personal para acompañarlos durante el viaje entero. Si tienen mucho dinero, pueden tener hasta tres guías personales. Además de esto, hay generalmente cuatro o cinco changadores para cada alpinista. Actúan como ayudantes para cargar el equipo arriba y abajo de la montaña.

Había sólo ocho miembros en nuestro equipo: cinco alpinistas, dos changadores, y un cocinero. Tuvimos que hacer todo nosotros mismos. Y aún así, solamente tres de los alpinistas alcanzaron realmente la cumbre.

Los dos alpinistas que no alcanzaron la cumbre simplemente no eran bastante fuertes, y ellos decidieron volverse por sí mismos. A uno de ellos le subió la fiebre y tenía dolor de cabeza; él dio la vuelta justo bajo la montaña South Col, aproximadamente a 7.800 metros. El otro alpinista sentía frío y comenzó a toser, y decidió regresar a la altura de 8.000 metros. En ambos casos, fueron por propia decisión. Esto fue claramente estipulado al principio

Yo casi me volví tres veces. Las últimas dos veces sentí que muy bien podría morir allí.

La primera vez que casi di la vuelta fue justo después de dejar el campo 3. Habíamos comenzado a caminar en la madrugada, antes de que saliera el sol. Después de que salió el sol me olvidé de ponerme mis anteojos de sol y continué caminando por más de una hora. Quedé como enceguecido por la nieve, y me dolían mucho los ojos. Estábamos entre el campo 3 y el campo 4, en el Geneva Spur, y podía ver gente pero no podía reconocer quiénes eran. Veía solamente imágenes brumosas. Mis ojos tenían dolor y lagrimeaban continuamente.

Cuando comenzamos a escalar hacia la cumbre aproximadamente a las 8:30 de esa noche utilizaba mi faro, pero aún así no podía ver nada excepto la cuerda y la persona justo delante de mí. Pensé que quizá no podría lograrlo, pero decidí intentar.

`Sólo toma el paso siguiente", me dije. "Un paso por vez.”

Cuando salió el sol, me puse mis anteojos con gafas protectoras sobre ellos, pero aún así, mis ojos me dolían. Después de alcanzar la cumbre, permanecí alrededor de una hora y volví tan rápidamente como pude. La ceguera causada por el resplandor de la nieve dura generalmente 24 horas, pero al mediodía, el dolor llegó a ser aún peor. Casi salí corriendo de regreso al campo 4, en South Col, debido al dolor. Los otros dos alpinistas que llegaron a la cumbre vinieron más tarde, y esa noche dormimos todos en el campo 4. A la mañana siguiente ya estaba mejor.

La segunda vez que casi abandono fue después de empezar a escalar hacia la cumbre. Me había apurado para vestirme y para organizar mi suministro de oxígeno. Hice todo como había hecho antes, pero cuando comencé a subir, de repente no podía respirar normalmente. Comencé a respirar a una velocidad muy acelerada. Un Sherpa de otra expedición, Sherpa Nangyal, era nuestro asesor, y él abrió rápidamente todo lo que estaba usando: mi casco, máscara, e incluso mi ropa. Él hizo algunos cambios, y entonces pude comenzar a respirar otra vez; si no, no habría continuado.

La tercera vez fue aproximadamente a 8.500 metros, justo abajo de la llamada la “segunda cumbre". Mientras que subíamos, mi oxígeno se cortó repentinamente. Una válvula en mi máscara estaba obstruida, y yo no recibía nada de oxígeno. Me dije a mí mismo, “Creo que voy a morir. Seguramente voy a morir.”

Haciendo frente a esta situación de vida-y-muerte, comencé a pensar en mi familia. Mis padres y hermanos y hermanas llorarían algunos días, pero conseguirían sobreponerse. Sin embargo, estaba muy preocupado por mi esposa. Si algo me sucediera, pensé, ella tendría a sus padres y a la sede de UPF para ayudarle. Decidí que cualquiera fuera el resultado, yo lo haría una ofrenda. Tomé la decisión con esta fuerte determinación.

Entonces vino Nangyal a preguntar qué andaba mal. Afortunadamente, él tenía una máscara adicional que llevaba para algunos de los miembros de su equipo. Él me ayudó a ajustarme la nueva máscara, y entonces pude comenzar a respirar otra vez. Pero ya había perdido cerca del  70 por ciento de mi fuerza, y estaba por abandonar la tarea. Entonces Nangyal dijo, “Sólo sígame. Yo voy a cuidarle.” Sus palabras fueron una gran inspiración y ánimo para mí.

Habíamos oído excelentes pronósticos meteorológicos en Katmandú, y esperábamos alcanzar la cumbre alrededor del 15 o el 16 de mayo. Debido al mal tiempo, postergamos nuestro ‘asalto’ a la cima por cinco días. Originalmente, yo planeaba ir solamente al campo de base y desde allí esperar a los alpinistas. No planeaba subir a la cumbre porque no quería ser una carga a los otros miembros del equipo. No obstante, en el campo de base tuve una noche un sueño vívido y decidí intentar subir a la

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