El Jardin Secreto
MasterFHT1 de Julio de 2014
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FRANCES HODGSON BURNETT
EL JARDÍN SECRETO
TEXTO TRADUCIDO Y ABREVIADO
DE MARIA OLIVIA DECOMBE
COMENTARIO DE
ANA MARIA LARRAIN
ILUSTRACIONES DE
SOLEDAD ESPINOSA
EDITORIAL ANDRES BELLO
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ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún
medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de
fotocopia, sin permiso previo del editor.
Primera edición, 1987
Primera reimpresión, 1992
Décimo tercera reimpresión, 2005
© Editorial Andrés Bello
Carmen 8, 4o piso, Santiago de Chile
EDITORIAL ANDRES BELLO ARGENTINA S.A.
Gorriti 4142 (1172) Buenos Aires
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Inscripción N° 89.985
Esta décimo tercera reimpresión se terminó de imprimir
en el mes de julio de 2005.
Impresores: Grancharoff Impresores
impresores@grancharoffom
Impreso en Argentina /Printed in Argentina
ISBN 956-13-0165-2
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ÍNDICE
Frances Hodgson Burnett ..........................4
I. No ha quedado nadie.............................5
II. Mary parte a Inglaterra ........................9
III. A través del páramo.............................12
IV. Martha ............................................15
V. El llanto en el corredor.........................23
VI. En verdad, alguien lloraba ....................26
VII. La llave del jardín..............................29
VIII. El petirrojo que mostró el camino .........32
IX. La más extraña de las casas...................36
X. Dickon..............................................40
XI. El nido del tordo................................45
XII. ¿Puedo tener un pedazo de tierra?..........48
XIII. Soy Colin .......................................52
XIV. El joven raja....................................59
XV. Construyendo el nido...........................64
XVI. ¡No lo haré! ....................................68
XVII. Una rabieta ...................................71
XVIII. No debes perder tiempo....................73
XIX. ¡Ha llegado! ....................................76
XX. Viviré para siempre............................79
XXI. Ben Weatherstaff .............................82
XXII. Al caer el sol ..................................85
XXIII. Magia...........................................87
XXIV. Déjenlos reír..................................90
XXV. La cortina.......................................93
XXVI. ¡Es mamá!.....................................95
XXVII. En el jardín ..................................98
Comentario de Ana María Larrain ...............103
Guía de trabajo......................................105
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FRANCES HODGSON BURNETT
Nacida en 1849 en la ciudad inglesa de Manchester, en 1865 Frances Hodgson
Burnett viajó, junto a su familia, a los Estados Unidos. Allí contrajo matrimonio con el
doctor Swann M. Burnett, de quien se divorciaría en 1898. Sin embargo, mientras
llevaba su nombre había llegado a ser una popular escritora de libros para jóvenes. Por
ello, profesionalmente continuó firmando con el apellido de su primer marido.
El pequeño lord Fauntleroy, novela inspirada en el propio hijo de la autora, alcanzó
un gran éxito entre los jóvenes y los niños. Para ellos, Frances Hodgson Burnett
continuó escribiendo numerosas obras, tales como Sara Crewe, El jardín secreto y
Princesita. También escribió algunos libros para adultos –A fair barbarian y Through one
administration– y su autobiografía que tituló Whom I know best of all.
Los libros de Frances Hodgson Burnett se caracterizan por un estilo elegante, fácil y
sentimental. A juicio de un crítico, la autora posee "buenas facultades de observación
que hacen interesante, incluso desde el punto de vista psicológico y social, la lectura
de sus obras".
El pequeño lord Fauntleroy es una de las novelas más populares de la literatura
infantil. Casi podría definirse como un cuento de hadas, aunque en él no aparecen
seres fabulosos. Son personas verosímiles que dan ilusión de realidad a una trama
puramente fantástica.
En El jardín secreto –obra que, al igual que la anterior, fue llevada con gran éxito a
la pantalla– la autora narra la historia de una niña solitaria y de carácter amargo. Poco
a poco, en estrecho contacto con la naturaleza y con su magia–elementos que juegan un
importante papel en la novela–, la pequeña protagonista cambia de manera de ser.
Toda esta transformación de su personalidad aparece hábilmente mezclada con la
llegada de la primavera y el renacer de las flores y las plantas.
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I
NO HA QUEDADO NADIE
CUANDO Mary Lennox se fue a vivir con su tío a Misselthwaite Manor, todos decían
que era una niña de aspecto muy desagradable; y era cierto. En su cara delgada se
reflejaba una expresión amarga. Su cuerpo era flaco y pequeño; su pelo, de color
amarillo, era fino y escaso; su rostro era también pálido, quizás porque había nacido en
la India, en donde, por una razón u otra, enfermaba continuamente.
Su padre había sido empleado del gobierno inglés y sus obligaciones eran
innumerables. Su madre, una mujer de gran belleza, sólo se preocupaba de asistir a las
más alegres fiestas. Ella no quería tener una niña; por eso, cuando Mary nació, la
entregó al cuidado de una aya a quien dio a entender que, para servir bien a la Mem
Sahib* debía mantenerla alejada de su presencia.
Así, esta niña irritable, débil y feúcha estuvo siempre lejos de su madre. Ella sólo
recordaba haber visto a su alrededor las caras morenas de su aya y de los demás
sirvientes hindúes. Estos, para que no llorara o molestara a la Mem Sahib, la obedecían
y le daban gusto en todo. De esta manera, al cumplir los seis años, Mary se había convertido
en un ser tiránico y egoísta. La joven institutriz inglesa contratada para
enseñarle a leer y escribir le tomó tal antipatía que a los tres meses dejó su trabajo.
Otro tanto ocurrió con las institutrices que la sucedieron, y si a Mary no le hubiera
interesado verdaderamente saber lo que contenían los libros, ni siquiera habría
aprendido a leer.
Tenía casi nueve años cuando una mañana de intenso calor la niña despertó muy
malhumorada. Se enfadó aun más al ver a su lado a una sirvienta que no era su aya.
–¿Por qué has venido? –preguntó–. Yo no quiero que te quedes. Envíame a mi aya.
La mujer, que se veía asustada, sólo atinó a tartamudear que su aya no podía acudir.
Mary se enfureció de tal manera que la sirvienta, cada vez más atemorizada, sólo
atinaba a repetir que el aya no podía cuidar a la Missie Sahib.**
Esa mañana parecía haber algo misterioso en el aire y nada era como de costumbre.
Varios empleados habían desaparecido y aquellos a quienes Mary divisó se escabullían o
corrían con caras cenicientas y asustadas. Pero nadie dijo nada a la niña acerca de lo
que sucedía y tampoco su aya fue a verla. A medida que avanzaba la mañana, Mary se
sentía cada vez más sola; se dirigió al jardín y comenzó a jugar bajo un árbol cerca de
la casa.
Mientras fingía hacer pequeños ramos de hibiscos rojos, su enojo se fue
intensificando, al mismo tiempo que murmuraba por lo bajo todas aquellas palabras y
nombres desagradables que diría a su aya en cuanto volviera.
De pronto, escuchó a su madre. Ella había salido al corredor y hablaba con voz
extraña a un joven que más parecía un muchacho. Mary sabía que era un oficial recién
llegado de Inglaterra. La niña los observó fijamente, en particular a su madre, a quien
siempre admiraba cuando tenía la oportunidad, puesto que la Mem Sahib –Mary a
menudo la llamaba así– era una mujer alta, delgada y muy hermosa, de grandes y
* Nombre con que los hindúes denominaban a las señoras europeas.
** Nombre que daban los hindúes a las niñas europeas.
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sonrientes ojos. Sus finas ropas parecían flotar y a Mary le hacía el efecto que siempre
estaban cubiertas de encajes. Pero esa mañana sus ojos no sonreían; al contrario, se
veían grandes y asustados mientras, con expresión implorante, se alzaban hacia el joven
oficial a quien habló con voz trémula:
–¿De verdad, es tan seria la situación? –la oyó decir Mary.
–Muy grave –contestó el joven–. Terrible, señora Lennox. Hace dos semanas que usted
debería haberse dirigido a las montañas.
La Mem Sahib se retorció las manos.
–¡Ya sé que lo debiera haber hecho! –exclamó–. Sólo me quedé para asistir a esa
estúpida fiesta. ¡Qué tonta fui!
En ese momento se escuchó un fuerte y prolongado lamento que provenía de las
habitaciones de los sirvientes. Mary empezó a temblar de la cabeza a los pies.
–¿Qué pasa? ¿Qué sucede? –preguntó la señora Lennox.
–Alguien
...