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Bodas De Sangre


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2014  •  1.386 Palabras (6 Páginas)  •  183 Visitas

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Fray Luis de León

1) Lean atentamente el siguiente poema de Fray Luis de León.

¡Qué descansada vida la

que huye del mundanal ruido,

y sigue la escondida senda

por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido,

que no le enturbia el pecho

de los soberbios grandes el estado

ni del dorado techo,

se admira, fabricado

del sabio moro del jaspeu sustentado.

No cura ni la fama

Canta con voz su nombre pregonera

Ni cura si se encarama

La lengua lisonjera

Lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento

Si soy del vano señalado?

Si en busca de este viento ando desalentado

Con ansias vivas y mortal cuidado.

¡Oh campo, Oh monte, Oh río!

¡Oh secreto seguro deleitoso!

Roto casi en navío

a vuestro palmo reposo

huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no Rompido sueño,

Un día puro, alegre, libre quiero;

No quiero ver el ceño

Vanamente severo

Del que la sangre sube o el dinero.

Despiértenme las aves

Con su cantar suave no aprendido;

No los cuidados graves

De que es siempre seguido

Quien al ajeno arbitrio está tendido.

Vivir quiero conmigo,

Gozar quiero del bien que debo al cielo,

a solas sin testigo,

libre de amor, de celo,

de odio de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera

Por mi mano plantado tengo un huerto

Que con la primavera de bella flor cubierto

Ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa de ver y acrecentar su hermosura,

Desde la cumbre airosa

Una fontana pura

Hasta llegar corriendo se apresura.

Y, luego, sosegada,

El paso entre los árboles torciendo,

El suelo de pasada

De verdura vistiendo,

Y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea

y ofrece mil olores al sentido,

que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro

los que de un flaco leño se confían:

no es mío ver el lloro

de los que desconfían

cuando el cierzo y el álbrego porfían.

La combinada antena

Cruje, y en ciega noche el claro día

Se torna; al cielo suena confusa vocería,

Y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla

Mesa, de amable paz bien abastada,

Me baste; y la vajilla

De fino oro labrada

Sea de quién la mar no teme airada.

Y mientras miserablemente se están los otros abrasando

en sed insaciable

del no durable mando.

Tendido

...

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