Psicología
vipubri6 de Octubre de 2014
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El Perú está lejos de haber descolonizado su imaginario. Gonzalo Portocarrero
El racismo es la metafísica de la muerte del siglo XX. Tomás Abraham
¿Cuál es la importancia que la disciplina del psicoanálisis concede al tema del racismo? ¿Qué nivel de influencia tiene el racismo en la configuración de las identidades de los peruanos? ¿Qué papel juegan los medios de comunicación y en particular la publicidad en la diseminación de patrones racistas? El psicoanalista Jorge Bruce aborda con urgencia estas preguntas en Nos habiamos choleado tanto: Psicoanálisis y racismo, libro de ensayo inscrito en los estudios sobre cultura, alteridad y psicoanálisis e inspirado en el término “cholo”, la polisemia contenida en él y su consecuente accionar, tan difundido nefastamente en la sociedad peruana: el cholear.
En sociedades como la peruana, surcadas por grandes cicatrices de violencia que atraviesan su historia desde su fundación hasta el día de hoy, el racismo y la discriminación están a la orden del día, funcionando desde la lógica de la dominación y hacinándose en distintas esferas y dimensiones del conglomerado social: “Es preciso abordar el tema del racismo en su cotidianeidad, en su banalidad, en sus expresiones familiares con toda la carga polisémica de esta denominación” (17). Se trata de un fenómeno tan difundido que por las múltiples formas que adopta puede pasar en ocasiones desapercibido, en especial cuando no está acompañado de alguna forma de violencia explicita. El racismo actúa, en términos de Žižek (citado por el autor) como el “reverso de la ley”: no está escrito, contradice la ley y es más poderoso que esta.
Para Jorge Bruce, el racismo lleva consigo un entrampamiento clave entre los sentimientos de “resentimiento” y “remordimiento”, el resentimiento del discriminado y el remordimiento del discriminador. El primero proviene de la envidia (vinculada a la desigualdad) que es una manifestación de la llamada “pulsión de muerte” psicoanalítica y el segundo se encuentra anclado a la culpa inconsciente y su consecuente necesidad de castigo. El término “resentido social” es de uso común en la sociedad peruana; su sentido es multívoco pero se utiliza por lo general para designar a aquel que por razones ligadas a su pasado o a su procedencia no ha logrado resolverse como individuo en la sociedad: “…el resentido, el agraviado, es quien fija su tiempo, inmovilizándolo en el período traumático, repitiéndolo incesantemente, sin poder acceder al tiempo de la elaboración del duelo, única manera de trascender el tiempo del dolor y la furia narcisistas…” (31). Bruce llama la atención sobre la notable, sino escandalosa ausencia del tema del racismo en la disciplina psicoanalítica, ese silencio que dice mucho, ese escape de esta gigantesca trampa, tan presente en nuestro contrato social, y con tantas nocivas vertientes.
Queda claro para el autor la importante incidencia que los medios publicitarios tienen en la difusión y asentamiento de una ideología racista, en una cultura dominada por la imagen: “…la experiencia narcisista y el factor estético cobra relevancia mayor en el proceso de moldear identidades…” (76). Si un extranjero quisiera conocer el Perú a través de su publicidad, presente en las calles y en los medios de comunicación, seguramente pensaría que se trata de un país nórdico y no de uno andino. Los publicistas peruanos han desarrollado un argumento para justificar esa extraña selección biotípica para su labor: “lo aspiracional”. “Dicho argumento consiste, en esencia, en afirmar que el público aspira a alcanzar determinados status y estilos de vida, encarnados por personas con rasgos físicos que no corresponden a los de la gran mayoría de peruanos” (70). Así, los grandes almacenes, las tiendas por departamento, los supermercados y las cremas dentales todos se representan
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