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EL IMPERIO ROMANO


Enviado por   •  25 de Julio de 2013  •  936 Palabras (4 Páginas)  •  430 Visitas

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EL IMPERIO ROMANO

Paul Veyne

Adolescencia

A los 12 años, el niño romano de buena familia abandona la enseñanza elemental; a los catorce abandona su indumentaria infantil y adquiere el derecho a hacer lo que todo muchacho anhela; a los dieciséis o diecisiete puede optar por la carrera pública o entrar en el ejército.

En la roma antigua no existía la “mayoría de edad”, no se habla de menores o mayores, solamente de impúberes que dejan de serlo cuando su padre advierte que están en edad de usar el atuendo adulto. Al aprendizaje sobre el tajo de los asuntos cívicos y profesionales se añade el estudio escolar de la cultura y por tanto la escuela es el medio para semejante apropiación.

En la Atenas clásica el uso de la retórica había sabido elaborarse como doctrina establecida y fue así como los jóvenes romanos, entres los doce y veinte años aprendían a leer sus clásicos, y luego estudiaban la retórica.

La popularidad de la elocuencia le valió al arte retórica, convertirse, junto al estudio de los clásicos, en la materia capital de la escuela romana. No aprendían el arte de la elocuencia porque muy pronto la retórica, como se enseñaba en la escuela, se convirtió en un arte por separado mediante el conocimiento de sus propias reglas.

Juventud efímera

Para los romanos, era común comprar o decir que la pubertad y la iniciación sexual eran sinónimos para los muchachos, ya que la virginidad femenina seguía siendo sacrosanta. Entre su pubertad y su matrimonio se extendía por tanto para los jóvenes un periodo en que era corriente la indulgencia de los padres.

Las asociaciones de jóvenes parecen haber reivindicado para sí este derecho folclórico, el cual se trata de privilegios propios de la juventud, así como de privilegios del grupo constituido por los jóvenes. Cuando llega el momento del matrimonio, se acaban las amantes y se acaban igualmente las relaciones con los compañeros de fechorías.

Así fue al menos la primera moral romana. Pero, a lo largo del siglo II, se fue difundiendo paulatinamente la nueva moral, que siquiera teóricamente puso fin a aquélla; esta segunda moral, apoyada en leyes médicas.

Para la nueva moral el amor no es ciertamente un pecado, sino un placer, sólo que los placeres representan un peligro, lo mismo que el alcohol. No se trata de puritanismo, sino de higiene. Los placeres conyugales, por su parte, son algo distinto: se identifican con la institución cívica y natural del matrimonio y constituyen por tanto un deber.

“En lo que a los placeres del amor se refiere, es preciso, en la medida de lo posible, que te conserves puro hasta el matrimonio”. Así mismo, Marco Aurelio, emperador y filósofo de esa misma corriente ideológica se felicitó de haber salvaguardado “la flor de su juventud”.

Conclusión

Esta lectura me trajo a la memoria un proverbio

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