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Niveles De Organizacion


Enviado por   •  17 de Marzo de 2015  •  5.707 Palabras (23 Páginas)  •  226 Visitas

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NIVELES DE ORGANIZACIÓN BIOLÓGICOS,

COMPORTAMIENTOS Y ESTRUCTURAS SICOSOCIALES

PRODUCTIVISTAS

Henri Laborit

I. Introducción

Cuando buscamos en le Petit Robert el significado de la palabra gestión, éste nos remite a las palabras administración, dirección, organización (de bienes). Si miramos la palabra administración, encontramos la definición "acción de gerenciar". Con esta información sabemos por lo menos que se trata de una acción y que uno actúa sobre algo. ¿Quién actúa? En este caso son seres humanos. ¿Sobre qué actúan? Sobre bienes. ¿Qué son los bienes? No pueden ser sino "seres" y "cosas". De modo que uno actúa sobre el mundo material y sobre el mundo vivo.

El primero, el mundo material, ha permitido, desde hace tres mil millones de años, la construcción progresiva del segundo en nuestro planeta. Los seres vivos están hechos de los mismos átomos que la materia inanimada. Son las relaciones que se establecen entre los átomos las que marcan la diferencia. Fue necesaria una fuente energética de un determinado tipo, a saber la energía fotónica solar, para realizar esta organización particular de los seres vivos, desde los más simples a los más complejos . El conocimiento contemporáneo de los procesos bioquímicos dentro de los organismos nos permite descubrir la unicidad del mundo vivo desde los autótrofos (vegetales) hasta los heterótrofos (los animales). Los primeros pueden utilizar directamente la energía fotónica para organizar sus estructuras, gracias a ciertas moléculas como la clorofila, mientras que los segundos tienen que recogerla a través de ellos mismos, absorbiendo sus moléculas.

La materia inanimada penetra en los seres vivos unicelulares (los primeros que aparecieron) a través de su superficie y se integra al volumen de la célula. Este volumen crece como los cubos, mientras que la superficie celular crece tan sólo como los cuadrados. El resultado es una disminución progresiva del aprovisionamiento según la medida del crecimiento en volumen, lo cual crea la necesidad de una división celular: no existe una célula del tamaño de un buey . Las células se agrupan en sociedades celulares. Estas constituyen los primeros organismos pluricelulares. En el centro de ellas, las células ya no tienen acceso directo al mar primitivo para tomar de allí su materia nutritiva, es decir la energía necesaria para el aprovisionamiento de las pequeñas fábricas químicas que forman, ni para verter las desechos de su actividad. Algunas células se ven pues obligadas a diferenciarse y asegurar las funciones de aprovisionamiento y evacuación de los desperdicios: estas componen el sistema digestivo, el sistema cardiovascular y el sistema emuntorio. Otras se diferencian asegurando la actividad locomotriz, la acción en el espacio en busca del alimento: estas forman el sistema nervioso y el sistema muscular. Otras más aseguran la comunicación intercelular permitiéndole al organismo que actúe como un todo coherente: es el sistema nervioso autónomo y el endocrino. Finalmente, otras aseguran la recolección de las informaciones acerca de lo que sucede a su alrededor y su integración: son los órganos de los sentidos y el sistema nervioso sensorial.

De este modo, la gran corriente de energía que pasa a través de todas las estructuras vivas ha permitido su organización histórica progresiva y asegura su conservación actual en el seno de las especies presentes. Los seres vivos son pues estructuras abiertas en su aspecto termodinámico. Pero el término estructura implica relaciones entre los elementos materiales y energéticos que constituyen los seres vivos. Ahora bien, la característica de éstos es la de haber establecido sus estructuras por niveles de organización . De esta manera podemos observar un nivel atómico, un nivel molecular y además el nivel de la reacción enzimática englobada por el nivel de las cadenas metabólicas, también ellas comprendidas a menudo en pequeños organos intracelulares (mitocondrios, ribosomas, ergatoplasma, membranas, núcleo, etc.) Los elementos se reúnen en un conjunto celular que se organiza en estructuras funcionales, los órganos, también ellos reunidos funcionalmente en sistemas (cardiovascular, digestivo, endocrino, neuromuscular, etc.). El conjunto de estos sistemas constituye un organismo pluricelular. Estos organismos están generalmente asociados en grupos y en sociedades animales y humanas, elementos de la especie.

Cada nivel de organización constituye un sistema regulado que trabaja constantemente, pero cuyo efecto está controlado por las informaciones que le llegan del sistema que lo engloba. Cada disciplina biológica se ocupa particularmente de un nivel de organización que aísla del sistema que lo engloba y que normalmente transforma el sistema regulado en servomecanismo, dependiente de una orden exterior al sistema. Cada disciplina es reduccionista a partir del momento en que separa un nivel de organización del nivel que lo engloba. Se estudia una reacción enzimática aislada in vitro, o la actividad metabólica de los mitocondrios aislados, o la de las células aisladas en cultivo, o la de un tejido, o la actividad metabólica y funcional de un órgano aislado, o de un sistema aislado, o bien la de un organismo aislado. Se puede además estudiar los factores que intervienen en la actividad del nivel de organización haciendo variar un solo factor a la vez, lo cual facilita el análisis del papel de dichos factores. El nivel de organización, al ser reemplazado en una situación de dependencia respecto al que lo engloba, permite comparar las consecuencias funcionales de la variable estudiada en la actividad aislada y en la actividad en su lugar correspondiente, y avanzar poco a poco en el conocimiento de la dinámica funcional de los niveles de organización y de su integración progresiva. De este modo podríamos pensar que al final es más importante, para comprender la dinámica del conjunto, precisar las relaciones entre los niveles de organización, las órdenes de servomecanismos, que focalizar su atención en los mecanismos de las regulaciones en el interior de uno de estos niveles, aislado artificialmente del conjunto que lo engloba.

Esto permite comprender que cada nivel de organización es un sistema cerrado en el plano de su estructura, a pesar de que permanece abierto desde el punto de vista termodinámico. Para "abrirse" desde el punto de vista de la información, debe estar englobado por un nivel de organización que lo incluya.

Estas nociones son indispensables para comprender que no hay que buscar tanto "analogías" estructurales entre los diferentes niveles de organización, sino más bien poner en evidencia las relaciones existentes entre cada nivel. En este sentido, no puede haber soluciones de continuidad entre la molécula de ácido desoxiribonucleico y la especie humana.

Pero hay una noción a la que se le da poca relevancia y que sin embargo nos parece muy importante: es que nuestra especie, al constituir la última etapa, en la biosfera, de la evolución de las especies, de la complejización creciente de la materia orgánica, no ha comprendido que ella misma también está englobada en esa biosfera, dependiente también de una orden exterior al sistema, y que queda pues sometida, como las demás especies, a una presión de necesidad. Esta ha inventado reglas que ha creído exteriores a ella, religiones reveladas, morales, ideologías, estructuras estatales, mientras quedaba encerrada en su nivel de organización y permanecía en total ignorancia acerca de quién ordena el comportamiento de los individuos y los grupos.

En estas condiciones, no es de extrañar que nos demos cuenta, tardíamente, que nuestra especie ha "gestionado" mal los bienes puestos a su disposición, bienes materiales y energéticos, mundo viviente de la flora y de la fauna; en otras palabras, ha gestionado mal al mismo mundo humano en la organización de las estructuras económicas y sociales, ya que todos los niveles de organización que van desde la molécula al sistema nervioso humano en situación social han sido ignorados hasta ahora y han sido reemplazados por un discurso que expresa la convicción de que un análisis lógico que se desprende de hechos llamados objetivos, desembocan necesariamente en la realidad. Pero la lógica del discurso no tiene nada que ver con la lógica de la química y de la neurofisiología de los sistemas nerviosos humanos en situación social.

II. Significado funcional de los centros nerviosos superiores

Los individuos que constituyen un conjunto humano no están aislados los unos de los otros y el conjunto que constituyen tampoco está aislado de los demás conjuntos humanos que pueblan el mundo. Si el mundo material al que se suman la fauna y la flora en un espacio geoclimático dado, constituyen una parte del entorno humano, los otros hombres son sin duda, para un individuo, el primer entorno, el más importante. Las relaciones que se establecen entre los individuos no son aleatorios, sino que resultan de la actividad de su sistema nervioso.

Ahora bien, todas las acciones de un organismo, por intermedio de su sistema nervioso, tienen un sólo objetivo: el de mantener la estructura de ese organismo, su equilibrio biológico, es decir, realizar su "placer". La única razón de ser de un ser, es ser. Lo que se ha convenido en llamar el pensamiento en el hombre, sólo sirve para que la acción sea más eficaz.

De esta manera podemos considerar que un sistema nervioso tiene fundamentalmente como funciones:

a) captar señales internas, resumiendo el estado de equilibrio o desequilibrio en el que se encuentra el conjunto de la sociedad celular orgánica. Cuando la última comida, por ejemplo se remonta a varias horas, los desequilibrios del medio interior que resultan de ella constituyen las señales internas que, al estimular ciertas regiones laterales del hipotálamo desencadenan el comportamiento de búsqueda del alimento; en otras palabras, si los órganos de los sentidos anuncian la presencia de una presa en el entorno, estas señales van a provocar el comportamiento de depredación.

b) captar, por consiguiente, las variaciones energéticas que ocurren en el entorno, y esto gracias a los órganos de los sentidos, cuya sensibilidad varía según las especies.

c) al integrar estas dos fuentes de información de origen interno (motivaciones) y externo (circunstancias), el sistema nervioso puede informar al sistema neuromuscular, el cual asegura un comportamiento adecuado a la satisfacción de las necesidades fundamentales. Si la acción es eficaz y restablece el equilibrio del medio interior, otros grupos celulares de la misma región del hipotálamo ordenarán una sensación y un comportamiento de saciedad.

Estos comportamientos, de por sí extremadamente complejos en sus mecanismos bioquímicos y neurofisiológicos, son sin embargo de los mas simples, y son indispensables para la supervivencia inmediata, como los mecanismos que regulan la satisfacción de la sed y la reproducción, desde las danzas nupciales y el apareamiento para la preparación de la morada, hasta la primera educación de los descendientes, etc. Dichos comportamientos son los únicos que pueden calificarse de "instintivos", pues llevan a cabo el programa que resulta de la estructura misma del sistema nervioso, y son necesarios para la supervivencia tanto del individuo como de la especie. Ellos dependen pues de una región muy primitiva del cerebro, común a todas las especies dotadas de centros nerviosos superiores: el hipotálamo y el tronco cerebral. Cuando el estímulo existe en el entorno, cuando la misma señal interna está presente, estos comportamientos son estereotipados, incapaces de adaptación, insensibles a la experiencia, pues la memoria de la que está dotado este sistema nervioso simplificado que le permite la expresión es una memoria a corto plazo, no sobrepasa unas cuantas horas. Estos comportamientos responden a lo que podemos llamar las necesidades fundamentales.

Debemos considerar que en principio, sólo mediante una acción motora sobre el entorno puede el individuo satisfacer la búsqueda del equilibrio biológico, de la "homeóstasis", del "bienestar", del "placer". Esta acción motora en realidad conduce a la conservación de la estructura compleja del organismo en un entorno menos "organizado", gracias a intercambios energénitos mantenidos dentro de ciertos límites entre dicho entorno y él. Por el contrario, la ausencia de sistema nervioso hace a los vegetales completamente dependientes del nicho ecológico que los rodea.

En los primeros mamíferos aparecen nuevas formaciones, a manera de "derivación", en el sistema anterior: es lo que hemos convenido en llamar el sistema límbico . Puesto que la afectividad ha sido considerado tradicionalmente como el sistema dominante, nos parece más exacto decir que ésta juega un papel esencial en el establecimiento de la memoria a largo plazo , sin la cual la afectividad no nos parece posible. En efecto, la memoria a largo plazo, que cada vez más coincidimos en considerar ligada a la síntesis de proteínas a nivel de las sinapsis puestas en juego por la experiencia , es necesaria para que el ser vivo reconozca que una situación ha sido ya experimentada anteriormente como agradable o desagradable, y para que un "afecto" pueda desencadenarse por su aparición o por la de cualquier situación que no es posible clasificar a priori en uno de los dos tipos anteriores, como consecuencia de un "déficit de información" al respecto. La experiencia agradable es primitivamente la que permite el regreso o el mantenimiento del equilibrio biológico; la experiencia desagradable es la que presenta un peligro para dicho equilibrio, o sea para la supervivencia, para el mantenimiento de la estructura orgánica en un entorno determinado. La memoria a largo plazo permite pues la repetición de la experiencia agradable y la huida o la evasión de la experiencia desagradable. Ella permite sobre todo la asociación temporal y espacial en las vías sinápticas, de huellas memorizadas ligadas a una señal significante respecto a la experiencia, por lo tanto provoca la aparición de reflejos condicionados tanto pavlovianos (afectivos o vegetativos), como skinnerianos operantes (de expresión neuromotriz).

Pero por otra parte la memoria, al permitir la creación de automatismos, puede originar necesidades nuevas, que ya no pueden ser calificadas como instintivas, sino que son, la mayoría de las veces, de orden sociocultural. Estas necesidades adquiridas se convierten en necesarias para el bienestar, para el equilibrio biológico, pues transforman el entorno o la acción humana sobre él de tal manera que un mínimo esfuerzo energético es suficiente para mantener la homeóstasis. Estas necesidades adquiridas pueden engendrar pulsiones que tratan de satisfacerlas mediante una acción gratificante sobre el entorno, pero también pueden entrar en conflicto con otros automatismos, también ellos de origen sociocultural, que obstaculizan la expresión. Podemos entonces definir la necesidad como la cantidad de energía o de información necesaria para el mantenimiento de una estructura nerviosa bien sea innata, o adquirida. La estructura adquirida, en efecto, resulta de las relaciones interneuronales establecidas mediante el aprendizaje. La necesidad se convierte entonces en el origen de la motivación. Pero dado que en situación social estas necesidades fundamentales o adquiridas no pueden generalmente saciarse sino mediante el dominio, como veremos, la motivación fundamental en todas las especies se expresa con la búsqueda de este último. Es lo que genera las jerarquías y la mayoría de los conflictos inconscientes, que constituyen la base de lo que llamamos a veces "patología córtico-visceral" o "psicosomática" y que sería mejor llamar "patología de la inhibición comportamental", ya veremos por qué. En el hombre, las prohibiciones y las necesidades de origen sociocultural se expresan, se institucionalizan y se transmiten por la intermedio del lenguaje, el córtex está igualmente comprometido en su génesis como proveedor de un discurso lógico para los mecanismos de conflicto de las áreas subyacentes.

En los seres más evolucionados, en efecto, la existencia de una corteza cerebral, que en el hombre adquiere un desarrollo considerable en las regiones órbito-frontales, proporciona un medio de asociación de los elementos memorizados. De hecho se puede admitir que dichos elementos , que están incorporados en nuestro sistema nervioso a partir de canales sensoriales diferentes, están asociados en nuestra memoria a largo plazo solamente porque la acción sobre el entorno nos muestra, por experiencia, que están asociados en un cierto orden, el de la estructura sensible de un objeto. La noción de objeto no es innata sino adquirida, al igual que la noción de esquema corporal. Pero si unos sistemas asociativos suficientemente desarrollados, como los sistemas que caracterizan los lóbulos órbito-frontales en la especie humana, son capaces de volver a combinar los elementos memorizados de una forma diferente a la que nos impuso el medio, el cerebro puede entonces crear estructuras nuevas, las estructuras imaginarias. Éste crea una nueva puesta en obra de la información. Un niño recién nacido no puede imaginar nada porque no ha memorizado nada, y la imaginación sin duda se hace mucho más rica mientras más abundante sea el material memorizado, siempre que dicho material no esté encerrado en la prisión de los automatismos adquiridos. En efecto, gracias a los lenguajes, que permiten acceder a los conceptos y tomar distancia respecto al objeto, la manipulación de la abstracción mediante los sistemas asociativos le proporciona al hombre posibilidades casi infinitas de creación.

III. Bases neurofisiológicas y bioquímicas de los comportamientos fundamentales

En los animales y en el hombre encontramos un comportamiento de pulsión tendiente a satisfacer las necesidades biológicas endógenas: si este comportamiento de consumo, cuyo origen es una estimulación del hipotálamo que resulta de un desequilibrio del medio interior, se ve recompensado, o sea, si alcanza a saciar la necesidad, el recuerdo que se conserva permite la renovación, "el refuerzo", de la estrategia comportamental utilizada. Este sistema es catecolaminérgico (dopaminérgico y noradrenérgico); depende del "Medial forebrain Bund", el (MFB), compendio de la recompensa.

Si la acción no es recompensada, o si es castigada, el comportamiento es de huida, o si ésta es ineficaz, de lucha, de agresividad defensiva. Este comportamiento pone en juego también los diferentes planos cerebrales gracias al "periventricular system" (PVS). Este es colinérgico. Por el contrario si la huida o la lucha son recompensadas, si son eficaces tanto en la satisfacción del impulso endógeno, como en la posibilidad de una sustracción a una agresión, pueden ser reforzadas como la anterior mediante la memorización de la estrategia utilizada.

Finalmente, si el comportamiento ya no es recompensado, o si es castigado y la huida y la lucha se revelan ineficaces, sobreviene un comportamiento de inhibición o de extinción de un comportamiento aprendido. Este sistema de inhibición de la acción (SIA), que pone en juego el área septal mediana, el hipocampo dorsal, el núcleo caudé (provisto de cola), la amígdala lateral y el hipotálamo ventro mediano, es colinérgico y puede ser también serotonérgico .

Al funcionamiento de estas diferentes áreas y vías nerviosas centrales se asocian actividades endocrinas entre las cuales consideraremos sobre todo las que están en juego en el síndrome de alarma . Es la pareja hipofisocorticosuprarenal, bajo la dependencia de un factor del hipotálamo que provoca la liberación mediante la hipófisis de corticotrofina (ACTH). Es el "corticotrophin releasing factor" (CRF). Ahora bien el hipotálamo está a su vez controlado por el sistema nervioso central en sus relaciones funcionales con el entorno.

IV. Inhibición motriz y angustia

De este modo, entre las funciones del sistema nervioso central se ha privilegiado tal vez demasiado lo que normalmente se llama el "pensamiento" y sus fuentes "las sensaciones" y no se ha apreciado suficientemente la importancia de "la acción", sin la cual las dos anteriores no se pueden organizar. Un individuo no existe por fuera de su entorno material y humano, y parecería absurdo considerar al individuo o al entorno de forma separada sin precisar los mecanismos de funcionamiento del sistema que les permite reaccionar el uno sobre el otro: el sistema nervioso. Cualquiera que sea la complejidad que éste haya alcanzado a lo largo de la evolución, su única finalidad es la de permitir la acción, asegurando a cambio la protección de la homeóstasis (Cannon), de la constancia de las condiciones de vida en el medio interior (Claude Bernard), del placer (Freud). Cuando la acción que debe resultar se hace imposible, el sistema inhibidor de la acción entra en juego y por consiguiente sucede una liberación de noradrenalina, de ACTH y de glucocorticoides, con las respectivas incidencias vasomotrices, cardiovasculares y metabólicas periféricas, entonces nace la angustia. No nos pondremos a recordar los innumerables trabajos que se han escrito sobre las relaciones entre las reacciones somáticas y centrales invocadas en el origen de ella. Lo que nos interesa es aislar las principales circunstancias en las que aparece.

Una vez que el aprendizaje, gracias a los procesos de memoria a largo plazo, ha fijado en la red neuronal a) la experiencia de un acontecimiento nociceptivo o b) la del castigo directo o indirecto impuesto por el marco sociocultural o c) la del castigo que vendrá por el hecho de la transgresión de una prohibición, si dicha prohibición se opone a una pulsión del hipotálamo tendiente a satisfacer una necesidad fundamental, la imposibilidad de actuar con eficacia conduce a la puesta en juego del sistema inhibidor de la acción. Pero la pulsión puede igualmente provenir de otro aprendizaje, también sociocultural, de una necesidad adquirida, y reforzado por la gratificación que resulta de su satisfacción. Si tal gratificación es prohibida o castigada desemboca igualmente en la inhibición de la acción. Habremos acercado a la pulsión del hipotálamo el "eso" y al aprendizaje límbico el "super-yo" freudianos. Podemos enseñarle a un perro a que sólo acepte la comida de su amo castigándolo con fusta cada vez que la acepte de otra persona. Si lo dejamos ayunar durante dos o tres días presentándole su comida de la mano de otro diferente a su amo, le podemos crear una neurosis o desatar su agresividad. El perro rechazará incluso la caricia que lo gratifica cuando no tiene hambre.

El niño está constantemente encerrado en este sistema maniqueo donde su pulsión se opone a la prohibición sociocultural. Desde que se percata de su esquema corporal, aprende que el mundo que lo rodea no siempre se somete a sus deseos o sus ganas. Descubre el principio de realidad.

Hasta ahora, su placer estaba asociado a la voz de la madre, al contacto de la madre, al rostro, al olor de la madre que acompañaba la satisfacción de sus necesidades. Cuando comprende que su madre no es él, su acción para doblegarla pasa algunas veces por el rechazo del acto que él sabe que le gusta a su madre. Contrariamente, ella puede recompensarlo en otro plano, que no concuerda con el de su deseo. Igualmente, más adelante, el entorno social puede recompensar al individuo con compensaciones narcisistas (compensaciones promocionales, compensaciones de honor o de salario) mediante un comportamiento de sumisión a la socio-cultura a costa de la satisfacción libidinosa, entendiendo la libido como la búsqueda del equilibrio biológico general. El rechazo de ese comportamiento de sumisión, al contrario, depende evidentemente de la importancia que el sujeto le otorga a la satisfacción de su impulso libidinoso, comparado con el recuerdo o la representación del disgusto que resultaría del castigo que infligiría la socio-cultura si él respondiera.

El segundo mecanismo de la aparición de la angustia consiste en aquello que llamamos el déficit de información. Éste resulta, por una parte, del aprendizaje de la existencia de acontecimientos peligrosos para la supervivencia, el equilibrio biológico, el placer y, por otra parte, de la aparición de un acontecimiento no incluido aún en el repertorio, y que impide la acción eficaz porque no se sabe si es peligroso o benéfico. Paradójicamente, el "shock del futuro" hace parte, para nosotros, de este cuadro, pues la sobreabundancia de estímulos que el individuo es incapaz de clasificar según sus esquemas culturales anteriores, sus claves comportamentales, le impiden así mismo cualquier acción eficaz, por lo tanto gratificante. Déficit o sobrecarga de información tienen pues el mismo resultado: la inhibición de la acción y la angustia. De igual manera, el contenido del espacio, con el que los medios audiovisuales alimentan los sistemas nerviosos del hombre contemporáneo, no es aquel, mucho más restringido, sobre el que él puede actuar, mientras tenga corta edad, el espacio que era la fuente de informaciones estaba limitado al espacio sobre el cual la acción de control del individuo era posible. En este marco de déficit o de sobrecarga de información es donde las claves ideológicas muestran su eficacia terapéutica de la angustia. Bien sea la clave religiosa, política, sociológica o moral, siempre proporciona un reglamento de acción que evita la incertidumbre de la angustia. Ésta impide oír los elementos ajenos al sistema de interpretación que ella proporciona, nos hace sordos a los mensajes no inscritos en su código, automatiza el pensamiento y la acción.

Finalmente, en el hombre, la existencia del imaginario, capaz, a partir de la experiencia memorizada, consciente o no, de construir escenarios nociceptivos que quizás no se producirán nunca, es igualmente fuente de angustia, ya que no favorece la acción inmediata adaptada o no permite juzgar su eficacia futura. Aquí podemos decir que la valentía puede ser propia, en ciertos casos del tonto feliz por falta de imaginación. Pero podría resultar también de la aceptación de un peligro en la realización de un acto del que uno imagina perfectamente las consecuencias, pero por el cual la conservación de la imagen narcisista que uno se crea de sí mismo y que nos envía el entorno social, es más motivadora que el temor de las consecuencias que se pueden desprender de él. La ausencia de rechazo frente al peligro acude a los mismos mecanismos de los héroes y los gangsters. El código social es el que juzga, y no es extraño ver un tránsito de uno a otro.

¿Cuáles son los medios para resolver la angustia? Existe en primer lugar la agresividad defensiva, la acción, incluso si es ineficaz. Generalmente es inadaptada. Sin embargo, en cuanto tiene éxito, puede reforzarse con el hecho de la gratificación que resulta de ella. Existe la neurosis, en la que el "lenguaje del cuerpo" (P. Janet) trata de expresar el conflicto inconsciente, que es una acción. De lo contrario, para evitar la sumisión a las prohibiciones, con su cortejo psicosomático, puesto que la huida y la lucha motriz son imposibles, no queda más que la huida hacia el imaginario. Ésta puede realizarse en las religiones, en la toxicomanía, en la creatividad o en la psicosis. Esta es sin duda la razón por la que esta última es frecuente en el hombre, ya que no existe un modelo eficaz en los animales.

V. Mecanismos de paso de lo biológico a lo sociológico, de lo individual a lo colectivo

La acción se efectúa en un espacio o en unos espacios. Éstos contienen objetos y seres. El aprendizaje de la gratificación o del castigo se organiza con respecto a ellos. El objeto gratificante debe ser conservado para permitir el refuerzo. Para nosotros es el origen del pretendido instinto de propiedad, siendo la madre el primer objeto gratificante, cuya importancia se asocia al hecho de que la memoria de la gratificación se constituye antes de que se establezca el esquema corporal. El espacio que contiene el conjunto de los objetos gratificantes es el que podemos llamar el territorio. No parecería pues que existiera más instinto innato de defensa del territorio que instinto innato de propiedad. No hay más que un sistema nervioso que actúa en un espacio gratificante, puesto que está ocupado por objetos y seres que permiten la gratificación. Este sistema nervioso es capaz de memorizar las acciones gratificantes o las que no lo son. Tal aprendizaje es también ampliamente tributario de la socio-cultura, y no es seguro que los comportamientos llamados "altruistas" en los animales y en el hombre sean innatos.

Ahora bien, si el mismo espacio lo ocupan otros individuos que buscan una gratificación por medio de los mismos objetos y de los mismos seres, pronto resulta el establecimiento, mediante la lucha, de jerarquías. En lo alto de la jerarquía, la dominante, quien puede gratificarse, no es agresivo, es tolerante y en equilibrio biológico, siempre y cuando no se discuta su dominio y cuando haya pasado el período de establecimiento del dominio. Los dominados, por el contrario, al poner en juego el sistema inhibidor de la cción, único medio para evitar el castigo, experimentan la angustia, cuyos mecanismos y consecuencias hemos mencionado antes. En el hombre, los lenguajes han permitido institucionalizar las reglas del dominio. Este se establece a través de la producción de mercancías en primer lugar, sobre la propiedad de los medios de producción y sobre el capital, y, en todas las civilizaciones industriales hoy en día, sobre el grado de abstracción de la información profesional, capaz de inventar las máquinas y de producir grandes cantidades de mercancía en un tiempo mínimo. Toda la socio-cultura deriva de ello en la sociedad industrial, desde la estructura familiar hasta las formas más complejas de estructura social, las escalas jerárquicas, las leyes, las religiones, las morales, incluso las éticas.

Así, el cerebro humano, gracias a estos sistemas de asociación, tiene la característica de poder crear información, y gracias a ella le da forma a la materia y a la energía; así ha sido, desde el paleolítico, con la talla por parte del hombre de un pedernal, hasta la utilización contemporánea de la energía atómica. Los grupos humanos, al poseer una información técnica y una información profesional elaboradas, impusieron así su dominio sobre quienes no la poseían. Dicha información les ha permitido la construcción de armas más temibles, y han podido también tomar prestados, fuera de su nicho ecológico, las materias primas y la energía de los grupos humanos que no saben utilizarlas. Además, un discurso lógico le ha proporcionado siempre una coartada lingüística a sus pulsiones dominadores inconscientes. El progreso técnico se ha considerado como un bien en sí, como el único progreso, mientras que las leyes biológicas que ordenan los comportamientos no han superado, hasta una fecha reciente, los conocimientos adquiridos en el paleolítico, enriquecidas con toda una fraseología que pretende siempre vehicular una verdad, válida para unos sub-grupos humanos dominadores y depredadores y jamás para toda la especie.

VI. Conclusión: administración y productividad

Lo que acabamos de esquematizar nos permite comprender que el cerebro humano no es más que el resultado más perfeccionado en este planeta de la acción de la energía solar en la organización de la materia en estructuras orgánicas cada vez más complejas.

Este cerebro le ha permitido a la especie descubrir las leyes del mundo inanimado, crear la psiquis y su lenguaje, las matemáticas. Este conocimiento ha dado paso a la tecnología, la puesta en forma, gracias a la información segregada por el cerebro humano, de la materia y de la energía que han estado siempre a disposición de los hombres. Las especies animales las han utilizado sin transformarlas. El hombre ha sabido utilizarlas transformándolas para su beneficio. De este modo, toda la economía mundial se resume en la utilización por parte del hombre, de la energía solar y de las fuentes energéticas que resultan de ella, para transformar la materia en medio de supervivencia, gracias a la información técnica.

Por desgracia, este conocimiento de las leyes del mundo físico, adquirido progresivamente a través de milenios, no ha sido seguido de un conocimiento del mundo viviente, que no se reduce a la termodinámica, sino que necesita de nociones de información y de leyes estructurales específicas.

El nacimiento de un lenguaje simbólico ha proporcionado las coartadas lógicas a las pulsiones, las cuales nacen de las zonas más arcaicas del cerebro humano, que han sometido su neocórtex a sus leyes inconscientes. El desarrollo tecnológico, que creemos históricamente ligado a un determinismo geoclimático que favoreció a determinadas étnias, ha sido de este modo utilizado para establecer jerarquías de dominación entre individuos, grupos, naciones, bloques de naciones. Ha permitido la invención, por parte de determinadas etnias, de armas cada vez más temibles que les permiten imponer, a los que no las poseen, un dominio económico y político.

El individuo y la especie tienen la misma finalidad: sobrevivir. Sin embargo, entre ellos se interponen grupos sociales que también quieren sobrevivir, pero que han creído que la supervivencia no era posible sin establecer su dominio sobre otros grupos sociales. Lo que llamamos el mundo occidental ha producido más información técnica de lo que había de materia y de energía para transformar. Se apropió de la materia y de la energía situadas en nichos geoclimáticos habitados por etnias cuya evolución tecnológica era menor. Pero incluso dentro de ese mundo tecnificado, la búsqueda del dominio se estableció en la productividad de mercancías. Ahora bien, parece cierto que dicha productividad, que es función de la producción de información técnica, depende de la cantidad de individuos que, dentro de un Estado, son capaces de producirla. Aunque nosotros, los franceses, fuésemos el pueblo más inteligente de la tierra, es sabido que no somos más que 50 millones, mientras que los Estados Unidos cuentan con más 200 millones de individuos, la U.R.S.S. con cerca de 300 millones y que China, que va a beneficiarse próximamente de la tecnología occidental gracias a su reciente asociación tecnológica con el Japón, cuenta con más de mil millones. Esta constatación, que podemos resumir diciendo que el láser tenía pocas posibilidades de ser descubierto en el Principado de Andorra, muestra la supervivencia de Estados, o incluso grupos de Estados que sólo buscan la expansión de los individuos que ellos "gestionan" en el dominio económico, es decir, en la apropiación de materias primas y de energía, con el riesgo de que esto conduzca a la desaparición de la especie mediante una competencia ciega en busca de la productividad que apunta al establecimiento del dominio. La conciencia ecológica que ha nacido a lo largo de las últimas décadas, sin duda se asusta del resultado, pero no denuncia los factores comportamentales y sistemáticos que se encuentran en la base de ellos.

La "gestión" ya no puede concebirse hoy, en nuestro concepto, como la gestión de empresas, de industrias, de grupos multinacionales, que administran "su" capital. El capital que hay que administrar hoy pertenece al planeta, por el hecho de la aceleración de la eficacia de los medios de producción, de comunicación y de intercambios en este planeta, cuya dimensión y estructura siguen siendo las mismas. La confusión y la rapiña que han controlado hasta ahora el conjunto de las actividades humanas, a pesar de los recursos tecnológicos que podrían aún descubrirse para disfrazar lo absurdo, corren el riesgo de conducir a la especie hacia su perdición.

Solamente la planetización de la propiedad de las materias primas, de la energía y sobre todo de la información técnica, sin la cual las dos anteriores son inutilizables, permitiría una gestión eficaz de los bienes comunes a toda la especie y sería capaz de asegurarle la evolución. Esta evolución no puede ser biológica sino cultural, y debe realizar, a partir de sub-conjuntos hasta ahora antagonistas, un organismo planetario que constituya el último escalón de la evolución. No se trata de una moral, de un humanismo bien pensante, de un voto piadoso, sino más bien de una presión de necesidad a la que debemos someternos. De lo contrario debemos aceptar nuestra desaparición.

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