La recuperación de la visión
JulietaOrtega13 de Marzo de 2013
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-Incapacidad para detectar la profundidad. Esto implica una gran dificultad para moverse guiándose sólo por la vista porque no existe la capacidad para percibir en tres dimensiones. Así, por ejemplo, si un objeto se aleja o se acerca ellos perciben que, en realidad, se está agrandando o haciendo pequeño. Esto también supone una dificultad para interaccionar con los elementos de alrededor.
-Incapacidad para reconocer lo que se está viendo (agnosia). Existe una gran diferencia entre ver y reconocer lo que se está viendo (mucho más que entre oír y escuchar). Para la mayoría de nosotros están tan completamente unidos que ni nos damos cuenta de la gran diferencia que hay entre ambos pero es vital. Las personas ciegas que no llegaron a desarrollar esta capacidad siendo bebés aunque recuperen la vista son incapaces de reconocer lo que ven.
Además de lo anterior, también pueden tener dificultades en percibir las formas de los objetos o en enfocar la vista.
-Incapacidad para reconocer caras (prosopagnosia). El reconocimiento de las caras es una de las habilidades visuales más complejas y tardías en desarrollarse y las personas que no han podido desarrollar esta fase por ser ciegas al recuperar la vista son incapaces de reconocer las caras. Si la ceguera ha sido más tardía, se pueden reconocer pero encuentran especial dificultad a distinguir las caras de los hombres de las mujeres o entre diferentes personas.
Debido a todo lo anterior, la recuperación de la visión puede ser algo que provoque una gran confusión a personas que han sido ciegas desde sus primeros años, como si ante ellos se abriera un mundo nuevo que rompe con todos sus "esquemas" cerebrales. Un mundo para el que no se habían adaptado ni habituado. No es de extrañar, por tanto, que entre los casos descritos en la literatura científica sobre ciegos tempranos que recuperaron la visión, tras mucho tiempo, encontremos frecuentes casos de depresión e, incluso, de suicidio.
Así le ocurrió al famoso Virgil, comentado con sumo detalle y exquisitez por el prestigioso neurólogo Oliver Sacks en su libro "Un antropólogo en Marte". Desde muy pequeño fue casi ciego por unas cataratas. Cuando le operaron a los 50 años, su vida cambió repentinamente, para mal. Se encontraba constantemente frustrado y confuso ante lo que veía porque no era capaz de reconocerlo y no tardó en entrar en una profunda depresión. Algo similar le ocurrió a Sidney Bradford, ciego de larga duración que recuperó la vista tras un trasplante de córneas. La operación, lejos de mejorar su vida, la empeoró drásticamente: fue incapaz de trabajar con su nuevo sentido y, a los dos años, se suicidó. Por extraño que resulte, recuperar la visión puede no ser, a veces, una buena idea.”
El artículo es muy claro y podemos reconocer ciertamente que algunos fenómenos que se nos explican pasaron con Virgil, para quien fue incómodo ver, le fue extraño, pues como se ha dicho anteriormente, él comprendía lo que estaba a su alrededor de un modo diferente, hasta verse le era motivo de incomodidad, pues decía de sí mismo: “cada vez que me levanto, siento que estoy viendo a un desconocido”. Esta película, nos ayuda a reflexionar las diferentes concepciones de mundo, lo que los videntes dejamos a un lado, lo que ni siquiera cavilamos, lo que no vemos pudiendo ver y el papel que juega nuestra superficialidad. Amy y Jennie, fueron unas mujeres excepcionales, mientras que su hermana dedicó la vida al cuidado de Virgil, Amy le brindó la oportunidad de amar y de recobrar la vida a su amado así fuera por un lapso de tiempo. El amor de los protagonistas es una verdadera enseñanza donde estaría fuera esa lógica de “ojos que no ven, corazón que no siente”.
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