Buenos Aires.

Buenos Aires

De Buenos Aires un cielo arropado, una manzana en mi mano, el tango acorralándome.

Los hoteles viejos, la madera agonizante, los semáforos  de luz rosada y su aliento de gas y carne.

De Buenos Aires 9 de julio, Cerrito o Pellegrini, un tren fantasma bajo piel que me lleva el alma, se lleva because de mis oídos y se ocupa Spinetta de mi voz .

No me deja este acento caminar ni mascar chicle, Buenos Aires el sudor, Buenos Aires el sudor y el agobio.

Buenos Aires bendita fuente, porrones, vinos y pastas, amores de cine posibles, locura de hippie y gigoló.

Buenos Aires carcomida tu gente, se pasea el dolor en las patillas de los chicos, se conmueve el mundo bajo la intensidad del verdor en la mirada.

Adoquines, pies sobre el domingo de San Telmo, la caricia del interminable sitio donde la muerte dominó con seño de trueno al pasmoso pueblo, donde la premura y el hambre cruzaron los brazos porteños de ayer.

Que será Buenos Aires que esperé por días el arco iris que cerraría la puerta del agua.

Un día en Palermo descubrí el subliminal olor de los metales ensangrentados, de quintas y verduras bajo el pavimento sin tener en cuenta que cerraba los ojos, sin calzar en mí la vida de este nuevo rinconcito del mundo.

Ah Buenos Aires la ciudad, el granero, la capital de la pasión marrón, la dicotomía y su filo de hacha que pone a Boca en un lado de la hoja y Madero el nuevo en la otra.

Buenos Aires con mis ojos foráneos exhaustos de tanta curvilínea lisonja, la mujer perfecta en variedad y cantidad, mis ojos exhaustos.

Buenos Aires con mi amor declarado en otras latitudes no deja de tentarme abrirme el pecho y dejar al menos mi corazón en tus callecitas.

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