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Como Hacer Un Huevo


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2012  •  683 Palabras (3 Páginas)  •  433 Visitas

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compramos un huevo lo quebramos y vertimos en un recipiente lo calentamos y revovlemos le agregamos sal y listo quedo nuetro huevo 3.7.1. LA TRADICIÓN MÁS ANTIGUA

El núcleo más antiguo de la tradición lo constituyen los dichos de Jesús, que al principio se transmitieron desprovistos de una ambientación narrativa.

Piénsese, por ejemplo en las parábolas, que tienen claramente una ambientación artificial en los evangelios. Sería relativamente fácil para los seguidores de Jesús aprender de memoria sus parábolas, sus sentencias rítmicas, sus refranes y proverbios, pero seguramente no tendrían tanto cuidado en recordar las circunstancias exactas en que Jesús las pronunció, probablemente porque, como buen maestro popular, las repetiría con pequeñas modificaciones en muchas circunstancias distintas.

Los dichos de Jesús tenían varias formas. Muchos de ellos eran breves y agudos, como los de los maestros de sabiduría; son los dichos sapienciales. Otros se parecen más a los dichos de los profetas, porque anuncian y denuncian. Las parábolas, por su aparte, son una de las formas más características y geniales del modo de hablar de Jesús, cuya intención era provocar la reflexión y la reacción de los oyentes.

3.7.2. EL CONTEXTO VITAL EN EL QUE SE INICIÓ LA TRADICIÓN SOBRE JESÚS

Jesús no escribió sus enseñanzas. Tampoco sus discípulos fueron tomando nota de sus palabras o de los signos que realizaba. Sin embargo, el origen de los evangelios se encuentra en Jesús y en el grupo de los discípulos que le acompañaban, porque la tradición evangélica hunde sus raíces en las palabras y signos de Jesús, de las que fueron testigos los discípulos, a los que Jesús llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (Mc 3,14).

Las palabras y los signos de Jesús despertaban la admiración de la gente (Mt 4,24; Mc 1,28). Sus enseñanzas eran fáciles de recordar, porque hablaban de realidades concretas y de situaciones de la vida cotidiana, y además Jesús las repetía utilizando esquemas muy sencillos. Lo mismo ocurría con sus signos; eran parecidos a los que realizaban los profetas y casi siempre tenían una intencionalidad concreta.

Estos signos y enseñanzas de Jesús, que eran conocidos por muchos contemporáneos de Jesús, quedaron especialmente grabados la mente y el corazón del pequeño grupo de sus discípulos. Con ellos Jesús estableció una relación muy especial. La llamada de Jesús supuso un cambio radical en sus vidas: lo dejaron todo para seguirle y compartir su estilo de vida y hasta su destino (Mc 1,16-20; 10,28-30). Jesús les enseñaba con sus palabras y con su forma de actuar, y les dedicó una atención especial, explicándoles el sentido de sus palabras y ayudándolos a profundizar en su mensaje (Mc 4,34; 9,30-31), con la intención de enviarlos después a predicar la buena noticia que él anunciaba (Mc 6,7-13;

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