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El Asco


Enviado por   •  6 de Abril de 2015  •  Tutoriales  •  21.038 Palabras (85 Páginas)  •  308 Visitas

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Horacio Castellanos Moya

El asco

Thomas Bemhard en San Salvador

Editorial Arcoiris

© 1997, Horacio Castellanos Moya 0 De esta 8* Edición

Editorial Arcoiris

Apartado Postal 3035

Centro de Gobierno

San Salvador, El Salvador, C. A.

TEL.: 243-8535

Advertencia

Edgardo Vega, el personaje central de este relato, existe: reside en Montreal bajo un nombre distinto —un nombre sajón que tampoco es Thomas Bernbard. Me comu¬nicó sus opiniones seguramente con mayor énfasis y descarno del que contienen en este texto. Quise suavizar aquellos puntos de vista que hubieran escandalizado a ciertos lectores.

Suerte que viniste, Moya, tenía mis dudas que vinieras, porque este lugar no le gusta a mucha gente en esta ciudad, hay gente a la que no le gusta para nada este lugar, Moya, por eso no estaba seguro si vos ibas a venir, me dijo Vega. A mí me encanta venir al final de la tarde, sentarme aquí en el patio, a beber un par de whiskis, tranquilamen¬te, escuchando la música que le pido a Tolín, me dijo Vega, no sentarme en la barra, allá adentro, mucho calor en la barra, mucho calor allá adentro, es mejor aquí en el patio, con un trago y el jazz que pone Tolín. Es el único lugar donde me sien¬to bien en este país, el único lugar decente, las demás cervecerías son una inmundicia, abomina¬bles, llenas de tipos que beben cerveza hasta reventar, no lo puedo entender, Moya, no puedo entender cómo esta raza bebe esa cochinada de cerveza con tanta ansiedad, me dijo Vega, una cer¬veza cochina, para animales, que sólo produce

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diarrea, es lo que bebe la gente aquí, y lo peor es que se siente orgullosa de beber una cochinada, son capaces de matarte si les decís que lo que están bebiendo es una cochinada, agua sucia, no cerveza, en ningún lugar del mundo eso sería considerado como cerveza, Moya, vos lo sabes como yo, ése es un líquido asqueroso, sólo lo pueden beber con tal pasión por ignorancia, me dijo Vega, son tan ignorantes que beben esa cochinada con orgullo, y no con cualquier orgu¬llo, sino con orgullo de nacionalidad, con orgullo de que están bebiendo la mejor cerveza del mundo, porque la Pílsener salvadoreña es la mejor cerveza del mundo, no una cochinada que únicamente produce diarrea como pensaría cual¬quier persona en su sano juicio, sino la mejor cer¬veza del mundo, porque esa es la primera y prin¬cipal característica de los pueblos ignorantes, consideran que su miasma es la mejor del mundo, son capaces de matarte si les negás que su mias¬ma, que su mugrosa cerveza diarreica, es la mejor del mundo, me dijo Vega. Me gusta este lugar, no se parece en nada a esa mugre de cervecerías donde venden esa cochinada de cerveza que aquí se bebe con tanta pasión, Moya, este lugar tiene su propia personalidad, una decoración para gente mínimamente sensible, aunque se llame La

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Lumbre, aunque en la noche sea horroroso, inso¬portable por la bulla de esos grupos de rock, por el ruido de esos grupos de rock, por la perversión de molestar al prójimo que tienen esos grupos de rock. Pero a esta hora de la tarde este bar me gusta, Moya, es el único sitio al que puedo venir, donde nadie me molesta, donde nadie se mete conmigo, me dijo Vega. Por eso te cité aquí, Moya, La Lumbre es el único lugar de San Salvador donde puedo beber, y un par de horas nada más, entre cinco y siete de la tarde, tan sólo un par de horas, después de las siete este sitio resulta insoportable, el lugar más insoportable que pueda existir por el ruido de los grupos de rock, tan insoportable como las cervecerías llenas de tipos que beben con orgullo su cerveza sucia, me dijo Vega, pero ahora podemos hablar con tranquilidad, entre cinco y siete no nos molesta¬ran. He venido a este lugar ininterrumpidamente desde hace una semana, Moya, desde que lo des¬cubrí vengo todos los días a La Lumbre, entre cinco y siete de la tarde, y por eso decidí verte aquí, tengo que platicar con vos antes de irme, tengo que decirte lo que pienso de toda esta inmundicia, no hay otra persona a la que le pueda contar mis impresiones, las ideas horribles que he tenido estando aquí, me dijo Vega. Desde que te

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vi en el velorio de mi mamá, me dije: Moya es el único con el que voy a hablar, nadie más de mis compañeros de colegio apareció por la funeraria, nadie más se acordó de mí, ninguno de los que se decían mis amigos apareció cuando mi vieja se murió, sólo vos, Moya, pero quizás haya sido mejor, porque en realidad ninguno de mis com¬pañeros de colegio fue mi amigo, ninguno volvió a verme luego que acabamos el colegio, mejor que no hayan aparecido, mejor que al velorio de mi mamá no haya llegado ninguno de mis excompa¬ñeros, excepto vos, Moya, porque odio los velo¬rios, odio tener que estar recibiendo condolen¬cias, no hallo qué decir, me molestan esos desco¬nocidos que llegan a abrazarte y se sienten como tus íntimos nada más porque tu madre ha muer¬to, mejor que no hayan llegado, odio tener que ser simpático con gente a la que no conozco, y la mayoría de quienes llegan a darte el pésame, la mayoría de los que asisten a los velorios, son per¬sonas a las que no conoces, a las que jamás volve¬rás a ver en tu vida, Moya, pero tenes que hacer¬les buena cara, cara de compunción y agradeci¬miento, cara de que en realidad agradeces que esos desconocidos vayan al velorio de tu madre a darte sus condolencias, como si en esos momen¬tos lo que vos más necesitaras es estar siendo sim-

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pático con desconocidos, me dijo Vega. Y cuando vos llegaste, pensé qué buena onda que Moya haya venido, y mejor incluso que se haya ido tan pronto, gracias a Moya, a que se ha ido tan pron-to, pensé, no tengo que estar atendiendo a excom¬pañeros de colegio, me dijo Vega, no tuve que estar siendo simpático con nadie, porque en el velorio de mi madre apenas estuvimos mi herma¬no Ivo y su familia, una docena de conocidos de ella y de él (de mi hermano) y yo, el

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