El Volumen De La Inteligencia

EL VOLUMEN DE LA INTELIGENCIA

Un equipo de científicos de la Universidad de California comandado por Paul Thompson acaba de publicar, en la revista Nature Neuroscience, los resultados de experimentos tendientes a verificar la relación que existe entre la inteligencia y el tamaño del cerebro. Aunque todavía tímidas, las primeras conclusiones apuntan a que la incidencia de la cantidad de materia gris (determinada por los genes) en la inteligencia no es nada despreciable. Es más, podría ser definitiva.

La obsesión por relacionar el tamaño del cerebro con la inteligencia no es de ninguna manera nueva. Ya en el siglo XIX, científicos franceses devanaban sus sesos en un intento por demostrar no sólo que los cerebros más pesados hacían más inteligentes a sus dueños, sino que las mujeres, en consecuencia, eran mucho menos diestras en el desarrollo mental.

El líder de la escuela de medidores de cerebro era Paul Broca, profesor de cirugía clínica de la Facultad de Medicina de París. Fundador de la sociedad de Antropología de la capital francesa, Broca tomó como modelo el cráneo de un resultado científico de la época, George Cuvier, quien no sólo se destacó por ser el anatomista más prestigioso de su tiempo, sino por ser el pionero de una ciencia tan moderna como la paleontología. Cuvier era famoso, además, por su prominente cabeza, razón por la cual Broca coligió que esa era la razón de su inteligencia superior. En efecto, una medición de su cerebro arrojó resultados sorprendentes: pesó 1830 gramos, 400 más que el promedio. Los detractores de Broca reaccionaron argumentando que aquel cerebro había sido pesado junto con el cráneo y que, en cualquier caso, no había pruebas de que el tamaño del cerebro significara algo positivo. Gratiolet, uno de sus contrincantes, arguyó que era posible que Cuvier hubiera sufrido de hidrocefalia en la niñez y el tamaño de su cerebro se debiera no al aumento de la masa sino al de la densidad.

A pesar de la falta de pruebas contundentes, los seguidores de Broca continuaron desarrollando su teoría de proporcionalidad entre el tamaño del cerebro e inteligencia. Y por ende, siguieron midiendo cerebros a diestra y siniestra hasta bien entrado el siglo XX, incluido el del propio Broca, quien antes de morir lo donó para someterlo al experimento. Para decepción de sus discípulos, pesó apenas 1484 gramos.

Aún así, discípulos de Broca adoptaron su teoría para justificar el racismo y la discriminación de género sin contemplaciones. El más corrosivo de ellos fue Gustave Le Bon, un connotado científico de la época, quien en 1879 publicó un estudio en el que concluía, sin vergüenza alguna: “En las razas más inteligentes, como entre los parisienses, existe un gran número de mujeres cuyos cerebros son de un tamaño más próximo al de los gorilas que al de los cerebros más desarrollados de los varones. Esta inferioridad es tan obvia que nadie puede discutirla siquiera por un momento; tan sólo su grado es digno de discusión. Todos los psicólogos que han estudiado la inteligencia de las mujeres, al igual que los poetas y los novelistas, reconocen que ellas representan las formas más inferiores de la evolución humana y que están más próximas a los niños y a los salvajes que al hombre adulto civilizado. Son insuperables en su veleidad, en su inconstancia, en su carencia de ideas y lógica y en su capacidad para razonar”.

El psicólogo Robert Plomin, del instituto de Psiquiatría de Londres, advierte que, si bien el tamaño de la materia gris puede estar asociado a la inteligencia, también, puede suceder al contrario: que la materia gris crezca por el estímulo de alguien inteligente. Lo cierto es que la investigación apenas empieza y como lo afirma el propio Paul Thompson, jefe del proyecto, hasta el momento la materia gris no sirve para medir la inteligencia, pero al menos si para detectar su naturaleza y los

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