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leovacko4 de Octubre de 2013

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LA LEYENDA DEL SOL Y LA LUNA

Antes de que hubiera día en el mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan.

-¿Quién alumbrará al mundo?- preguntaron.

Un dios arrogante que se llamaba Tecuciztécatl, dijo:

-Yo me encargaré de alumbrar al mundo.

Después los dioses preguntaron:

-¿Y quién más? -Se miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel oficio.

-Sé tú el otro que alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y callado. y él obedeció de buena voluntad.

Luego los dos comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del fuego.

Iban a presenciar el sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin. entonces dijeron:

-¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le dio miedo y no se atrevió.

Cuatro veces probó, pero no pudo arrojarse

Luego los dioses dijeron:

-¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al fuego.

Cuando Tecuciztécatl vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su cobardía y también se aventó.

Después los dioses miraron hacia el Este y dijeron:

-Por ahí aparecerá Nanahuatzin Hecho Sol-. Y fue cierto.

Nadie lo podía mirar porque lastimaba los ojos.

Resplandecía y derramaba rayos por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho Luna.

En el mismo orden en que entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos Sol y Luna.

LA LEYENDA DE LA LLORONA

Cuenta la leyenda que en un lejano pueblo vivía una mujer junto con sus tres hijitos. Todo iba muy bien en la familia, los niños eran muy felices y su madre los quería muchísimo. Pero una noche lluviosa de invierno ocurrió algo terrible.

Aquella noche, llegó a casa el padre, quien los había abandonado tiempo atrás. Sin él la familia había sido más feliz y esa noche sus gritos y borracheras se volverían a notar en la casa, por no hablar de las brutales palizas que tanto los niños como la madre sufrirían. La mujer siempre había rezado para que no regresara nunca más, pero el destino quiso otra cosa.

El hombre era un monstruo y tiró de un puñetazo la puerta y entró gritando que todos fueran a recibirlo, los niños, espantados, se escondieron y la madre, por amor a sus hijos, se enfrentó cara a cara con su marido. La mujer sufrió un golpe que la dejó sin sentido durante varias horas. Cuando la madre despertó, buscó a sus hijos por todos los rincones de la casa. Pero ni los niños ni su marido se hallaban por ninguna parte, desesperada, corrió bajo la tormenta llorando y gritando sus nombres, pasaron días, meses, años, muchos años buscando...

Hasta que finalmente una noche murió de tristeza, nadie supo nada de los niños, nadie los vio nunca más, no aparecieron sus cuerpos o alguna señal del hombre que se los llevó.

Desde entonces se dice que su espíritu no descansa en paz y todas las noches se le oye llorar y lamentar con tristeza por los alrededores. Las mujeres corren tras sus hijos para esconderlos, ya que cuentan que se los puede llevar la llorona, para volver a ser feliz.

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