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Carta a un zapatero del alma de un difunto


Enviado por   •  7 de Marzo de 2018  •  Exámen  •  552 Palabras (3 Páginas)  •  193 Visitas

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Carta a un zapatero del alma de un difunto

Estimable señor:

Como ya no estoy físicamente, le va a extrañar sin duda la carta que me veo precisado a dirigirle.

En un principio por la confusión de mi muerte no me di cuenta del desastre ocurrido, pues al verme vestido para la ocasión, me vi muy contento por poder usar mis zapatos favoritos cuando yo recordaba que hasta algo ya gastados estaban. Mi esposa siempre dedicada por mi presentación, estoy seguro que decidió atender hasta el mínimo detalle de ella para que yo me sintiera a gusto al partir al más allá. Y por supuesto ella se encargó de que yo luciera mis prendas preferidas y que me sintiera cómodo, ella sabía de mi ropa favorita, mi guayabera beige, mi pantalón casimir café, mi calzón de algodón del américa y mis zapatos cafés de piel de venado fabricados en la metrópolis de Naolinco, Veracruz. Aquí es preciso recordar que mis zapatos no se hallaban completamente arruinados solo que daban ya muestras de fatiga. La suela sobre todo: unos amplios y profundos adelgazamientos, y aunque tenían unos pequeños agujeros eran mis favoritos. Mi esposa sabiendo esto, no dudo en mandarlos a reparar.

Emocionado por recibir mi ofrenda, tan solo recordando la comida, como mi tía  preparaba ese mole tan rico y el pan de Don piscuas, decidí emocionado emprender mi camino atendiendo a la tradición de regresar el primero de noviembre a visitar a mis seres queridos. De repente me vi caminando entre un mar de almas que se dirigían a ver a sus seres amados, pero mi entusiasmo acabo muy pronto, pues me encontré antes unos zapatos de hierro, no sé con qué artes se las arreglo usted para dejar mis zapatos inservibles, pues al querer caminar bien, todos mis esfuerzos fallaron. Cada paso que daba se me dificultada avanzar, pues no los reconocía, hasta pensé que me los había colocado al revés. Pero al verificar que estaban correctamente puestos me dispuse a observarlos detenidamente.

Debo decir que del examen que practique a su trabajo de reparación he sacado muy feas conclusiones, de que usted no ama su oficio. Mire usted que costuras: ni un difunto podría haberlas hecho tan mal. La piel está cortada con inexplicable descuido: los bordes de las suelas son irregulares y ofrecen peligrosas aristas. Con toda seguridad usted carece de hormas en su taller, pues mis zapatos ofrecen un aspecto indefinible.  

No sabe el trabajo que me costó llegar a mi casa, me resbalada, me tropezaba y me caía. Pa’ no decirle más, me los tuve que quitar. Tratando de sobrellevar este doloroso episodio, disfrute de mis suculentas ofrendas y una vez satisfecho y habiendo estado en compañía de mis seres queridos, me dispuse a redactarle esta carta.

Solo quiero decirle una cosa, si usted en vez de irritarse siente un ligero jalón de cobijas y de pies o siente que se sube el muerto, acuérdese de mí y del trabajo que le hizo a mis amados zapatos. Junto con esta carta dejare mis zapatos a mi amada esposa, esperando que usted pueda hacer algo por ellos. Yo le prometo que si mis pies no sufren el próximo año le escribiré una hermosa carta de gratitud y dejare de penar en su taller.

Sinceramente el Ciudadano Diputado J.N. Callejas

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