Caño Martin Peña

¿Qué es el caño de Martín Peña? Debo admitir que cuando el Profesor propuso que haríamos un recorrido en tren hacia el caño no logré ubicarlo mentalmente, pues nunca me había percatado de que las quietas aguas en Santurce a lo largo de las cuales se levantan cientos de humildes casuchas eran parte de ese famoso caño. Miles de veces pasé por la Avenida Ponce de León o por la Fernández Juncos –ya fuera para ir a Plaza las Américas o viniendo del Túnel de Minillas- y nunca capté lo que allí había más allá de saber que ese cuerpo de agua conectaba la laguna San José a la bahía de San Juan. Lo cierto es que montada en el tren urbano, vi detenidamente y por primera vez el perfil del caño y mientras lo hacía recordé la siguiente frase en la obra Leer para techar:

“Me sorprendió entonces que la mayoría de los estudiantes desconocía el conflicto, desconocía el cuento, desconocía qué es el caño y dónde queda. Incluso algunos que vienen desde Santurce hasta nuestra Universidad no saben que ese cuerpo de agua que el tren, la guagua o su carro cruza todos los días es el caño de Martín Peña.” (2)

Observé, entonces que hay viviendas situadas a pasos de él, así como negocios pequeños que hacen del caño una comunidad como cualquier otra.

Mientras estaba en el tren, observando cada minucioso detalle en los edificios contemporáneos y buscaba conexiones entre ellos y los techos de las casas en el caño, tratando de encontrar lo que el autor Carmelo Santana describe en sus escrito:

Ahora, desde la posición privilegiada que otorga el tren, los estudiantes deben otear más allá de la vitrina de edificios en que se mira la Avenida Ponce de León; deben lanzar su mirada sobre la Milla de Oro, para ver los techos de zinc y costados de madera que perduran aún en el paisaje urbano. (3)

La observación dio paso al pensamiento y me pregunté: ¿Cómo se quedó el caño, sus edificios y su gente en el pasado de un país que lograba la modernización? Pensé en que nos hemos convertido en un pueblo materialista para el cual la sed de consumir y poseer es todo. El autor Edgardo Rodríguez Juliá profundiza este sentimiento en Hacia el caño de Martín Peña al describir el edificio del Banco Popular construido en la Milla de Oro. Dice:

“Macizo como un templo, su grisácea sobriedad de banquero lograda a fuerza de líneas rectas y unas estrías que harían menos horizontales sus aspiraciones… El asentamiento en Hato Rey de ese enorme cajón de valores cansaría nuestro asombro ante un Porvenir garantizado por el Progreso.” (55)

El progreso dejó atrás al caño y a su gente que para subsistir recurrieron al trabajo precario, al empleo infantil y al comercio asentado alrededor de las aguas del caño y que se sostenía con la venta de productos de primera necesidad.

Según comenzaba el viaje de retorno a la estación de la Universidad

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