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Neuroplasticidad

silfferio16 de Junio de 2014

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Hace algunos años se creía que el cerebro era un sistema relativamente estático —nuestras conexiones neurales podían desligarse y nuestras neuronas destruirse pero no transformarse, regenerarse o formar nuevas conexiones sinápticas. Esta creencia hizo que muchos creciéramos bajo un extraño paradigma en el que se nos decía que debíamos de atesorar nuestras neuronas —porque jamás podríamos recobrarlas— y en este sentido ingerir drogas era un acto severo, contranatural, digno de la más abyecta estupidez. Bajo esta impronta uno incluso podía experimentar una nostalgia por neuronas perdidas, una especie de efecto de miembro fantasma entre los tallos neurales de flores decapitadas.

Evidentemente el daño cerebral es una realidad —pero es una realidad dinámica y reversible. Por suerte para aquellos que exploraron quizás un poco demasiado las dimensiones psiconáuticas, también es una realidad la neuroplasticidad —la capacidad de transformarse estructuralmente que tiene el cerebro adulto—, y la neurogénesis —la capacidad que tiene el cerebro adulto de regenerar células o generar nuevas neuronas. El cerebro se comporta como un sistema abierto (por no decir holístico) que puede ser cincelado lo mismo por estímulos químicos que por estímulos emocionales o meméticos y nuestras neuronas, particularmente las del hipocampo y la zona subventricular, son como salamandras que transmutan en el fuego electroquímico de la sinapsis.

Investigación científica reciente muestra que la neurogenésis y la neuroplasticidad podrían tener un papel importante en el aprendizaje y la memoria en el cerebro adulto, así como ser un factor vital en la reducción del estrés y en el tratamiento de la depresión. Un estudio incluso sugiere que nuestro estado de ánimo podría ser regulado por la plasticidad —por el movimiento dinámico de nuestras neuroconexiones—– más que por la química.

Emerge un nuevo paradigma, un nuevo mapa —y el mapa no es el territorio porque el territorio se está moviendo siempre. La neuroplasticidad sugiere que las conexiones individuales en el cerebro están siempre recreándose, según cómo se usan. En inglés se dice “neurons that fire together, wire together”/”neurons that fire apart, wire apart” (las neuronas que disparan al mismo tiempo se conectan entre sí, las que disparan o se encienden por separado conectan aparte). Esto significa que constantemente están emergiendo nuevas relaciones sinápticas, nuevos mapas corticales —colectivos que desempeñan funciones específicas pero que pueden estar separados. La sinfonía cerebral actúa de manera global, continentes aparentemente inconexos llegan a sincronizarse para ejecutar operaciones complejas al unísono.

La capacidad neuroplástica del cerebro puede ejemplificarse en el desarrollo de la capacidad de ecolocación que algunas personas ciegas logran recableando su cerebro. Resonancias magnéticas muestran que estas personas adaptan áreas de procesamiento visual para esta nueva habilidad de ecolocación, en la que intervienen áreas de procesamiento auditivo.

De la neuroplasticidad y de la neurogénesis surge la posibilidad de tomar control de los procesos neurales y, como si nuestro cerebro fuera una etérea plastilina, esculpir estados mentales de diseño. Según Michael Merzenich, uno de los pioneros en el campo de la neuroplasticidad, los ejercicios mentales pueden ser tan útiles como las drogas para tratar padecimientos tan severos como la esquizofrenia (pero, ¿quizás la gimnasia mental podría curar no sólo enfermedades del cerebro sino de todo el organismo?). De este nuevo acercamiento se atisba toda una gama de posibilidades: la dirección de orquestas neurales, el self-hacking, la reingeniería de neuronas y la manipulación de mapas corticiales para el aumento de funciones específicas o, por supuesto, para la sanación

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