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Hoy Y Mañana


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2012  •  2.783 Palabras (12 Páginas)  •  347 Visitas

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C'est parce que les sciences et les techniques sont censées mettre, indifféremment à notre portée des avenirs possibles ..., qu'il faut que la société humaine décide, au nom de ses valeurs, ce que sera son avenir1 (Ilya Prigogine e Isabelle Stengers, en Entre le temps et l'éternité)

Es precisamente debido a que se supone que la ciencia y la tecnología ponen a nuestra disposición futuros posibles, igualmente válidos... que la sociedad humana tiene que decidir, en base a sus valores, cuál será su futuro.

Vivimos en una época en la que la ciencia demuestra su poder. El conocimiento que nos ha dado ha conquistado la distancia, abolido la miseria, reducido la enfermedad, y abierto las puertas al entendimiento de los misterios de la naturaleza. Como herramienta para descubrir "la verdad" -lo que "está detrás"- la ciencia no tiene parangón. Sin embargo, deberíamos ser cautos a la hora de celebrar sus triunfos de manera poco crítica, pues han sido distribuidos de manera desigual. En medio de la abundancia, hay miseria; las enfermedades hace tiempo conocidas por los médicos aún se llevan a los pobres y a los menesterosos; y en sus ordenadas explicaciones de los fenómenos naturales, la ciencia deja a muchas personas indiferentes o incluso alienadas. Lo que la ciencia nos dice puede ser cierto, pero no es la única verdad que importa.

Los éxitos de la ciencia han transformado las relaciones entre la comunidad científica y el estado, ahora son mucho más complejas de lo que fueron algún día. Ninguna sociedad moderna es imaginable sin el apoyo de la ciencia y la tecnología, y esta relación va en ambas direcciones. La ciencia moderna ha acabado siendo tan grande y costosa que no puede sobrevivir sin las subvenciones del estado. Ambas partes se necesitan mutuamente, pero la relación entre ciencia y poder es incómoda. Los científicos quieren que la sociedad apoye pero no gobierne la ciencia, y sin embargo, hay una demanda de la población cada vez mayor de algún tipo de control social, nunca más evidentes que en los debates éticos sobre el genoma humano y la manipulación de los embriones. Los gobiernos, por contra, querrían planificar la investigación, dirigirla a propósito a áreas de indagación que creen pueden producir rendimientos económicos, un esfuerzo considerado como equivocado por muchos científicos. En palabras de Michael Polanyi: "El propósito de la ciencia no puede organizarse de otra manera que garantizando la completa independencia de todos los científicos maduros... la función de las autoridades públicas no es planificar la investigación, sino dotar de oportunidades para su búsqueda."

La ciencia al servicio del poder

Los historiadores, creo, identificarán la II Guerra Mundial como el momento de cambio decisivo en las relaciones entre la ciencia y el gobierno. Por ejemplo, el presidente de América de aquel tiempo reclutó el primer asesor científico de la Casa Blanca. Este tipo de designación era algo nuevo para aquellos que hasta ese momento habían vivido fundamentalmente de la investigación o de la enseñanza de la ciencia. Como consecuencia, la ciencia ayudó a derrotar a los enemigos de la libertad y de la democracia, a los enemigos que habían iniciado las hostilidades en un estado militar mucho más preparado, y habían realizado una gran inversión en el desarrollo de armamentos. Tras la guerra, la ciencia americana se convirtió en el eje central de la reconstrucción de escuelas, laboratorios, museos, y la industria tecnológica en muchas partes de Europa y en Japón.

En nuestros días nos enfrentamos con un número de desafíos comparables en importancia a aquellos que llevaron a la ordenación de la disciplina científica en el período de guerra. La naturaleza de esos desafíos muestra duramente las limitaciones de los procedimientos tradicionales de planificación. Los problemas son cada vez más técnicos, requiriendo conocimientos especializados para su solución. Al mismo tiempo, son más complejos, menos predecibles y exigen orientaciones de carácter interdisciplinario. El ritmo creciente de los sucesos en el mundo de hoy demanda respuestas más rápidas y mejor información para la toma de decisiones. Finalmente, y mucho más importante, está la creciente naturaleza global de los problemas a los que hay que hacer frente. En áreas como el medio-ambiente, la salud, la energía, las telecomunicaciones, la educación, la política científica y la protección de la propiedad intelectual, no tiene sentido afrontar los problemas exclusivamente en términos nacionales. En un mundo que cada día es más interdependiente, la planificación tiene que asumir una creciente dimensión global.

Considerados conjuntamente, estos factores demandan un nuevo enfoque en el que las virtudes científicas de apertura e internacionalismo tengan un papel más importante en la toma de decisiones. El modelo es todavía en gran medida tradicional, los expertos, en sus diferentes campos, asesoran de manera confidencial a los que toman decisiones cuyos intereses son, a menudo, más políticos que científicos.

Es cada vez más evidente que este modelo va a dejar de ser útil. A través de sus crecientes aplicaciones, diversas y rápidas, la ciencia ha llegado a influir más y más en la sociedad, reivindicando en cierta medida fe en la empresa científica, pero dando lugar a dudas sobre su viabilidad última o sobre la capacidad humana de una gestión prudente de sus aplicaciones.

El efecto de estos cambios ha sido la rendición del viejo modelo obsoleto de una relación entre dos actores: los científicos funcionando como un "República de la Ciencia" autónoma, mientras el gobierno planifica las decisiones en nombre de la sociedad como un todo. Cada vez más, la ciencia ha tenido que competir y responder a diferentes intereses sociales no siempre convergentes. Ha tenido que entrar en muchas relaciones colaterales con diferentes grupos sociales, incluida la industria, los departamentos gubernamentales no directamente relacionados con la investigación o la educación (por ejemplo, energía, medio ambiente, cultura, exteriores, defensa) y con los ciudadanos en tanto que consumidores y pagadores de impuestos. Esto ha sido complicado y ha ahondado las rivalidades dentro de la misma comunidad científica y tecnológica. La tradicional frontera entre la práctica científica y la política de la ciencia es cada vez más difusa: los problemas, aunque todavía de naturaleza científica, son económicos, culturales y políticos.

El panorama se complica aún más debido al surgimiento de nuevos problemas que emergen del tipo de preguntas que se hace la ciencia, y en parte también,

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