ALBERTO Y SUS GALLOS

ALBERTO Y SUS GALLOS

Érase una vez un señor llamado Alberto y tenía una hermosa esposa y dos hijos. Un día en el pueblo un amigo le regaló dos grandes y hermosos gallos finos de pelea, a él le gustaba ir a muchos pueblos para llevar a los gallos para que pelearan y poder ganar mucho dinero para poder sostener a su familia y poderles dar un mejor futuro. Un día decidió ir a un gran concurso de gallos y de premio daban 50 millones de pesos y Alberto muy entusiasmado fue hasta allá para competir y poder ganar. Sus gallos compitieron y pasaron por muchas peleas y afortunadamente ganaron. Alberto se puso feliz con el dinero que ganó y se compró un traje fino, también se compró un sombrero, un reloj de oro, unos zapatos de cuero finos y para sus hijos unas prendas hermosas y a su bella esposa le llevó un bello vestido y para cenar un pavo grande, gordo y bien relleno para que quedaran satisfechos. Y muy dichoso emprendió camino para el pueblo de él a contarle a todo el mundo. Cuando iba en camino en la flota decidieron parar en una tienda para beber y comer algo, Alberto amarró sus gallos en un árbol y se fue a comer algo. Cuando un señor estaba fumando dentro de la flota y botó el cigarro en el piso causando que la flota se prendiera en llamas provocando que se quemara todo. Todos estaban mirando cómo las llamas se consumían la flota junto con el equipaje y esperaron hasta que las llamas se desvanecieran para poder mirar si algo se había salvado pero desafortunadamente todo se quemó. Alberto dejó amarrados a los gallos en el árbol y entró a la flota para ver si el dinero no se había quemado pero lo único que encontró fueron las cenizas y cuando salió a coger los gallos ya no estaban ahí donde los había dejado. Se los habían robado por dejarlos descuidados solo para entrar a mirar si se había salvado el dinero y por ambicioso se quedó sin la plata y sin los gallos.

Pudo volver a su pueblo pero con las manos vacías y el triste aprendió la lección de que no debería ser tan ambicioso y que hay que conformarse con lo que tiene así no sea mucho. A los días se pudo recuperar y se compró otros gallos y pudo formar un criadero y los cuidó muy bien y ellos le dieron el doble del dinero que lo

que se había ganado con los otros gallos. El que se robó los gallos a los pocos días se le murieron por que él no los alimentaba bien y los esforzaba mucho en las peleas, y por malo se quedó sin gallos y la gente se dio cuenta que se había robado los gallos y lo encarcelaron. Alberto habló con la policía para que no lo metieran preso mucho tiempo pero que lo dejaran una semana en el calabozo para que cogiera escarmiento y no volviera a coger lo que no era de él y eligiera un trabajo más honrado. El ladrón le pidió disculpas y aprendió la lección y Alberto también aprendió.

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