Samuel Rivera Serrano
samuelrivera22 de Febrero de 2014
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Los miembros de la religión verdadera dan testimonio en cuanto al reino de Dios.
Cuando Jesús compareció ante Poncio Pilato, le dijo: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio acerca de la verdad” (Juan 18:37).
Pablo escribió: “Realmente, ¡ay de mí si no declarara las buenas nuevas!” (1 Corintios 9:16).
El apóstol no tomaba a la ligera las buenas nuevas, pues estaban en juego su vida y la de sus oyentes (1 Timoteo 4:16). Nosotros vemos el ministerio de la misma manera. Queremos ayudar al prójimo y manifestarle a Jehová cuánto lo queremos. Deseamos también evidenciar que amamos a Jesús y agradecemos el gran amor que demostró por nosotros. Por eso, predicamos las buenas nuevas y vivimos, “ya no para los deseos de los hombres, sino para [hacer] la voluntad de Dios” (1 Pedro 4:1, 2).
Jesús aún no ha anunciado el final de la predicación en ningún lugar del planeta (Mateo 24:14).
Las buenas nuevas que predicó Jesús tenían que ver con el cumplimiento de la voluntad de Jehová, la santificación de Su nombre y la vindicación de Su soberanía, las cuestiones más importantes a las que se enfrenta la humanidad (Mateo 6:9, 10). El amor que sentía por su Padre lo impulsó a mantenerse íntegro hasta el fin y a dar testimoniocabal acerca del Reino, el gobierno que resolverá dichas cuestiones (Juan 14:31). Puesto que los cristianos de la actualidad tienen la misma motivación, son diligentes en el ministerio. El apóstol Juan dijo: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos”, entre ellos el de predicar las buenas nuevas y hacer discípulos (1 Juan 5:3; Mateo 28:19, 20).
9 Jesús dijo a sus seguidores: “Si ustedes me aman, observarán mis mandamientos [...]. El que tiene mis mandamientos y los observa, ese es el que me ama” (Juan 14:15, 21). Así pues, el amor a Jesús debería incitarnos a dar testimonio acerca de la verdad y a obedecer sus otros mandamientos. En una ocasión en que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado, exhortó a Pedro: “Apacienta mis corderos. [...] Pastorea mis ovejitas. [...] Apacienta mis ovejitas”. ¿Qué impulsaría a Pedro a obedecer? Cristo dio la respuesta cuando le preguntó repetidamente: “¿Me amas[?] [...] ¿Me amas? [...] ¿Me tienes cariño?”. En efecto, el amor y el cariño por Jesús moverían a Pedro a dar testimonio cabal, a encontrar las “ovejitas” de Jesús y a convertirse en su pastor espiritual (Juan 21:15-17).
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