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Enviado por   •  11 de Junio de 2014  •  4.519 Palabras (19 Páginas)  •  199 Visitas

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I. Concepción total de la ideología

La obra de Karl Mannheim elabora la teoría de la concepción de la ideología denominada total, de amplia difusión hoy y que ha calado en el sentido común, en contraposición y como superación de las visiones parciales que se han ido gradualmente sucediendo. Todo el mundo de las ideas es considerado como producto de la vida colectiva y de una determinada parte de la colectividad. Los significados, por lo tanto, no se consideran en su intencionalidad de orden cognoscitivo, sino sólo en referencia al sentido que asumen en la sociedad y en el juego de clases y a la función pública que ejercen, prescindiendo de su mayor o menor verdad. Es el punto de vista de la sociología del conocimiento, que no considera el pensamiento "como aparece en los textos de lógica, sino que observa su modo de funcionamiento en la vida pública y en la política o bien como instrumento de acción colectiva" (Ideología y utopía, 3); que activa una "determinación de situación", sin privilegiar el pensamiento de algún grupo, sino sometiendo todo a la confrontación con el estatuto ideológico; el pensamiento de cada grupo social es el resultado de sus condiciones de vida. Se trata entonces de individuar las relaciones que subsisten entre determinadas estructuras mentales y las situaciones existenciales en las que esas estructuras se dan, manteniendo, sin embargo, una actitud de ausencia de valoración, dado que es insostenible la referencia a valores perennes: "los propios principios morales y éticos están condicionados por situaciones precisas"; y conceptos fundamentales, como el deber, la transgresión y el pecado, no siempre han existido, sino que han hecho su aparición en relación con condiciones sociales particulares" (ib, 81).

A esta concepción total de la ideología, que afecta al pensamiento humano no sólo sociológicamente, sino también noológica y ontológicamente, se ha llegado gradualmente, por etapas progresivas, abandonando concepciones particulares de la ideología que se tienen, afirma Mannheim, "cuando se quiere representar un estado de duda o de escepticismo acerca de las ideas propuestas por nuestro adversario... consideradas como imitaciones más o menos deliberadas de una situación real, cuyo conocimiento exacto estaría obstaculizado por sus intereses particulares" (ib, 56). Se cuestiona aquí una parte solamente de las aserciones del adversario, no toda su visión del mundo, con el aparato conceptual que la sostiene, entendida siempre como producto de la vida colectiva, de la que depende por entero sin el menor asomo de un momento privilegiado, sin que (como se cree en la concepción particular de la ideología) existan criterios de verdad por medio de los cuales "refutar la mentira y remover las causas del error". No puede limitarse, además, a la consideración de comportamientos y de intereses concretos a nivel individual, cuando lo que de verdad interesa es toda la perspectiva del grupo social al que el adversario pertenece; "los individuos tomados singularmente o sumados abstractamente los unos a los otros no pueden ya ser considerados los legítimos portadores del sistema ideológico en cuestión" (ib, 158).

Lo que ciertamente queda asegurado es que ambas concepciones de ideología, la parcial y la total, se caracterizan por su esencial referencia al factor social, algo que ya N. Maquiavelo y otros exponentes del pensamiento político de la edad moderna habían contribuido a dejar claro en sus discusiones sobre el diferente modo de pensar (y de engañar) de las personas, en particular de las pertenecientes a las clases dominantes.

La radicalización de la sociología del error, para la que siempre se ha de tener en cuenta la responsabilidad de las motivaciones prácticas, lleva a la consumación de la consideración parcial de la ideología en la denominada total. El ciclo moderno de la filosofía ha impulsado en esta dirección. Desde las conclusiones subjetivas de la teoría del conocimiento, para la que el mundo como tal existe sólo en relación con el pensamiento cognoscitivo y la actividad del sujeto determina las formas en las que aquél se presenta, pasando por la dialéctica hegeliana considerada en sentido mundano e histórico, hasta el historicismo que, en virtud de un método que vincula desarrollo de las ideas conciencia social, hace análisis ref nados del saber en sus variaciones históricas y pone en crisis la validez de las teorías adversarias reconociéndolas como producto de la situación social generalmente predominante. Pero sólo con C. Marx se llega, sin superarlo, al umbral de la totalidad ideológica.

Marx declara la falsedad de la conciencia (del complejo mundo de las ideas filosóficas, religiosas, morales, prácticas) en cuanto mundo autónomo y capaz de un valor propio. La conciencia está siempre subordinada a inexcusables relaciones económicas, de las que en cierta medida es espejo y mistificación. El resurgir de la ideología quedará impedido por la formación de una clase proletaria que modificará radicalmente la base de las relaciones de producción, orientada por una visión del mundo que tiene las características de la ciencia (teoría) y se expresa en el campo de la historia con las disciplinas teóricas del materialismo histórico y del materialismo dialéctico.

Mannheim acusa a la teoría marxiana de no escapar a la ideologización; todas las tomas de postura deben quedar sometidas al examen sociológico del ser de las ideas, que no perdona nada a nadie. Marx no ha superado el umbral que lleva a la concepción total de la ideología porque ha aplicado el análisis ideológico únicamente al punto de vista del oponente, pero no al suyo propio. En manos de quien ha dado este paso, "lo que antes constituía el análisis intelectual de un partido se transforma en un método de búsqueda que tiene por objeto la historia de la sociedad y de la cultura" (ib, 78).

A falta de criterios basados en un "absoluto inmodificable", le resulta imposible a Mannheim individuar "qué corrientes de todas las ideales existentes son válidas en una determinada situación". Para salvarse del aplanamiento del ciclo inmodificable, Mannheim apela a la distinción entre formas de ideologías "con valores y dinámicas" que trascienden el presente y están decididamente orientadas hacia el futuro (las utopías) y otras que eluden el futuro e intentan más bien "abarcarlo en los términos del pasado". Pero las utopías -el propio Mannheim documenta ampliamente el fenómeno-, surgidas como contestación frente a las formas sociales de los grupos y de las clases, han sido hasta tal punto instrumentalizadas posteriormente que han terminado por convertirse a su vez en ideología sustentadora de las clases

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