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Comunicacion Oral Y Escrita


Enviado por   •  27 de Agosto de 2014  •  359 Palabras (2 Páginas)  •  280 Visitas

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usto Arosemena hace siglo y medio dijo…

“El sistema penal es más propio para empeorar que para corregir a un delincuente. Nuestros presidios son focos de infección física y moral, escuelas de perversidad, a donde el hombre todavía sano se corrompe, y el malvado se perfecciona en el crimen perdiendo el último resto de pudor”.

Esta frase del estadista Justo Arosemena representa una profecía de autorrealización que todos los días se cumple en nuestros jóvenes privados de libertad, y en la población carcelaria en general. En este sentido, la obra de la novelista Rose Marie Tapia, se convierte en una crítica social e individual, pues nos conecta con nuestros propios valores y nuestra responsabilidad como entes de cambio.

Las estadísticas del Ministerio de Gobierno y Justicia son frías y sin caras, y nos hablan que en el 2002 la tasa de incidentes policivos fue de 21.9 x 1,000 habitantes y que desde 1999 a 2002 hubo un aumento en 5,026 incidentes policivos. Lo que no dicen estas cifras es por qué mató, por qué robó, cuál fue su historia de vida, qué siente en cuanto a las oportunidades que le brinda la sociedad, cómo es su realidad social, su vivienda, su familia. Es esta realidad la que nos invita a escudriñar la autora, pero sobre todo nos introduce en los pensamientos y emociones de los personajes, sus dramas, sus pérdidas, sus ilusiones que inician o acaban con el sonido de un disparo y el correr de la sangre.

Nos propone entrar tanto en el sub-mundo de la delincuencia como en el de las víctimas, pero con una visión esperanzadora, y hasta a veces inocente, con el fin de realzar la plenitud humana y los valores sociales que subyacen en todos nosotros, que en condiciones favorables, puede ser la diferencia entre la perdición o el crecimiento personal. Trasciende las clases sociales, dejando claro que todos somos susceptibles a ser víctimas del flagelo de las drogas y la delincuencia, sumergiéndonos en convencionalismos sociales de poder y riqueza, dejando de lado los valores básicos que sustentan a la familia y la sociedad, volviéndonos esclavos de nuestros propios paradigmas.

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