El Popo Al Vuh
claudimarc20 de Noviembre de 2011
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LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA
En estos tiempos de comienzo de siglo, es común escuchar que estamos en la sociedad del conocimiento, y parte de esto se debe a que el hombre de hoy es un sujeto más informado, de ahí la importancia de que todos los colombianos tengamos más información acerca de nuestros deberes garantías y derechos, para que no se nos atropelle, como suele suceder en algunos casos en nuestro país. Es necesario saber que todas las personas nacemos con derechos que nos pertenecen por nuestra condición de seres humanos. Su origen no es el Estado o las leyes, decretos o títulos, sino la propia naturaleza o dignidad de la persona humana. Cabe resaltar que los derechos humanos son universales, por tal razón todas las personas: mujeres, hombres, niños y niñas tenemos derechos. Por eso no importa la raza, el sexo, la cultura o la religión que tengamos; tampoco importa la nacionalidad o el lugar en que vivamos. Es gratificante saber que cada persona tiene la misma dignidad y nadie puede estar excluido o discriminado del disfrute de sus derechos. Es así como puedo decir que tienen los mismos derechos tanto un niño como una niña, un indígena como un campesino, una mujer como un hombre, un árabe como un chino, un colombiano como un venezolano, un musulmán como un cristiano, un negro como un blanco, un pobre como un rico, un delincuente o corrupto como una persona honesta. La persona humana no puede, sin afectar su dignidad, renunciar a sus derechos o negociarlos. Tampoco el Estado puede disponer de los derechos de los ciudadanos. Como la humanidad es cambiante, las necesidades también, por ello a través del tiempo vamos conquistando nuevos derechos, que una vez alcanzados forman parte del patrimonio de la dignidad humana. Nadie puede atentar, lesionar o destruir los derechos humanos, Por ejemplo, el derecho a la vida no puede ser violentado bajo ninguna circunstancia, como ocurre frecuentemente en la realidad, ni por la acción de fuerzas policiales o militares ni por políticas económicas que condenan a la muerte por desnutrición o hambre a la población. Los derechos humanos están relacionados entre sí. Es decir, no podemos hacer ninguna separación ni pensar que unos son más importantes que otros. La negación de algún derecho en particular significa poner en peligro el conjunto de la dignidad de la persona, por lo que el disfrute de algún derecho no puede hacerse a costa de los demás. Es así, como no podemos disfrutar plenamente de nuestro derecho a la educación si no estamos bien alimentados o si carecemos de una vivienda adecuada, ni podemos ejercer nuestro derecho a la participación política si se nos niega el derecho a manifestar o estar bien informados. Cada mujer, hombre, joven y niño o niña tienen el derecho a la vida; a la libertad; a la intimidad; a la privacidad; a la salud; a la igualdad; a la libertad de expresión; a la información; a la opinión; a ser oídos; a la libertad de pensamiento, de conciencia y religión; a la integridad física, psíquica y moral; a la protección, cuidado y ayuda especiales que la condición de menor requiere; a la alimentación; a la educación; a la vivienda; a la cultura; al deporte; a la recreación; a la convivencia familiar y comunitaria; a la autonomía de valores, ideas o creencias; a la comprensión; al goce y ejercicio de sus derechos de manera acorde con su edad.
Pero la realidad actual de la sociedad es otra, las desigualdades de género siguen presentes en nuestra sociedad y parecen heredarse de generación en generación. Se han dado pasos hacia la plena igualdad pero el camino que queda por recorrer aún es largo y difícil debido a que el alcanzar dicha igualdad depende a su vez de otros factores sociales, económicos y culturales. Hoy en día, la equidad de oportunidades no es una realidad social y para llegar a dicha igualdad no es suficiente con una educación mixta, pues muchas desigualdades escapan
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