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La Cubierta Y El Cerramiento


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2013  •  2.926 Palabras (12 Páginas)  •  313 Visitas

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La envoltura de un edificio o de un espacio cualquiera se suele formar de dos elementos diferenciados: el cerramiento y la cubierta; vertical el primero, por conveniencias funcionales y facilidades constructivas, y horizontal o inclinado el segundo para facilitar el desague.

La cubierta requiere una superficie continua; y si su estructura se separa del material de cobertura, es por la dificultad o el coste que lleva consigo el establecer esa superficie impermeable con los materiales resistentes y estructurales de que ha ido disponiendo el constructor en las distintas épocas.

Solamente el hormigón armado y en todo caso, el ladrillo enfoscado , permiten alcanzar , con el propio elemento esttructural ,la impermeabilidad necesaria; y aún así en general es necesario recubrir esa superficie con telas asfálticas o materiales análogos para evitar la entrada del agua por las posibles fisuras, tan corrientes en estas superficies . con el acero, las superficies de palastro resultan demasiado costosas; y, con la madera, es necesario solapar las tablas unas sobre otras, con lo que requieren otro elemento sustentante debajo. Por otra parte, tanto el acero, como la madera, resisten mal la intemperie. La piedra presenta la dificultad de impermeabilización de las juntas entre sillares o mampuestos y muchas veces se le ha sobrepuesto la verdadera cubierta, como hacían los constructores góticos a pesar del valor funcionalista que muchos autores dan hoy a ese sitio.

Como siempre que se trata de cubrir una luz, aparecen dos soluciones: el arco-boveda con su variante de cúpula trabajando en compresión y la viga en flexión. En cualquiera de los dos casos, la solución puede ser diferente según se trate de naves rectangulares alargadas o con planta de lados parecidos.

En el primer caso, la solución elemental es la bóveda en cañon y como todo abovedamiento, lleva consigo empujes, el camino mas directo de llevarlos al terreno es fundir la cubierta con el cerramiento y llevar los arranques de aquella a los cimientos. Siendo las sobrecargas relativamente pequeñas, interesa aligerar la bovea, reduciendo todo lo posible su espesor para disminuir los esfuerzos que son debidos, en su mayor parte al peso propio.

En cuanto la luz es un poco grande, esta reducción de espesor se encuentra limitada por el peligro de pandeo o por las flexiones introducidas por las sobrecargas accidentales de viento o de nieve. La lamina bóveda requiere pues aumentar su momento de inercia, y aparece la típica sucesión de formas de la figura xii-2 que el hormigón armado ha desarrollado hasta el limite y que interesa comentar.

Primero aparece el forjado rigidizado por nervios o arcos perpiaños; al aumentar mas la flexion, se requiere aumentar las cabezas, y se ocurre la sección en cajón para obtener rigidez y resistencia a la flexion en los dos sentidos pero no requiriéndose la totalidad de las cabezas a cada lado, se alterna esta entre cada dos nervios y queda la sección en greca rectangular que ahorra material y permite un mas fácil desencofrado si se trata de hormigón y por ultimo la greca trapecial o sinusoidal que favorece, aún mas el desencofrad, y disminuye el desarrollo de la superficie total.

Es la solución consagrada por freyssinet en el hangar de dirigibles de orly, con la que se satisfacían simultáneamente todas las condiciones, funcional, resistente, constructiva, económica e incluso estética, aunque en este ultimo punto el gusto de cada cual se permitiese criticas.

Que la directriz sea una u otra, o que la sección sea iferente puede aportar ventajas, según sea el caso; pero el tipo estructural es fundamentalmente el mismo. La solución de bóvedas bicóncavas adyacentes puede satisfacer mas a la vista del espectador que interpreta la estructura como unas bóvedas apoyand en arcos formeros. Ese fenómeno resistente puede ser cierto construyendo los arcos metálicos o de hormigón armado, con momento de inercia suficiente para soportar todas las cargas y sus desigualdades; y montando sobre ellos las bovedillas transversales como elemento secundario. Aun asi, sabiendo que las tensiones no pueden desligarse de las deformaciones que llevan consigo, se comprende que los arcos no pueden deformarse sin arrastras las bovedillas en su deformación; y que estas, por consiguiente, tienden a funcionar con los arcos formeros como un arco conjunto de mayor rigidez. Para evitarlo, sería necesario dejar juntas en las bovedillas, perpendiculares a los arcos.

Por eso, la bóveda total cóncavo convexa es igualmente resistente y puede ofrecer ventajas constructivas, al ser hormigonada sobre una lona que hace de enconfrado y que cuelga de cerchas provisionales situadas según los aristones.

Pr el contrario, si se quiere que la cubierta deje lucernarios transversales- como es corriente para dar iluminación norte-, se puede dar, a cada lóbulo, forma asimétrica de conoide, la ventaja de dar mayor rigidez o momento de inercia a la sección por defecto de la sobre curvatura. La solución es tan racional y funcional resistentemente que resultó, en el caso particular de la figura xii-5, mas económica que la de subdividir la luz en tres, aprovechando los soportes de los puentes gruas existentes.

Pero el llevar las formas abovedadas hasta el suelo no permite, en general, un total aprovechamiento de la planta; y el muro vertical se presenta frecuentemente como una exigencia funcional y quizá también estética.

En ese caso, es necesario contrarrestar el empuje de la bóveda sobre la cabeza del muro; y, para ello, se ofrecen dos soluciones: establecer tirantes a la altura dde arranques, o dar al muro la estabilidad que necesita proveyendolo de contrafuertes, o descomponiéndolo en el elemento vertical de cierre y en arbotantes independientes.

El tirante es siempre feo. Es difícil explicar por que pero es un hecho que todo elemento, que corta la diafanidad del espacio bajo la bóveda se considera desagradable estéticamente. Los constructores goticos se sentían orgullosamente satisfechos cuando podían contemplar en el interior de sus catedrales, las formas cóncavas y diáfanas de sus bóvedas, aunque para ello hubiesen de esconder, tras los dibujos de sus vidrieras, los elemtnos de contrarresto necesarios para sostener esas bóvedas interiormente aparentes. Y se complacían en dejar visto al exterior el esqueleto de arbotantes, contrafuertes y botareles que equilibran las bóvedas, a su vez ocultas del exterior por glabetes y cresterías y sobre los que solamente aparecían los planos en pendiente de una cubierta sobrepuesta al de las pesadas bóvedas interiores. En realidad, esos planos de la verdadera cubierta, con su secreta armadura de madera, no hubiesen requerido mas que unos ligeros contrafuertes , en los muros calados, para dar estabilidad al

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