Hombre y agricultura

EQUILIBRIO PRECARIO

Aunque son diferentes la materia y la energía forman parte de una misma realidad. Ambas dan origen al equilibrio dinámico de las fuerzas biológicas.

En la Tierra la fuente de energía es el Sol. Es una fuente ilimitada, pero sus productos no lo son. Si se talaran los bosques o si se sometieran las llanuras a un pastoreo excesivo, se transformarían en desiertos. Si se descargan en el mar y los ríos las aguas servidas y los desechos industriales, las algas consumirían el oxígeno provocando la muerte de los peces y su posterior descomposición con liberación de gases malolientes. Todo esto provocaría efectos Irreversibles.

HOMBRE Y AGRICULTURA

El hombre ha formado parte de la biosfera como animal y depredador, consumiendo biomasa de origen vegetal y animal. En un principio, su acción era comparable con la de cualquier otro animal pero a partir del Neolítico la acción del hombre sobre el suelo comenzó a aumentar. El suelo es el objeto de su trabajo y su lugar de asentamiento.

Los suelos se han visto modificados por efecto de la construcción, de la urbanización y de la actividad militar (bombardeos).

Todo esto ocurre con la llegada de la civilización moderna. El hombre fuerza el proceso de síntesis de biomasa para mantener su existencia y su nivel de vida. Pero muchas veces lo hace sin tener en cuenta las consecuencias de tal acción.

El Hombre tuvo conocimiento claro de interrelación organismo-ambiente a comienzos del s. XX. La actividad del hombre para conseguir: combustibles, alimentación, materias primas para la industria fue muchas veces anárquica, condicionada por su afán de obtener un rápido y fácil beneficio. Se favorece una determinada especie animal o vegetal para aumentar su rendimiento, lo que implica que debe tomar precauciones, medidas agrotécnicas y zootécnicas, para proteger el suelo, ya que las reservas químicas y biológicas se agotan. El predominio de una especie sobre el sistema provoca lo que se denomina fatiga del suelo. Es recomendable la aplicación de fertilizantes, realizar cultivos rotativos (alfalfa y trébol), inocular microorganismos que fijen el nitrógeno y remover la tierra para que las capas superficiales entren en contacto con las más profundas. El mantenimiento y productividad de los suelos implica también una inversión periódica de dinero y trabajo de drenaje, en irrigación y en mejoras físicas y químicas.

A pesar de todo el hombre ha transformado zonas desérticas en suelos productivos, como por ejemplo, en Egipto, Marruecos, Argelia e israel. Lo mismo ha ocurrido en las regiones pantanosas de Holanda y Bélgica.

No menos grave es el exceso de pastoreo, que en algunas zonas es más antiguo que la agricultura. Los pastores nómadas han utilizado extensas estepas y llanuras para

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