Mengele

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Mengele  

Prevenir enfermedades, diagnosticarlas y tratarlas es una necesidad. También lo es intentar validar técnicas que nos permitan realizar estas prácticas, conocer el cuerpo humano en situaciones de necesidad física para encontrarle una solución y variantes diferentes en dónde se tiene que arriesgar algo para poder solucionarlo. La investigación es una vía que nos permite lograr avances en esos terrenos. Sin embargo, la historia de la experimentación en seres humanos ha cursado inconvenientes y situaciones muchas veces alejadas de la búsqueda del beneficio colectivo en la medicina principalmente, cruzando limites inimaginables dejando de lado la empatía, la misericordia y valores autónomos a los que el ser humano es capaz de sentir por el prójimo, para poder dar un paso adelante a la ciencia y uno atrás a la ética y moral como persona. Desde sus orígenes, la ética de la experimentación biomédica se ha preocupado por los abusos cometidos contra los sujetos de investigación, sobre todo pertenecientes a grupos vulnerables. A la lista de éstos, se agregan los miembros de las comunidades, sociedades y países menos desarrollados y emergen dilemas alrededor de eventuales explotaciones e injusticias. Surgen cuestionamientos acerca de la relevancia y la utilidad de los estudios clínicos para la población en la cual se realizan, del tipo de diseños éticamente aceptables, de la posibilidad de crueldad hacia los participantes en la investigación médica y de la necesidad de definición y justificación del estándar de atención para los sujetos. El aporte de la reflexión teórica desde la bioética es indispensable, al igual que el fortalecimiento de la discusión y actos significativos para la regulación de estas situaciones.

Todo comenzó con el “Tercer Reich”, es decir la victoria del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores y el ascenso al poder del canciller Adolf Hitler. posteriormente, se produjo un dudoso incendio en el Parlamento alemán Reichstag, en el que se proclamó un estado de emergencia donde los derechos civiles constitucionales eran anulados, lo que le permitía al canciller legislar totalmente sin necesidad de confirmación parlamentaria.

Hecho que, como consecuencia, también daba vía libre a todo tipo de experimentación, actos ejecutados, libremente, por algunos médicos alemanes, de los que describiremos algunos de ellos. Entre estas pruebas y/o ensayos tuvo lugar la congelación con el fin de encontrar un tratamiento para la hipotermia, motivo por el que los prisioneros eran sumergidos en un tanque de agua helada y posteriormente reanimados con agua caliente, finalizando con el fallecimiento de la persona, tras perder la conciencia, ya que su temperatura corporal podría llegar a los 25ºC.

Otros procedimientos que llevaron a cabo fue obligar a las mujeres a copular con los hombres inconscientes, bajo lámparas abrazadoras o recurrir a la introducción de agua a temperatura de ebullición en la vejiga, intestino y estómago, siendo este un método que acaba siempre en muerte.

Para la realización del trasplante óseo, los médicos alemanes practicaron las amputaciones, extirpando a los prisioneros sanos huesos de la cadera, de los hombros o de las piernas, siendo, posteriormente exterminados mediante una inyección de Evian. El objetivo de esta técnica era acelerar el proceso de regeneración ósea u observar si eran posibles los trasplantes de brazos o piernas, constituyendo los nervios y los músculos entes de gran interés para los investigadores alemanes. Los resultados nunca fueron concluyentes. Otro experimento llevado a cabo tuvo como objetivo comprobar el efecto de diversos tratamientos, sueros y compuestos para alcanzar la inmunización contra la malaria o su prevención. A tal fin se dedicaron aproximadamente unos 1.000 presidiarios, quienes eran infectados a través del mosquito Anopheles o directamente mediante una inyección de sangre contaminada. Como bien podemos imaginar, las consecuencias se traducían en fiebres, cefalea y finalmente el coma y la muerte, y nunca concluyeron en algo fructífero para el avance del caso.  Los médicos alemanes de las Fuerzas Aéreas, junto con la Institución Experimental, indagaron sobre la altura idónea a la que debían lanzase los pilotos, caso de que al avión resultase dañado, utilizando cámaras de baja presión que simulaban la presión ejercida en una caída libre a 20.000 metros de altura, con el resultado del óbito de los participantes en esta prueba.  En los campos de concentración de Sachsenhausen y Natzweiler se inyectaba a los detenidos el virus de la malaria para luego estudiar su evolución. Muchas de los afectados fueron mujeres polacas, dejadas a suerte y que generalmente morían.

Una de las razones por las que experimentaban con niños y personas era poder “mejorar la raza” o terminar con los “individuos enfermos”, ya que consideraban que la raza aria era la raza que debía predominar en la Tierra, caracterizándose por los siguientes rasgos: rubios, ojos azules y complexión atlética, cabe destacar que los que no cumplieran con estos rasgos poco más que eran “eliminados”. Las leyes de matrimonio existentes tenían como objetivo la investigación de la procedencia de esa raza y su pureza.

Una parte central de la ideología nazi está citada en el libro de Adolfo Hitler “Mi Lucha”, donde expresa el concepto del "pueblo germano" como un organismo que estuvo infectado y que necesitaba ser purificado y sanado. Los judíos fueron comúnmente referidos como parásitos, bacterias extranjeras o raza enferma y fueron colocados en guetos (barrios especiales donde vivían juntos) a manera de cuarentena. Así fue posible montar la maquinaria del exterminio. Había que purificar la raza y, para ello, por una parte, hacía falta exterminar a las razas inferiores, y por la otra, promover la procreación de la raza superior aria.

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